Raúl heras | Lunes 14 de marzo de 2016
Se cruzan en los Congresos del partido pero no se miran. Ven la sombra del otro a su lado pero se niegan a responderle. Mariano Rajoy y Núñez Feijóo han estado en Pontevedra para unir a los suyos y desagraviar al líder, pero han dejado sin resolver lo que más les pedían los populares gallegos: quién va a ser el cabeza de lista en las elecciones autonómicas y quién va a dirigir el partido los próximos años.
El actual presidente de la Xunta no quiere seguir. Es un secreto a voces que en las elecciones generales del pasado diciembre quiso volver al Congreso de los Diputados en previsión de una salida de Rajoy y de la consiguiente lucha por la herencia. Había que estar en el edificio de la Carrera de San Jerónimo si se aspiraba a la sucesión. Rajoy dijo no y Feijóo se quedó en Santiago de Compostela.
Los silencios son una forma de hablar. No decir nada acerca de su futuro es una forma de contestar. El presidente gallego cree que habrá nuevas elecciones generales en junio y que tendrá una nueva oportunidad de regresar a la capital de España. Y el presidente en funciones quiere dejarle donde está para calmar sus ambiciones.
El PP gallego se preparaba para perder sus propias elecciones regionales pero el escándalo judicial de Besteiro, el candidato del PSOE le da un buen margen. Su problema está en que necesita una mayoría absoluta. Si no la consigue, tras las fluctuaciones y pactos de Ciudadanos, el Gobierno de la Xunta puede volver a "sortearse" entre dos o tres partidos que sumen los escaños necesarios. Incluso, puede vivirse una situación como la representada en Cataluña y que terminó con Puigdemont en el Palacio de la Generalitat.
Rajoy no quiere sombras a su alrededor y, además, cree que el mejor candidato del PP para intentar mantener el Gobierno gallego es Feijóo. Doble motivo para obligarle a su paisano a mantenerse en la capital autonómica. Lo que ocurre es que el otro cincuenta por ciento de la ecuación política no quiere ni perder, ni eternizarse en su tierra. Sus aspiraciones son otras. Ya veremos hasta dónde llega su fuerza.
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