El pasado martes el consejo de ministros aprobó el anteproyecto de la nueva Ley de la Memoria Democrática que sustituirá a la ley de Memoria Histórica aprobada en 2007 durante el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero.
Su nueva denominación de “Democrática” en lugar de “Histórica” parece más adecuada a los nuevos tiempos y tiene una pretensión inclusiva. Es probable que la anterior generara más recelos entre lo que se denomina bando vencedor, las diferentes derechas. Y que en esta nueva se puedan sentir más cómodos.
Ojalá sea así, porque ya va siendo hora que nos enfrentemos a aquellos terribles tiempos de manera objetiva y no sectaria, con ánimo de encuentro y no de confrontación.
Nuestra guerra civil provocó crueldades, barbaridades, desde ambos bandos y sería bueno que todas y todos los reconociéramos, que nos solidarizáramos con el sufrimiento del “otro” y pidiéramos perdón por los desmanes cometidos.
Pero también debemos tener el cuenta que lo ocurrido con posterioridad tiene un solo responsable, la dictadura que se impuso a sangre y fuego cuando ya no existía contienda y tenían el poder.
El daño infringido al bando perdedor fue injusto, ya que en lugar de haber trabajado seriamente una reconciliación nacional se provocó justo lo contrario.
Todos deberíamos hacer por tanto un ejercicio de autocrítica, las izquierdas por los errores cometidos en la guerra y las derechas además por los de 40 años de dictadura.
Una vez hecha debería imperar el perdón y la convivencia democrática.
El franquismo utilizó la fuerza y no la razón para imponerse, incluso hasta sus últimos años.
Los que sufrimos aquella negra etapa del tardofranquismo tenemos derecho a exigir reparación por el daño causado.
Las gentes de derechas deberían entender que no se debió detener, vejar, maltratar, incluso encarcelar o asesinar, sólo por pensar diferente, o por ejercer derechos que ahora están normalizados, como el de libre expresión o crítica.
Nadie debe ser perseguido y castigado por ese motivo. Por eso ahora con esa nueva ley cuando sea aprobada por el Parlamento, la democracia, nuestra democracia, saldará una deuda pendiente con quienes sí lo fueron y sería muy importante que al menos la parte más racional de las derechas, PP y Cs, fueran capaces de aprobarla.
¿Acaso no deben entender que no se puede mantener unas injustas medallas a torturadores como “Billy el niño”? ¿No comprenden que es profundamente injusto y doloroso que miles de compatriotas sigan aún en fosas desconocidas? ¿No se dan cuenta que sus familiares tienen derecho a enterrarlos en un lugar donde ir a llorarlos?
No pueden, no deben, desperdiciar esta nueva oportunidad histórica para corregir errores anteriores.
La solidaridad que exigimos para otras cuestiones debemos aplicarla también a este tema, sin confrontaciones estériles, sin vencedores ni vencidos, unidos en búsqueda del bien común, desde la altura de miras, y la bondad racional.
Esperemos que en ese tránsito que esa derecha parece haber iniciado, le lleve a un punto de encuentro con el resto de españoles de la otra orilla. Esa ley puede permitir la construcción de puentes por los que volver a encontrase a, como decía Antonio Machado, las dos Españas. Seamos optimistas.
Casualmente, o no, va a coincidir con que el próximo lunes 21 se conmemora el “Día Internacional de la Paz”, así con mayúsculas.
Desde el lugar donde escribo esta reflexión valoramos mucho la paz, porque durante demasiados años carecimos de ella, presionados y atacados por la violencia de ETA.
A algunos nos tocó pasar directamente de una dictadura del franquismo, a otra del mundo etarra.
Hubo como en el primero demasiado sufrimiento, demasiado odio y confrontación. La violencia de ETA provocó en algunas ocasiones la violencia del estado. A una injusticia se le respondió con otra y así la sociedad se vio de nuevo entre el fuego cruzado de dos contendientes.
Ambos bandos sufrieron, porque como en el caso anterior ambos cometieron tropelías. El asesinato, la presión, la extorsión, de unos tuvieron la respuesta de medidas carcelarias injustas, o de casos de tortura intolerables. La venganza nunca debe dominar las acciones y menos las institucionales.
Debemos reconocer que ambos cruzaron esa delgada línea roja de la ética, que nadie jamás debería traspasar.
Aunque aún queden cuestiones pendientes de resolver, como aplicar de manera justa las normas carcelarias a los presos de ETA, la paz ha permitido en estos años trabajar la convivencia y poco a poco ir restañando heridas.
Aquí lo entendemos porque fuimos los que más sufrimos, pero el resto del país debe entendernos a nosotros, debería respetar los acuerdos y avances que aquí pongamos en marcha.
Por ejemplo entender que si un preso, por muy canalla que haya sido, se suicida quizás por la presión de medidas carcelarias injustas, que alguien de nuestra orilla lo lamente, aunque sea el Presidente del Gobierno, debe ser entendido como un gesto de humanidad, de gentes biennacidas y no utilizarlo políticamente para ir contra nuestra propia convivencia.
Tenemos ya la paz, ahora debemos cuidarla, atenderla, fortalecerla corrigiendo situaciones injustas para que todos, todos, nos sintamos cómodos en ella.
Memoria Democrática, Paz, reconciliación, bellas palabras cuando existen en la sociedad actual. Recordar lo que para la última señala la RAE: “acordar los ánimos desunidos”, que aplicaron Santiago Carrillo y el PCE con la ayuda de gentes de la altura moral de Suarez o Tierno, durante esa ejemplar Transición que ahora tanto recordamos, respetamos y añoramos.
Seamos capaces de mantenerlas y protegerlas.
Veremos…