El dato más interesante para poder hacer una evaluación correcta del problema de “los refugiados sirios” en Europa, es que en la guerra que se está librando en Siria participan todos los grupos políticos, sindicales, étnicos y religiosos en alguno de los dos bandos en lucha y, a su vez, en el seno de las facciones que componen los bandos.
Cristianos, musulmanes, asirios, kurdos, ateos, baasistas, comunistas, nasseristas, liberales e islamistas, todos participan en la guerra civil. Unos quieren reconstruir el Estado nacional sirio, otros un Estado musulmán basado en la sharia o ley islámica.
La oleada de inmigrantes que se lanza a Europa vía Turquía no son perseguidos políticos, sino gente que busca instalarse en el viejo continente por motivos económicos.
La “Operación vacío y aniquilamiento” se ha preparado con mucho tiempo. Las mafias que participan en el tráfico humano, en la venta de embarcaciones, neumáticos, chalecos salvavidas, documentación falsa, han hecho una selección de los candidatos, escogiendo la gente más preparada técnica y científicamente. Ciudadanos que dominan varios idiomas y que pueden ser eficaces a corto plazo en Europa.
No son oleadas masivas por sorpresa, sino premeditadas. Los servicios de inteligencia y las fuerzas de seguridad occidentales detectaron los preparativos con antelación. En algunos casos cerraron los ojos y en otros son cómplices, como ha ocurrido con la cónsul honoraria de Francia en Turquía, François Olcay, detenida por vender botes de plástico y chalecos salvavidas a inmigrantes sirios que intentaban llegar a suelo europeo. La cónsul colaboraba con la Inteligencia gala.
Los servicios de inteligencia árabes ven con alarma el trasfondo de la “Operación vacío y aniquilamiento” de las élites de países como Siria e Iraq, sometidos a la guerra. “Es una fuga de cerebros organizada y planificada”, afirma el diario argelino El Watan.
“Occidente despoja a Siria de los ciudadanos que pueden reconstruir el país”, afirma la ciudadana siria Rime Darius, refugiada en Serbia de camino hacia los países de Europa septentrional.
Una vez despojados los países en guerra de sus élites, la segunda fase de la operación diseñada por Washington es redibujar el mapa geopolítico de la región, eliminando Estados centralizados con identidad nacional y promoviendo “reinos de taifas” más fáciles de controlar por las grandes multinacionales del petróleo, del gas, de las riquezas mineras y recursos hídricos.