OPINIÓN

Hermosísima y cinematográfica oda a la amistad entre distintos y distantes: El caracol y la ballena

Luys Coleto | Viernes 05 de marzo de 2021
Hinchado y henchido de férvido resoplo, pintiparado hálito y locoide avidez por conocer mundo y mundos (“cómo anhelo navegar”), abracadabrante y simpático caracol da comienzo a peculiar odisea. Se junta, se "pega" más bien, a la cola de una ballena jorobada. Tal “extraña” pareja recorrerá mares y piélagos y océanos plurales. Súbito y malhadado día, nuestro cetáceo pierde la orientación, acabando varada y extraviada en aislada ensenada. Su nuevo amigo, el caracol, pues, en su auxilio. Y ambos, libres y salvajes, lo que tanto se echa de menos hoy con nuestra actual plandemia. Ahora, en carteleras españolas.

Cuidar nuestro entorno natural, despreciar la genocida Agenda 2030

Bella- bellísima - historia de amistad, transitamos fascinantes y pasmosos mundos de los fondos marinos. La importancia de cuidar no solo el mar, sino la flora y la fauna que lo habitan, clave. Eso es nuclearmente nuestro relato, eslabonando tres cortos, con aderezos visuales rematadamente disímiles, cuando no opuestos: bellísima historia de dos personajes aparentemente enfrentados, pero que se complementan a la perfección.

Prosiguiendo, en ese sentido, la sugestiva estela de otras alhajas cinematográficas- Ernest y Celestine: cuentos de invierno, El viento entre las cañas, Nieve y los árboles mágicos- nuestra historia se encuentra impregnada de un ineludible leitmotiv: la necesidad de cuidar no solo el mar, sino toda la fauna y la flora que lo habitan. Tan alejado todo ello, el esmerado y razonable cuidado de nuestro entorno, por cierto, de las liberticidas agendas de la siniestra ONU. 2030 (y más allá): a saber, decimocuarto punto de los tenebrosos ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible). Por poner señero ejemplo, una secuencia. El molusco socorriendo a la ballena pulveriza en breves y sencillos fotogramas la insidiosa y genocida propaganda de la citada ONU.

Excelente narración

Basado en un libro homónimo de Axel Scheffler y Julia Donaldson, nos hallamos ante la segunda ocasión en que Max Lang, uno de los directores (el otro es Daniel Snaddon), adapta una obra de los referidos escritores, pues ya lo hizo en 2009 con la magnífica El Grúfalo, nominada en su día al Oscar al mejor cortometraje de animación.

A la sazón, nuestra cinta rebosa magnética potencia (y calidad) visual, con personajes excelentemente bosquejados, medulado todo ello por una estética aparentemente “infantil” que, desde luego, no desdeña en ningún instante su aspecto, digamos, técnico. Más bien al contrario. En ese sentido, los fondos marinos devienen turbadora y fascinantemente realistas. Pero no solo tales fondos.

Excelente y enjundioso y didáctico relato.

En fin.

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