Pedro CANALES | Sábado 19 de septiembre de 2015
En los dos años y medio al frente de la Iglesia Católica, el Papa Francisco ha conseguido atraer las miradas de todo el mundo, cristianos y no cristianos, gobernantes y gobernados, creyentes y ateos. Nunca antes en la Historia un Papa había suscitado tanta expectativa.
Francisco abrirá la Asamblea General de la ONU el próximo 25 de septiembre en Nueva York, y se pronostica una intervención histórica. Así lo adelanta en voz baja la Curia vaticana. Su discurso será retransmitido en todo el planeta y seguido por centenares de millones de personas.
El Obispo de Roma ha introducido cambios profundos en la Iglesia, en la doctrina y en la práctica. Ha condenado sin paliativos los abusos sexuales de algunas jerarquías eclesiásticas dejando que los tribunales juzguen a los pederastas.
Ha dejado traslucir que la Iglesia adopta una nueva visión sobre la sexualidad, sobre la procreación y sobre la homosexualidad. Se ha mostrado abierto a todos los avances científicos e, incluso, a la existencia de civilizaciones estelares.
Ha condenado la corrupción, las guerras por intereses, el terrorismo “venga de donde venga”. Ha ordenado a las parroquias a acoger a inmigrantes y refugiados. Pero no es de todos estos avances de lo que Francisco hablará en la ONU.
El Papa de Roma encarará los problemas de fondo que afronta el mundo: la rapiña de las multinacionales, las guerras sucias y la disputa feroz por los recursos energéticos que libran gobiernos y corporaciones.
El primer prelado católico pondrá de manifiesto que el hombre entra en un nuevo tiempo, que las condiciones que impusieron los vencedores de la Segunda Guerra Mundial han quedado desfasadas, que los organismos internacionales -incluida Naciones Unidas- son injustos y sus leyes insuficientes.
También nos dirá Francisco que la nueva Era humana (otros lo llaman el Nuevo Orden Mundial) debe ser incluyente y universal con los mismos derechos para todos, que la división entre las religiones y creencias es una rémora y que todos formamos parte de un mismo vector humano-divino, que todas las guerras son absurdas, y que sólo la ciencia y la concordia garantizan la supervivencia de la especie humana.
El Papa Francisco utilizará la tribuna de la ONU para dirigirse, sobre todo, a los gobernantes del mundo no a los gobernados. Sus palabras, previsiblemente, zarandearán a los que tienen la responsabilidad de iniciar la nueva Era.
De poco sirve denunciar el hambre, la pobreza, la marginación o las desigualdades. Eso ya lo ha hecho desde el comienzo de su pontificado. Lo que se espera de él es que obligue moralmente a los poderosos del planeta a cambiarlo y a sentar las bases de una verdadera civilización única y universal.
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