Alphabet (Google), Amazon, Apple y Facebook -que en conjunto valen más de US$ 5 billones- tienen hoy un exagerado poder de propaganda, y han sacado de sus redes noticias que consideran “inapropiadas”. Se ha formado un cartel que debe desarmarse porque es inaceptable que el mundo dependa -y entre en pánico- según la propaganda que difunda.
Desde LifeSite aseguran que “Google/Youtube, Facebook, Twitter, Apple y sus amigos de Big Tech quieren controlar lo que ves, lees, piensas… gastan millones de dólares en cabildear (lobby)… (y) ahora censuran descaradamente cualquier contenido que no quieren que veas”. Una encuesta de Pew encontró que el 72% de los estadounidenses cree que las compañías Big Tech tienen demasiada influencia. Mientras Trump pidió, vía Twitter, al Congreso regular a las tecnológicas o -dijo- lo hará él a través de "órdenes ejecutivas".
Ahora, lo que muchos no entienden, y a los políticos no les conviene entender, es que los problemas de la libertad se solucionan con más libertad, y se empeoran con menos.
Resulta que los monopolios -y los carteles- nunca son naturales. No existe sector empresario, en ningún lugar geográfico, que no tenga competencia directa, indirecta o sustituta según se den los casos, en tanto el Estado no lo impida coactivamente. Aunque resulte difícil imaginar, no existe razón técnica para que no existan dos superautopistas paralelas, ni dos redes de gas si hasta existen empresas que han propuesto la construcción de redes ferroviarias subterráneas paralelas.
La injusticia surge cuando el Estado impone una “exclusividad” para determinada empresa, impidiendo el desarrollo natural, espontáneo del mercado. Y eso son las leyes sobre patentes. Como si las ideas tuvieran dueño, el primero que acuda a la oficina burocrática, se queda con el monopolio de esa idea.
Años atrás el portavoz de Facebook dijo: “se trata de una práctica común registrar patentes para proteger las agresiones de otras compañías… es meramente especulativa". Claramente, con su enorme capacidad de cabildeo patentan todo lo que pueden y así bloquean que otras empresas más pequeñas puedan desarrollar estas ideas.
Los defensores de las patentes dan vuelta a la realidad y utilizan el falaz argumento de que nadie invertiría en tecnología si sus ideas no estuvieran “protegidas”. Y el mismo Android, que es un sistema operativo móvil desarrollado por Google basado en Kernel de Linux y otros softwares de código abierto, no exige pago por su uso y, precisamente, gracias a que es libre se ha desarrollado superando ampliamente a toda la competencia.
Los “emperadores” de Alphabet (Google), Amazon, Apple y Facebook comparecieron ante el Congreso, de manera virtual, y aunque fueron “duramente” cuestionados, lo único que les preocupa a los políticos es que les quiten su poder, de hecho, los acusaron de que “Su capacidad para dictar términos, tomar decisiones… e inspirar miedo representan los poderes de un gobierno privado". Aunque tienen razón en que su enorme poder, ahoga a las pequeñas empresas competidoras. Y nadie cree que sean reguladas, sino que el Congreso solo las cita para intentar domarlas.
Y tampoco aciertan quienes piensan como LifeSite de que las Big Tech tienen que ser coactivamente divididas por el Gobierno, porque en tanto exista la ley de patentes, dividirlas será solo teoría porque encontraran el modo de estar juntas y parecer separadas.
*Asesor Senior en The Cedar Portfolio y miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California