Javier Arias | Jueves 08 de octubre de 2020
Numerosas voces alertan, en las sociedades desarrolladas, de la erosión de los valores democráticos, de la pérdida de referencias sobre las libertades y la separación de poderes que son consustanciales a la esencia misma de lo que puede considerarse una democracia.
Se debilitan, tambien, los consensos mínimos imprescindibles para que una sociedad pueda mantenerse y progresar. Hay un impulso hacia la degradación y el enfrentamiento, rompiendo los grupos sociales en fragmentos, cada vez más pequeños y cada vez más tentados de someter esas diferencias al veredicto de la violencia.
Desde numerosas instancias de poder, se pone en cuestión la viabilidad de las naciones, se aboga por romper la cohesión social, por multiplicar las diferencias, por silenciar los debates y doblegar la opinión libre.
Aprovechando el Covid19, numerosos gobiernos han silenciado sus parlamentos, comprado los medios de comunicación, empujado a sus países hacia una situación predictatorial, en la que se puede mentir a los ciudadanos con descaro, o realizar compras y pagos fraudulentos de los que no tienen que dar explicaciones, mientras confinan a los ciudadanos, restringen o anulan sus libertades y conciertan políticas supranacionales al margen de los votos, imponiendo un pensamiento obligatorio y reprimiendo, y silenciando, al que disiente.
Pero esto no es casual. Sin entrar en ninguna teoría conspirativa, está bastante claro que asistimos a una maniobra política, para pasar a dirigir (al margen de la democracia) amplias zonas del mundo, y el mundo entero-si se puede- por parte de un grupo de grandes magnates, sus testaferros políticos y mediáticos que quieren convertir las sociedades en instrumentos débiles, al servicio de los intereses de esos multimillonarios. La novedad es que miles de izquierdistas colaboran en esos propósitos (la mayoría sin saberlo), a través de organizaciones generosamente financiadas por los plutócratas.
Soros es la cara más visible de ese grupo de magnates que buscan destruir las democracias, las naciones que las albergan y las raíces que las hacen reconocibles. No porque sean malvados sino porque eso les permitirá el control de sociedades pequeñas, desestructuradas y débiles, reduciendo sus problemas e incrementando sus beneficios.
Son los globalitarios.
No es nuevo. Se los ha llamado “el estado profundo”, el “complejo militar industrial”... pero son un potente gobierno en la sombra capaz de influir sobre muchos países, alterar su estabilidad y hasta cambiar resultados electorales, o inducir golpes de estado para construir lo que algunos llaman el Nuevo Orden Mundial.
Lo han hecho muchas veces. Hemos visto sus manos y su dinero en las llamadas “revoluciones de color”, pero baste recordar que ya en 1975, bajo la influencia de las fundaciones Ford y Rockefeller, la primera ministra india, Indira Gandhi, utilizó poderes de emergencia para designarse, a sí misma, como una virtual dictadora del país y declaró una emergencia nacional, para implementar un programa de esterilización obligatoria a gran escala, encarcelando a los disidentes.
¿Quienes son ?
Hay numerosos y diversos, pero los asistentes habituales al Foro de Davos están en esa sintonía. Lanzado en 1971, el Foro de Davos tiene como objetivo genérico "mejorar el estado del mundo" y reúne a los líderes empresariales y a elementos clave de la política, la filantropía y la academia que alinean posiciones. Muchos aprovechan el evento para celebrar reuniones privadas sobre temas como la inversión en sus países, y también como una oportunidad para hacer negocios.
Al encuentro asisten líderes mundiales, figuras clave de Naciones Unidas y la Unión Europea y los jefes de grandes empresas como Coca-Cola, Goldman Sachs e IBM. Entre los invitados (y financiadores) habituales se encuentran el multimillonario George Soros, Bill Gates, el ex primer ministro británico Tony Blair, el jefe de Facebook Mark Zuckerberg y el cantante de U2, Bono. Los presidentes de grandes empresas como Iberdrola, YPF, Telefónica o Banco Santander, son casi permanentes.
Para no llevarnos a engaño, recordemos los propósitos del Foro Económico mundial de Davos (de los que Soros y sus aliados son recurrentes participantes), en este 2020 y sus objetivos: “el Foro Económico Mundial ha desarrollado siete grandes temáticas, que marcarán la agenda a nivel mundial a lo largo del 2020 en la búsqueda de la consecución de un capitalismo más consciente, sostenible y cohesionado”.
Numerosos políticos se reúnen habitualmente con Soros y otros magnates. Cristina Fernández de Argentina, Pedro Sánchez de España, Justin Trudeau de Canadá, Mújica de Uruguay... lo visitan o reciben a menudo, con una opacidad que merecería investigaciones judiciales, sobre los propósitos y resultados de tales encuentros. Son, precisamente los que quieren autodefinirse como “progresistas” aunque a la vista de sus resultados, del desatre que generan sus políticas en sus paises y entre sus votantes deberiamos llamarlos “pobresistas” porque es la pobreza y la represión lo que les caracteriza y su casi único legado para la posteridad.
A nivel de relaciones, en ese gobierno en la sombra, vemos ademas de a Soros y sus Open Society Foundations, a la familia Ford, a los Gates (Microsoft), los Rockefeller, Omidyar (Pay Pal), Google (Tides )... Podemos decir también que la socialdemocracia internacional (Partido Demócrata estadounidense, Laboristas británicos, peronistas argentinos, socialistas españoles, franceses o alemanes...) giran en su órbita, junto a todo el aparato mediático, educativo y cultural sobre el que influyen.
Un ejemplo clarificador es que la Fundación Gates es la principal donante de la fundación de The Guardian, el diario inglés, aliado con otros medios socialdemócratas como El País (España), Le Monde (Francia), Clarín (Argentina) o La Repubblica (Italia), habituales panegiristas de Soros.
A pesar de que pueda haber roces o diferencias menores, coinciden en una agenda común que incluye : aborto y reducción de la reproducción; agenda LGTB, imposición del pensamiento único como obligatorio; apocalipsis climático; apoyo a la inmigración descontrolada; despenalización de las drogas y la eutanasia; fomento de la fragmentación social e impulso al enfrentamiento... Es un temario común, una agenda de destrucción de las sociedades democráticas y sus sustitución por sociedades débiles (que llaman “abiertas” porque maquillan mejor el objetivo) con gobiernos débiles en manos de organismos supranacionales que controlan esos magnates…La democracia en riesgo y las elecciones libres, bajo amenaza.
Globalitarios y pobresistas empeñados en un programa común que nos lleva a la pobreza, la muerte y la tiranía.