J.M.MARTÍNEZ DE HARO | Sábado 19 de diciembre de 2015
El emergente Ciudadanos, con la sonrisa telegénica de Albert Rivera como único bagaje, es un producto del marketing político que ha llegado al mercado electoral en el momento oportuno. La nueva formación política, utilizando un discurso oportunista apoyado en la integridad, podría estar financiado por las grandes empresas y bancos para desplazar a un PP que no ha tenido intención alguna de regeneración o recambio.
En estos días de dudas e incógnitas preguntó a una familia amiga, votante natural del PP, cuyos hijos desaprueban la gestión de Rajoy en asuntos de trascendencia y responden que votarán la lista de Ciudadanos.
La insistencia de los hijos y nueras ha debido hacer mella en el ánimo de los padres que fueron encuestados por una empresa demoscópica y contestaron que no habían decidido aún a quien votar.
En plena discusión política me dice el padre: pues mira, al final, creo que mi mujer y yo votaremos otra vez al PP, pero esta vez sin ilusión alguna, más bien sin esperanza. Mis hijos dicen que no hay marcha atrás, que votarán a Cs. Tal vez tengan razón, pero a mí me parece que este partido no tiene solidez para gobernar.
El comentario de mi amigo me hace reflexionar y durante varios días me leo todo lo que se refiere a Cs y a Rivera, y la verdad, no me aclaro. Unas veces se muestran intransigentes hasta el extremo. Otras, muy comprensivos con la Junta de Andalucía y sus políticas y encubrimientos respecto a la corrupción institucionalizada.
Me da que Ciudadanos no es un partido propiamente dicho. Solo aparece Albert Rivera, siempre con su sonrisa telegénica, y siempre aseado. Podría ser un producto del marketing político, algo que ha llegado al mercado electoral cuando los consumidores están predispuestos a comprarlo.
Días después comparto con el padre de la familia amiga mis dudas sobre Cs, y me responde que no ha logrado convencer a sus hijos y nueras. Efectivamente,
están de acuerdo en la escasa solidez de Ciudadanos, en el personalismo de Rivera, en su discurso oportunista falsamente apoyado en la integridad, en que la nueva formación política es un producto de laboratorio, financiado por las grandes empresas y bancos.
Pero los hijos de mi amigo creen que Cs es la única herramienta para desplazar a Rajoy ya que en el PP no ha habido intención alguna de regeneración o recambio. Se avergüenzan que en las listas al Congreso aún figure Celia Villalobos y que Gómez de la Serna este aún como candidato por Segovia.
Entonces, ¿en qué política se mueve el PP?, pregunto al padre. Me responde que sus hijos creen que en la del siglo XX, en la misma política que se heredó y continuó en la Transición. Solo que ahora, a diferencia de la época Fraga, el PP está hasta las cejas de corruptos.
¿Qué ha cambiado desde 2011?, pregunto de nuevo. Espera, que he quedado con uno de mis hijos y te lo dirá él mismo. El joven, ingeniero de profesión, llega al rato y responde a mi duda: creo que hemos llegado a la situación actual por tres deficiencias democráticas.
La primera, el debilitamiento progresivo del impulso constitucional que inspiró la Transición. La segunda, la crisis económica y sus secuelas además de la corrupción generalizada en la política española. Y por último, el desafío al Estado de los separatistas en Cataluña.
Este panorama explica, a juicio del joven, el nacimiento de los partidos emergentes. En concreto, Ciudadanos con motivo de su enfrentamiento directo a los separatistas catalanes, y por la corrupción y la falta de regeneración del PP y del PSOE.
Se incorpora a la conversación la nuera de mí amigo, una joven socióloga, que responde a la pregunta sobre Podemos, el otro emergente: es un subproducto de la izquierda más rancia de Europa, en ningún país desarrollado europeo surge un partido semejante, solo en Grecia, por su atraso económico.
Me quedo con la anotación de estos dos jóvenes, testigos de un momento singular de España que el 20 de diciembre acude a las urnas dueña de su destino.