Por Pedro Pitarch.- Teniente general retirado, ex jefe del Eurocuerpo y de la Fuerza Terrestre y ex director general de Política de Defensa en el Gobierno de Zapatero
Lunes 14 de septiembre de 2020
El voto, para ser democrático, debe ser libre, secreto e informado. En las generales de noviembre de 2019, los votos a Sánchez cumplieron las dos primeras condiciones. Pero tan solo 48 horas tras las elecciones, él firmaba un pacto de coalición con Pablo Iglesias (UP). Con ello revelaba el engaño a sus votantes, con los que había adquirido el compromiso, durante la campaña, de no realizar tal coalición. No se dio así conocimiento justificado en el voto. No se cumplió la tercera condición. Por tanto, el voto a Sánchez no fue democrático. La investidura, el 7-E, fue la mera consumación aritmética de una estafa electoral. En consecuencia, Sánchez es un presidente legalmente investido, pero ilegítimo de origen. Así de simple.
El pasado martes, Sánchez, ante el pleno del Senado, se hundió también en la ilegitimidad de ejercicio. Al declarar su pésame a Bildu (“siento profundamente”, dijo) por el suicidio del convicto etarra Igor González cometió una inmensa vileza. Una traición, un insulto y una ofensa a los asesinados por ETA. A todas las víctimas del terrorismo etarra y sus familiares. A las FAS y las FCSE, de las que tantos miembros fueron asesinados por el “delito” de servir a España y los españoles. A todos aquellos que, durante muchos años, íbamos a trabajar sin saber si regresaríamos vivos a casa. Pienso que Sánchez no se ha ganado, entre otras, la lealtad de las FAS.
Yo también lo ”siento profundamente”. Pero no el suicidio del criminal. Éste eligió el momento y la forma de morir, algo que los terroristas negaron a sus víctimas. Mi pesar es porque el etarra no se hubiera suicidado 30 años antes, lo que alcanza a sus compañeros del terror y palmeros. ¿O es que acaso los votos para la potencial aprobación de los PGE-21 justificarían cualquier tropelía o bandidaje?
Sánchez contamina al Gobierno que preside. Ejemplo paradigmático de tal infección lo ha dado la ministra María Jesús Montero, en su calidad de portavoz del Gobierno: "ayer fueron a negociar a Moncloa aquellos que aman España”, decía recientemente refiriéndose a Bildu, ERC y el PNV. ¿Se puede ser más cretina y ridícula? Y me pregunto: ¿dónde están las voces de Felipe González, Pepe Bono, Javier Solana, Pedro Solbes o Jordi Sevilla así como de tantos otros significados socialistas que ―supongo―, estarán muy disconformes con el sesgo que ha tomado su partido?
Don Pedro Sánchez, presidente del Gobierno, es una suerte de excrecencia de la democracia, al igual que los polipodios lobanillos o las verrugas lo son del cuerpo humano. Se caracterizan por la dificultad de librarse de ellos una vez que hayan enraizado. Pero el cotarro bulle. El escenario político nacional, con las crisis pandémicas (sanitaria, económica, social) como fondo y señuelos, está derivando hacia un indeseable estado de necesidad, que daría coartada a “soluciones” indeseables. Mientras tanto, la noble idea de democracia se nos está escurriendo entre los dedos. Lo de ahora en España no es una democracia: este Gobierno nos lleva por el camino hacia la república bananera. Y esto habrá que revertirlo. Digo yo.
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