Nicolás Poveda | Jueves 20 de agosto de 2020
El título de la nota de hoy, no es una mera frase, es una verdad tan grande como el Monasterio de El Escorial, y hoy viene a cuento como consecuencia de la que se ha montado por la banda de Unidas Podemos con Don Juan Carlos Rey Emérito, que ha dado lugar a que nos diga “ahí os quedáis”.
Los que me conocen bien, saben que monárquico no he sido y si dicté sentencias en mi época de Juez y Magistrado en nombre del Rey, obedece a que si, soy hombre de palabra, y para acceder a la Carrera Judicial es preciso prestar juramento en serio, no como esa burla de los nuevos políticos, jurando por mi parte cumplir y hacer cumplir la Ley y la Constitución y respeto al Rey.
Partiendo de lo anterior, sin embargo, soy uno más de los españoles, bastantes al parecer, y según las últimas consultas electorales, bastantes más que los promotores del truco y la mentira, que estoy convencido de que, una vez que el Rey se apartó de sus actos institucionales, nada queda por reprochar en orden a tener una querida o amiga, o lo que sea, que me da igual, y en aceptar regalos de sus “primos árabes”.
Me han recordado desde mi tierra manchega un dicho que se atribuye a Cervantes y a nuestro Señor Don Alonso Quijano, que dice: Querido Sancho: Compruebo con pesar, como los palacios son ocupados por gañanes y las chozas por sabios. Nunca fui defensor de reyes, pero peor son los que engañan al pueblo con trucos y mentiras, prometiendo lo que saben que nunca les darán. País este, amado Sancho, que destrona reyes y corona piratas, pensando que el oro del rey será repartido entre el pueblo, sin saber que los piratas solo reparten entre piratas”.
No he encontrado este párrafo, pero me suena haberlo oído con anterioridad en muchas ocasiones en mi tierra, y bien podría ser de Cervantes puesto en boca de Don Alonso Quijano, por su contenido y su razón. Razón que pensamos no tenía tocada Don Quijote, porque la verdad es que la Humanidad ha funcionado gracias a buscar quimeras y mejoras en el vivir; en la “locura” de buscar la Justicia para los menesterosos, y en la “locura” de luchas contra los grandes y poderosos, aunque sean molinos de viento.
Me viene a la memoria, el papel sustancial que Don Juan Carlos tuvo en la transición, apartándose sin que ellos lo supieran, de los del antiguo régimen, para acercarse y abrazarse con personajes como Don Torcuato Fernández Miranda, verdadero mentor del Rey Emérito, y no el General Armada como otros dicen.
Con tal postura, jugándose el tipo ante el antiguo régimen, trajo a Don Adolfo Suarez, y ya saben lo que paso, Ley de Partidos políticos; Constitución; etc. Es evidente que el papel desempeñado por él y los suyos nos hace considerar al Emérito como autor del cambio fundamental.
Pero, además, supo mantener el tipo ante el General Milans del Bosch la noche del 23.F, con un discurso en TV con su uniforme militar, dando órdenes como superior a los militares sublevados, y ahí se desmontó todo.
Creo que estas dos contribuciones a la salud política de España eran más que suficientes para tener un respeto y una consideración que no ha recibido.
Es cierto, que mantuvo una relación escabrosa con una tal Corina, pero eso aceptado por esta carece de consecuencias delictivas, del mismo modo que las andanzas del Vicepresidente Galápago con sus múltiples relaciones.
El hecho de que le diera dinero a la tal Corina, no deja de ser una compensación, fruto de lo que sea, que a mi no me importa, como lo es el hecho de nombrar Ministro/a a la actual acompañante del galápago y proporcionarle un casoplón y un sueldazo soberano por decir, además de colocar a las múltiples acompañantes que se dicen en cargos y carguitos, por los que tras no hacer nada que haya tenido relevancia pública, cobran unos sueldos que ya quisiera cualquier lector de estas líneas.
El hecho de que los “primos árabes” hicieran regalos a Don Juan Carlos no puede considerarse un delito, sobre todo teniendo en cuenta que uno de esos “primos” el Rey Hussein, le regalo un fincón en Lanzarote, en donde hoy está Pedro Sanchez disfrutando de sus vacaciones.
Como vemos, nuevamente se repite la historia de que se ve la paja en ojo ajeno y no la viga en el propio, y la demostración de que todo esto no es más que una escalada basada en el odio eterno que tienen algunos que se dicen de izquierdas y que reactivara en su día el zapatitos, de lo que por cierto hablaremos mañana.
Y se anuncia una batería de preguntas al Gobierno por parte de UP, sobre la salida de España de un ciudadano que no tiene causa penal alguna que se lo impida, como ha dicho el Tribunal Supremo que puntualiza que no existe siquiera causa.
Insinuar lo contrario es propio de mentirosos y tramposos, carentes de vergüenza y dignidad como son los citados de la banda del galápago.
Lo de Puigdemont (pelo mocho) que al parecer ha dicho que no se puede salir de España así, si es cierto lo que dice, que lo puede ser, dada la altura intelectual y humana de tal anfibio, no deja de ser una más de las mascaradas de los tramposos y mentirosos de turno.
De la conducta de una persona. Mi anterior oficio, me instó a considerar los pros y las contras, valorarlas, sopesarlas y decidir, aquí lo que han hecho el galápago y su banda es para ir a favor de la Republica, achacar a la Monarquía unos defectos de un miembro Emérito sin poder público alguno, vamos como el chiste de Jaimito.
Decía Isabel Coixet en un artículo que denomina Mi hermosa lavandera, y copio textualmente lo publicado en El Semanal: “El mal esta tanto en causar el mal como en negar cínicamente haberlo causado. Y esto está siendo cada vez más, nuestro pan de cada día. Tener jeta es negar con virulencia nuestros fallos o los fallos de los nuestros, y atribuírselos al rival, al que por lo que sea, queremos destrozar. Es más, la desfachatez suprema es decir que son los otros los que la tienen. Es tan perverso este juego que yo creo que está empezando a causar cortocircuitos cerebrales en media humanidad, que asiste exhausta y perpleja a esta desfachatez que lo invade todo como un moho repelente e inagotable. Y ahí estamos los que asistimos boquiabiertos a este desvarío constante de los hijos de su madre, que controlan trozos y trocitos del mundo. Ahí estamos, sin fuerzas ni aliento para gritarles que se metan su desfachatez y sus mentiras por el mismísimo culo. Es un milagro que no nos hayamos vuelto todos locos ya. Un auténtico milagro”.
Y así veo yo las cosas, y como las vivi y vi las recuerdo y se las cuento, y que cada uno saque sus consecuencias y valoraciones, si no lo ha hecho ya. Recodar, como decía Pérez Reverte en su artículo los últimos testigos en el semanal: Permitir que los últimos testigos se apaguen en silencio, dejarlos enmudecer para siempre sin sacarles antes todo el material posible para que sus recuerdos sobre el mundo en general, y sobre nosotros mismos en particular, se salven y permanezcan de algún modo es dejar morir también lo que nos explica, lo que nos narra. Lo que nos hizo y hasta aquí nos trajo. Y especialmente en tiempos confusos como éstos, resulta más peligroso que nunca resignarse a esa clase de orfandad. Permitir que un ser querido se vaya sin legarnos el tesoro de su memoria es ser doblemente huérfanos. Perderlo a él con una buena parte de nosotros mismos. Quedarnos más desorientados y más solos Inténtenlo, porque vale la pena. O eso creo. Ahora que aún es posible, siéntense junto a ellos y háganlos hablar, si pueden. Tengan la inteligencia, la astucia si es preciso, de que el nieto, el adolescente, la jovencita a quienes nada parece importar, se interesen por esa memoria familiar que pronto va a desvanecerse como humo en la brisa. Porque un día, tengo certeza de eso, ellos se alegrarán de haber escuchado. De conocer de dónde vienen y quiénes los hicieron posibles. De saber que los testigos de su memoria no pasaron sin dejar huella por este lugar extraño, triste, bello, peligroso, fascinante, al que llamamos vida.
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