Joaquín ABAD | Viernes 09 de octubre de 2015
Y es que Pedro Sánchez ya se ve de inquilino en Moncloa, con Albert Rivera de vicepresidente, ya que los de Ciudadanos se sienten incómodos apoyando a un Partido Popular judicializado por la corrupción. Si en Cataluña había que huir de Convergencia y su tres por ciento, ahora lo que se impone es distanciarse de los populares, dedicados a coleccionar Blesas, Ratos, Gürteles, Púnicas...
Es el comentario en los corrillos políticos madrileños. Sánchez y Rivera ya han pactado en secreto el asalto a La Moncloa. Ni Europa ni Estados Unidos están por la labor de que Sánchez se apoye en Pablo Iglesias. Y las personas adecuadas han hecho llegar los mensajes adecuados a los dos dirigentes.
Pero el pacto secreto lo ha reventado Moncloa, con la ayuda de quienes se dedican a controlar reuniones y grabar conversaciones. Todo vale para salvar los muebles. Los sondeos lo dejan bien claro. El Partido Popular se hunde.
Aznar lo sabe y maniobra con sus reducidas huestes. Pide ayuda dentro y fuera. Hay que convencer a Mariano para que no se presente y se repita con el PP lo que pasó en el ochenta y dos con UCD. La historia escribiría que un registrador de la propiedad liquidó en cuatro años al partido conservador más fuerte de la historia reciente de España.
También presionan los jefes democristianos europeos: ¡busquen rápidamente un candidato alternativo! Dicen que Merkel está enfadada con Rajoy. Todos le urgen a que nombre un cabeza de lista que frene la deserción de votantes. Parece que le han convencido y prepara sorpresa.
La noticia ha mosqueado a Sánchez y Rivera. Se frotaban las manos con una campaña fácil contra un PP paralizado y un presidente, Mariano Rajoy, noqueado tras el panorama que deja después de cuatro años de mayoría absoluta donde pudo haber reinado con comodidad.
Una mayoría absoluta que le permitía democratizar la justicia, acabar con la corrupción, regenerar la política y un sinfín de medidas que ni siquiera se planteó poner en marcha, a pesar de haber sido anunciadas en el programa electoral.
Y digo que se frotaban las manos, porque ahora andan descompuestosno sea que el candidato a batir, como apuntaba mil21 el miércoles, se llame Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia. Un orensano con fama de ganar elecciones. Más joven. Mejor imagen que Rajoy. Mejor carisma que Rajoy. Sin ninguna sospecha de haber convivido con casos de corrupción, como Mariano Rajoy.
Dicen que por los pasillos de Moncloa estos días se afilan las navajas para ir de número dos en la lista popular. La vice, Soraya, que pretende ser la sucesora natural de Mariano, también está de los nervios para que la operación Núñez Feijóo no se confirme.
Ha salvado de la quiebra a los dinosaurios El País y El Mundo, a base de presionar a bancos y regar de publicidad institucional las páginas de ambos rotativos. Y claro, en ambas redacciones Soraya es poco menos que Dios.
Sánchez y Rivera temen enfrentarse a Núñez Feijóo. Porque Soraya sería más de lo mismo. Tiene regate en corto y mala leche, pero le falta imagen, carisma, liderazgo y tirón, aunque se dedique a bailar en La Sexta. Además durante cuatro años ha sido la corresponsable de todos los desatinos del Presidente. Ni más ni menos.
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