La imagen sale a colación junto a una supuesta relación que ambos jóvenes habrían mantenido durante al menos seis meses, en la época en la que comenzaban a aflorar su intenciones políticas desde sus primeros pasos dentro de NNGG.
Casi dos décadas después, la posición de poder de la pareja es más que evidente. Ambos mantienen una pugna constante por liderar el proyecto popular tras el ascenso a los cielos de Isabel Díaz Ayuso en las últimas elecciones en la Comunidad de Madrid, donde barrió a sus contrincantes y tiñó de azul prácticamente a toda la región.
Una lucha interna que, de cara a la galería, parece no existir, aunque los nervios, las filtraciones y las palabras contradictorias de sus barones no hacen sino acrecentar los rumores, convertidos a estas alturas más en una obviedad que en una quimera.
Otra Isabel apareció incluso antes en la vida de Pablo: la alicantina Isabel Torres Orts. Su madre, María Dolores Orts, es heredera del conocido grupo de hoteles Huerto del Cura, mientras que su abuelo paterno fundó la empresa de los caramelos Damel.
Ambos coincidieron en 2002 en Madrid, tal vez por la cercanía de sus colegios mayores -el de la Congregación de Agustinas Misioneras (Santa Mónica) en el caso de Isabel, o el de los Padres Agustinos (Elías Ahúja) en el de Pablo-, aunque personas del entorno del actual líder de la oposición destacan que todo parece muy medido.
De hecho, coinciden en el tiempo ambas Isabeles -Torres y Díaz Ayuso-, y es que, al parecer, Pablo se decantó por la ahora presidenta madrileña, una relación que se alargó más de medio año y que la familia de él no terminaba de ver. Sus aspiraciones iban más allá y, para ello, necesitaría construir una imagen modélica, y Ayuso venía de una familia modesta, frente al pudiente origen de su contrincante.
Supuestas presiones familiares de por medio, e incluso de los que manejaban los hilos de Nuevas Generaciones por aquel entonces y que veían el prometedor futuro de Pablo en el partido, acabaron por dinamitar esta relación que, a día de hoy, resulta cuando menos curiosa por el devenir de los acontecimientos.
Pese a los años de noviazgo, no fue hasta que Pablo Casado se hizo con el control de NNGG cuando contrajo matrimonio con Isabel Torres allá por 2009, siguiendo así con el supuesto plan establecido. Hasta la Basílica de Elche se desplazó la cúpula del PP, con José María Aznar y su esposa, Ana Botella, a la cabeza, o Esperanza Aguirre, entre otras personalidades.
Lo demás, es parte de nuestra crónica política del día a día. Pablo siguió escalando tal y como esperaban sus padrinos, pasó de su Palencia natal a vivir en pleno barrio de Salamanca de Madrid con vecinos como Luis Bárcenas. Un ascenso al poder que terminó por confirmarse hace apenas cuatro años, cuando se le nombró sucesor de Mariano Rajoy.
Dicen que, pese a que todo es “falsa” cordialidad entre ambos, existe aversión entre la que fuera supuesta pareja allá por 2002. Y no solo entre ellos. “Saltan chispas” cuando los dos amores de juventud de Casado coinciden por protocolo, algo que la “primera dama” intenta evitar a toda costa, incluso aunque le haya sacado los colores a su marido en alguna ocasión por ello.
Pero si algo ha dejado claro Isabel Díaz Ayuso es que tiene personalidad propia y, pese a esos orígenes que no le habrían bastado a Casado para seguir adelante, ha llegado a la política para quedarse, ganándose el sobrenombre en la prensa internacional de “dama de hierro” durante la pandemia derivada del COVID-19.
Y es que, a la par que Ayuso ascendía a los cielos -una expresión muy del actual alcalde de Madrid-, el ocaso de Pablo Casado llegaba casi sin avisar. Pese a que los barones le respaldan, tal y como demostraron en el fallido Congreso de hace solo unas semanas, no ven con malos ojos a esa Isabel que el “niño mimado del PP” rechazó en su juventud, y que ahora tiene más peso y mejor imagen, tanto dentro como fuera del partido. De hecho, unas primarias con ambos como candidatos pondría contra las cuerdas a todo el aparato sin saber que, en el fondo, y de ganar Ayuso como cabría esperar, sería el karma explotando en la cara de Casado.