“La mayor enfermedad hoy día no es la lepra ni la tuberculosis sino más bien el sentirse no querido, no cuidado y abandonado por todos” (Teresa de Calcuta)
Muchos de los recientes emigrantes en Alemania nos llevamos lo peor de la crisis, incluyendo los cientos de miles de españoles que han venido escapando de otra crisis no menos grave.
Los mismos factores que deprimen económicamente a todos los ciudadanos cobran dimensiones dramáticas para los recientes migrantes. Primero, disminuyendo sus ingresos. El freno a la actividad económica que ha requerido el distanciamiento social afecta de forma desproporcionada a algunos sectores económicos como los restaurantes, hoteles, y comercios que se desarrollan de forma presencial. En efecto, los primeros dos de estos sectores, que emplean más de 1.500.000 personas en Alemania y se han decretado en emergencia, tienen el agravante de tener tasas de informalidad elevadas. Como podemos intuir por la tonada que huimos de los mozos que nos pueden haber servido en los últimos meses, miles de españoles trabajan en estos sectores. De hecho, una encuesta de Adecco de 2019 encontró que el 60,5% de los españoles migrantes que declararon tener empleo, lo tenían en los tres sectores mencionados.
Pero además los mecanismos que impiden que los ciudadanos caigan en la pobreza funcionan peor en el caso de los recientes migrantes. En primer lugar porque no tenemos ahorros significativos para soportar una sequía económica, luego de que tuvieron que invertir lo que tenían en venir a Alemania y establecerse. Segundo, porque no contamos con redes familiares o de amistad amplias sobre las cuales apoyarnos en momentos de crisis como la que vivimos.
Finalmente, porque las políticas del Estado alemán diseñadas para aliviar los efectos de la crisis sobre sus ciudadanos, como el Ingreso Familiar de Emergencia y el bono para los beneficiarios de la Asignación por Hijo excluyen a la mayoría de los recientes migrantes al requerir que el solicitante sea alemán o tenga al menos años de residencia legal o aporte contrato laboral.
La combinación de todos estos factores hace a los migrantes recientes, incluidos los más de 20 mil españoles que han llegado al país en los últimos 24 meses, particularmente vulnerables. Tanto, que pensamos que el problema es una potencial bomba de tiempo. Una bomba humanitaria para ellos, que no tienen dónde acudir. Pero también una bomba para la sociedad, una vez se enfrenten al dilema de salir y violar la cuarentena para tratar de ganarse la vida, o morir de hambre en la casa.
Mi llamado es a que se flexibilicen las condiciones para acceder a las ayudas del Estado para incluir a los residentes legales -que cuentan con DNI europeo pero que tienen menos de un año de residencia legal, lo que abarca una buena proporción de los migrantes recientes. No sería una medida inaudita: Portugal, por ejemplo, otorgó a los inmigrantes y solicitantes de asilo derechos de ciudadanía plenos (aunque temporales, mientras exista la pandemia) con el objetivo de brindarles acceso a seguridad social y atención médica a todos los que viven en su territorio.
Finalmente, pensamos que es legítimo preguntarse por qué el Estado debe atender a los migrantes cuando los recursos no alcanzan para los mismos alemanes. Adelantamos dos razones. Primero porque es del interés de todos: Que un grupo quede con hambre, obligado a violar la cuarentena expuesto al virus, afecta a toda la sociedad por la naturaleza de la transmisión. El virus no distingue a los migrantes. Segundo, por razones humanitarias. Hacerlo va en línea con los valores y la historia de Alemania como país de migrantes y solidario.