OPINIÓN

Meditación en un cementerio

Jesús Antonio Fernández Olmedo | Domingo 04 de julio de 2021
Cuando visitas un cementerio solo con el interés de la curiosidad, del recogimiento o de la meditación se pueden producir cosas.

En primer lugar, te das cuenta de que no somos dueños de nada, ni siquiera de nuestros pensamientos porque la mayoría de las cosas que pensamos nos las meten.

Por otro lado, te das cuenta de que en las zonas del sur hay un cierto ocultamiento o pánico dicho sea de paso al tema de la muerte, porque los cementerios están ubicados en las afueras de las ciudades, extrarradio o polígonos industriales, diferente a los lugares del norte donde suelen estar adentro de las poblaciones y la gente tiene más contacto con el tema de la muerte en la vida cotidiana.

Esto evidencia un rechazo social al tema de la muerte en las zonas sureñas.

Normalmente hoy no suelen existir las reacciones humanas, sólo cuando la implacable muerte llega a seres cercanos o queridos.

El hecho de visitar los cementerios por la población en general salvo casos es un acto hipócrita, ya que se trata de poner flores o limpiar cuando al alma ya no le importa el cuerpo, el mundo físico y si has tenido que hacer algo importante por esa persona es en vida cuando lo tienes que hacer, de nada valen las lamentaciones porque después solo queda el culto. ¿Para qué mantener tanta compostura si la persona ya murió?

Distinto a un acto de recogimiento de algunos minutos donde uno apele al recuerdo de alguien muy querido que ya no está en el mundo físico.

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