El pánico ha entrado en la casa popular. El último CIS no es el culpable.
María GARCÍA CERVIJÓN | Domingo 10 de mayo de 2015
Apenas ha sido la puntilla que le faltaba a la formación liderada hoy por Mariano Rajoy antes de entrar en una campaña que se antoja dura, árida, áspera y rasposa, y en la que cualquier desliz sepultará a un candidato.
Rajoy ha planteado estos quince días de mítines, eslóganes y promesas varias en clave nacional. Quizás algún erudito en estas ciencias le ha sugerido al oído que ésta es la única forma de recuperar el voto de una larga legión de indiscretos desencantados con sus siglas. Desde luego en Andalucía esta iniciativa no funcionó. Más bien al contrario. Produjo rechazo. Una de las cualidades que en opinión de sociólogos, politólogos y expertos en la materia entienden que es característica singular del jefe de los populares.
Así es. Son una mayoría quienes creen que el dirigente gallego no resulta creíble por mucho que se empeñe en pedir que nos fiemos de él. “Les irá bien”, ha dicho en un reciente desayuno informativo en el que la plana mayor del PP se partió la caja de risa a cada una de sus chanzas como si fuera parte de ese público en directo de los seriales televisivos norteamericanos. Una suerte de clac portátil para encumbrar tan grande elocuencia. Eso sí, los comentarios sin cámaras han sido de otro género.
Difícil encrucijada
Carisma o no, rechazo o lo contrario, lo cierto es que el Partido Popular se encuentra en una difícil encrucijada si lo que pretende es convencer al votante desafecto o atraer al que ya se ha ido. Los sondeos les dan, día sí, día también, una pérdida de votos de extraordinaria urgencia. En tres años han permitido que salieran volando a otros nidos nada menos que 20 puntos. Y mientras, el PSOE, con un Pedro Sánchez que camina aún con la brújula averiada, pero que viaja en un coche más potente de lo que parece, Marca PSOE, va día sí, y día también rebañándole apoyos a Podemos para engrosarlo a su porcentaje en las urnas. Por cierto, una operación que en nada beneficia a Génova 13. Y si de verdad Podemos era un invento de la factoría popular y de las cadenas de televisión, al PP le vienen mal dadas. Otro error táctico que pasará factura. ¡Cuánto desacierto acumulado!
¡Y qué decir de Ciudadanos y de los numerosos tropiezos con los naranjitos!, los adversarios más próximos ideológicamente y a los que vapulean sin ningún efecto que el de multiplicar sus votos de manera paulatina. En definitiva, y como dirían los pastores, las ovejas del PP, empujadas por su Gobierno, andan como vaca sin cencerro. Desnortadas, vendiendo una mejora económica que empieza a notarse en algunos sitios, pero que no es percibida con el suficiente entusiasmo como para cambiar el contenido del sobre que el 24 de mayo millones de españoles depositarán en las urnas.
Una mayoría desperdiciada
A la falta de liderazgo de Rajoy, a la impericia para transmitir los logros de su política económica, a la incapacidad para empatizar con los problemas de los ciudadanos, por no hablar de la alergia que le provoca dar explicaciones ante los medios, o los numerosos escándalos de corrupción que taponan el sentido del olfato, se suma una larga ristra de incumplimientos así como el incompresible plagio a buena parte de las acciones del Gobierno de Zapatero, el patriota de hojalata.
Pues bien, con todos estos credenciales y algunos más, el PP de Rajoy se hunde. Consigue mayorías en algunas ciudades. Mayorías exiguas, todo hay que decirlo. Y hasta es posible que saque más votos que ningún otro partido en las generales, lo cual tampoco será un mérito teniendo en cuenta lo fraccionado que se presenta el mapa político. Pero ese triunfo, en cualquier caso, no sirve para nada. Ganar, y no hacerlo con mayoría sobrada es como tener un tío en Alcalá... Y si no que se lo pregunten a Javier Arenas.
El Partido Popular ha gozado de una mayoría absoluta envidiable para cualquier formación que llega al poder. Cierto es que esta crisis no es el mejor de los escenarios para desempeñar la labor de un Ejecutivo. La economía ha empapado todas y cada una de las iniciativas del equipo de Rajoy, que se va dejando la sensación de ser un grupo, salvo dos o tres honrosísimas excepciones, de advenedizos e inexpertos en la política de Estado, y de sabios en el enredo y en la confusión. En definitiva, una actuación de poca altura, despertando las quimeras de los Gobiernos de Zapatero, que ya es mucho decir.
Las ruedas de prensa y muchas intervenciones en el Parlamento recuerdan a los mismos tics y a la misma cantinela. Recitales de opositor cantando ante el profesor que prepara la prueba final. Y en cuanto a las incompletas decisiones, y al aún más apretado predicamento, todo ha sido al dictado de las directrices de la Unión Europea, con un Gobierno incapaz de hallar más soluciones que las institucionales en lugar de mimar el bolsillo del contribuyente, léase, del votante. En roman paladino, un gobierno malo y aburridísimo.
Pues bien, sin líder respetado y con este macuto, así se presenta el Partido Popular el 24 de mayo, antesala de las generales. No hay que ser la bruja Lola para adivinar la dirección de los resultados, o la poca gracia que le hace a algunos dirigentes del PP (no sé si de los sorayos o de los aznaristas) que Rajoy se signifique tanto en esta campaña. Entre tanto fuego cruzado, Felipe González ya se ha atrevido a ponerle etiqueta a la foto fija del fin de legislatura, adelantado un Parlamento a la italiana.
Cuando la mecha se apaga
Construir un líder, crear una figura en unos meses es harto complicado. Hoy priman los líderes jóvenes, simpáticos, sin herencias negativas en la mochila. La experiencia ya no es un grado aunque se empeñen los políticos tradicionales a los que les avalan penosos o cuestionados resultados. Forjar a un líder, esculpirlo, necesita espacio. De tiempo, y de un discurso con un tema predominante, otra de las materias pendientes del señor Rajoy.
Pero el Partido Popular ya no dispone de días, de horas, de segundos para ello. La mecha se consume, y el enfermo ha ingresado en urgencias sin médico a la vista. Esta no es la estampa del agorero, es la de la realidad por mucho que cueste reconocerlo. En este devenir, algunos de sus políticos han reaccionado con acierto apartando las críticas concentradas en Ciudadanos. ¡Veremos si llegan a tiempo! Además, la división dentro de la formación tampoco ayuda. Las voces, las filtraciones interesadas dinamitan el poco capital que les arrienda ganancias. Así el estado de las cosas, ¿qué le queda a este partido para resurgir y mostrarse como una auténtica alternativa de Gobierno a su último Gobierno?
Nos enfrentamos al fin de una etapa y al arranque de otro ciclo. Después del 24M, el mapa político no se parecerá en nada al que conocemos este momento. Será cuestión de adaptarse. Muchos de los próceres que hoy nos gobiernan, no importa su edad, ya no valen. No hay que apelar al revanchismo. Pero la sociedad demanda un estilo distinto de hacer política. Quiere primarias, nuevas leyes, reformas con luz y taquígrafos, pactos, nuevos líderes, nuevas siglas, frescura, originalidad, cerebro e ilusión. Sin ilusión no hay política, y sin política no hay democracia, eso lo saben las ranas del estanque del Retiro... Ha llegado una nueva época que requiere de otras formas. Y quien no lo comprenda no sabe dónde está ahora España. Esto no es Reino Unido, y aquí no nos sobran Churchill.
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