Enrique MONTÁNCHEZ | Lunes 11 de mayo de 2015
El fiasco de las encuestas en las elecciones del 7 de mayo en Reino Unido merece un análisis que debe profundizar más allá de culpar a los medios de comunicación de “cocinar” las previsiones de voto, en beneficio de las ideologías que las empresas editoras sustentan.
Los hechos parecen apuntar a una ingeniería social cada vez más sofisticada capaz de manipular e influir en la sociedad a través de encuestas electorales hasta horas antes de acudir a votar a las urnas.
Técnicas de psicología de masas que persiguen unos fines muy concretos que ni siquiera los medios de comunicación que encargan las encuestas lleguan a conocer, limitándose a decodificar los datos a modo de argumento inapelable con el que fortalecer la línea editorial del medio en cuestión.
La técnica más común es “hinchar” la intención de voto en función de los intereses de una u otra formación política. En el caso de los medios conservadores se infla el porcentaje que obtendría la izquierda tradicional o el partido emergente que se reclama de izquierda con el fin de provocar el miedo social y movilizar tanto el voto conservador, llevando de nuevo al redil a los votantes desafectos, como a los indecisos.
Y en el caso de los medios volcados hacia opciones de izquierda, estos inflan, a su vez, los escaños que obtendría la principal formación conservadora para evitar que sus votantes opten por partidos más a la izquierda, e igualmente, captar el voto de los indecisos.
En el Reino Unido hemos visto cómo las encuestas “inflaban” la intención de voto de los laboristas que se traducía en escenarios catastrofistas de la prensa conservadora si Cameron perdía el poder. El “fiasco masivo” de los sondeos ha sido de tal magnitud que el propio organismo supervisor de la publicación de encuestas -el British Polling Council (BPC)- ha ordenado la apertura de una investigación que ofrecerá sus conclusiones en un par de meses. Probablemente están no irán más allá de instar a refinar la metodología de las encuestas y reforzar los criterios éticos.
La investigación abierta no desvelará los grupos de poder y las alianzas transnacionales que se encuentran tras los consejos de administración de las empresas demoscópicas británicas. Sin embargo, en los albores del siglo XXI la manipulación de las encuestas electorales se ha convertido en un sofisticado instrumento en beneficio de los grandes poderes fácticos.
Si analizamos la victoria de Cameron en el contexto de la “guerra sorda” que actualmente libran Estados Unidos y Europa, la manipulación de las encuestas para mantener en el poder al líder conservador británico, y evitar la llegada de los laboristas, cobra cierto sentido.
En la Europa liderada por Alemania -léase la canciller Merkel- crece la desconfianza hacia Estados Unidos a causa de una agenda global que pasa por doblegar a Rusia para dejar así despejada la próxima etapa del imperio norteamericano: centrar su principal esfuerzo en China, su gran oponente económico y militar.
Merkel encabeza una línea de pensamiento que se abre paso lentamente en el viejo continente, por el cual Europa no puede crecer y desarrollarse dando la espalda a Rusia. Sobre todo por un aspecto geopolítico esencial: Rusia, aparte de representar un gran mercado para la economía europea, es el puente natural entre la Unión Europea y China, a punto de convertirse el gigante asiático en la primera potencia económica mundial.
Aquí es donde cobran sentido las encuestas electorales del 7-M. Reino Unido es un histórico y fiel aliado de Estados Unidos. Por su condición insular los intereses nacionales británicos pasan, bajo cualquier circunstancia, por una estrecha alianza de Londres con Washington.
Reino Unido es la cuña de Estados Unidos en la vieja Europa. Y la vieja Europa no puede ganar en fortaleza marginando al Reino Unido. De ahí que en estos delicados momentos de fractura en el eje euro-atlántico, la victoria de Cameron -“uno de los nuestros” para Washington- y su compromiso de realizar en 2017 un referéndum sobre la permanencia de Gran Bretaña en la Unión Europea, sea el órdago de Londres para reconducir en los dos próximos años la incipiente alianza de Berlín y Moscú.
De ahí que resultase crucial “asustar” al electorado británico con una apocalíptica derrota de los conservadores. Angustia social que mantiene a Cameron en el poder más fuerte aún gracias a una mayoría absoluta de 331 escaños que le permitirá gobernar esta vez en solitario. Cifras que ninguna de las decenas de encuestas “cocinadas” por sesudas empresas demoscópicas anticipó. En clave interna, justo es reconocer que su victoria le permitirá completar un programa económico que ha sacado al país de la recesión y le ha llevado a un crecimiento del PIB del 2,8% en 2014.
La experiencia británica es un excelente ejemplo para reflexionar sobre el papel de las encuestas españolas en las próximas convocatorias electorales, si tenemos en cuenta que la ingeniería social no tiene fronteras.
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