Es perfectamente conocido que el ser humano es un animal territorial, a la vez que de grupo. Este grupo siempre necesita un territorio concreto sobre el que desarrollarse. Como mamífero colectivo necesitó de un espacio que dominaba para alimentarse y reproducirse. Todas las culturas, civilizaciones, imperios, reinos o simples etnias han necesitado un territorio sobre el que expandirse. Esos límites territoriales son hoy los conocidos como estados, la defensa de esa extensión ha dado lugar a las “Defensas de la Patria”, y a los hoy famosos nacionalismos.
Ese concepto ha sido inconsciente al máximo. Instintivo y absoluto. O se defendía un territorio o ese grupo se convertía en un pueblo paria. Estudiemos la famosa “Diáspora” Judía. Casi todos los seres humanos nos identificamos con el nombre del espacio físico que domina nuestro pueblo o estado.
Casi la exclusividad de las élites del pasado se ha construido en función a la defensa y dominación sobre esos territorios perfectamente definidos –fronteras-. Y el estudio de la Historia de la Especie Humana es en gran medida el análisis de los movimientos territoriales y la lucha por dominar unos u otros.
Para el futuro que vamos a crear es imprescindible la superación de ese sentimiento territorial instintivo e inconsciente. O más exactamente, el territorio será todo el globo terráqueo y, después, los territorios de otros planetas que colonicemos. Es posible que siga esa vinculación exhaustiva a un territorio concreto, como animal colectivo territorial que somos. Pero ese territorio ha de ser ya la madre de todos, el planeta Tierra. Es imprescindible que seamos conscientes que necesitamos imperiosamente un territorio sobre el que fundar nuestra vida, pero este ha de estar en permanente cooperación con todos los demás territorios y con todos los seres humanos.
Lo que sí está totalmente claro es que ya no se podrán defender territorios concretos con ese carácter nacionalista absoluto. Todos los territorios son de toda la especie humana, y lo que debemos hacer es desde la autoridad de la colectividad del planeta, ya sea la ONU u otra organización que acordemos, legitimar los estados existentes y legislar para que todos los ciudadanos podamos sobrevivir con el máximo equilibrio posible respetando esas legislaciones nacionales, a su vez, respetuosas de la legislación internacional. Lo contrario es vivir siempre en la misma rueda sin fin, la guerra permanente por unos territorios o los otros.
Si ya la humanidad lleva varios miles de años siendo plenamente consciente de la aplicación de criterios de dominación terrenal sin que se entre en contraposición directa, ¿Cómo es posible que se sigan dando esos enfrentamientos a muerte entre distintas élites de distintos territorios? alegando todas que lo único que hacen es defender a su espacio. Me explico: si ya sabemos disponer de un espacio privado para una familia o pequeña etnia, dentro de un municipio, que a su vez está dentro de una comarca, provincia o región, y a su vez dentro de un estado o nación, que ya desde tiempos inmemoriales casi siempre formaban parte de una organización de estados aliados con compromisos generales, ¿Cómo podemos a veces ser tan ciegos? Yo soy, Berciano, Leonés, Español, Europeo y Ser Humano. ¿Dónde está la confrontación entre esos territorios que no sea la ambición de unas élites que no gozan del poder, como ahora las catalanas, ayer las vascas, por toda Europa los Lepenistas, los partidarios del Brexit. Etc., que pretenden enfrentar a unas identidades contra otras, a unos territorios con los otros? Si ya sabemos que desde el inicio de la cultura en Sumer, la clave es el comercio, la colaboración y la cooperación, ¿Cómo podemos seguir cayendo en las redes de los que llaman a la confrontación? Cuando ya sabemos que solo lleva a la destrucción y el retraso de dicha cooperación.
Las élites para el futuro ya no creerán en territorios concretos para enfrentarlos con otros, sino en ser verdadera élite de la especie en todo el planeta tierra. Y saber que toda la actividad, de todo tipo, ya solo podrá ser en todo el territorio que la Especie domine, incluso, en el futuro que queremos crear, en los planetas circundantes.
Sobre el autor
Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, El sistema, y de reciente aparición Psicología de virtudes y pecados.