El libro recorre los dos años que transcurrieron entre que Puigdemont fue nombrado presidente de la Generalitat en enero de 2016 tras el veto de la CUP a Artur Mas, que hasta ese momento ostentaba el cargo, hasta las elecciones catalanas convocadas por el Gobierno de Mariano Rajoy al amparo del artículo 155 de la Constitución el 21 de diciembre de 2017.
El hilo conductor son comentarios que Puigdemont habría realizado casi a diario a Xirgo y que éste habría transcrito a los pocos días. Y, entre ellos, el adjetivo “desleal” y el sustantivo “deslealtad” se repiten constantemente; alguna vez aplicados a la CUP, a consejeros del Gobierno catalán del PDECat y a los sectores menos unilaterales de su propio partido, pero, sobre todo, hasta llegar a la veintena de ocasiones, se convierten en un ‘leitmotiv’ específicamente dirigido a ERC y a Junqueras, entonces vicepresidente del Gobierno catalán.
Fuentes cercanas a Junqueras consultadas por Servimedia afirmaron que les “sorprende” que Puigdemont opte por un “libro de reproches” y “beligerancia”, cuando otras veces dice “encarnar la llama de la unidad” independentista. Según subrayaron, el líder de ERC y sus colaboradores nunca han hecho eso en sus publicaciones, y siempre han reconocido al expresidente catalán el mérito del 1-O.
Además, dichas fuentes criticaron que el libro contenga conversaciones que se suponían confidenciales y que ellos no han divulgado. En cualquier caso, aseguraron que Junqueras está “muy tranquilo” y “no le da ninguna importancia” a lo que desde su entorno denominaron “ataques de rabia” de Puigdemont. Los dos líderes independentistas han asegurado que han retomado el contacto desde la concesión del tercer grado a Junqueras.
Cronológicamente, la primera vez que el expresidente dice sospechar de su vicepresidente ocurre en fecha tan temprana como el 5 de abril de 2016, cuando Puigdemont le recrimina que se haya reunido con el entonces sólo secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, sin avisarle. Situaciones similares ocurren cuando el líder de ERC se reúne por su cuenta con el ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, o el presidente de la Generalitat valenciana, Ximo Puig.
Puigdemont también contabiliza como deslealtades de ERC, sobre las que ya le habría avisado Mas en el traspaso de poderes, que critique por su cuenta un acuerdo con el Gobierno de Aragón para devolverle material del Monasterio de Sijena; filtraciones a la prensa de reuniones internas y un supuesto silencio sospechoso ante las grandes decisiones, como si la formación republicana quisiera no seguir adelante con el proceso independentista y ganar unas eventuales elecciones si el Gobierno se rompía y podía acusar a su vez al PDECat de no querer llegar hasta el final.
Como tal líder de futuro se habría querido presentar Junqueras, por ejemplo, a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, cuando ésta abanderó la llamada ‘Operación Diálogo’.
En mayo, según relata Xirgo, Puigdemont “es consciente de que ha dejado de confiar en Oriol Junqueras, y en condiciones normales plantearía una crisis de Gobierno y la salida del vicepresidente del Ejecutivo”, pero no lo hace, ni se queja públicamente, para no dinamitar el proceso.
En septiembre, declara supuestamente a sus colaboradores de confianza: “No quiero ir con un vicepresidente desleal a una etapa tan dura como la que se avecina”. El periodista explica que “está cansado de los silencios constantes de Junqueras, de sus dudas y de que no se pronuncie nunca, y pone en boca de Puigdemont: “No anunciaré un referéndum en estas condiciones. No puedo ir junto a una gente que no cree en ello y que nos ha colgado la etiqueta de poco independentistas".
Cuando se acercan los meses decisivos, Puigdemont obliga a Junqueras a manifestar claramente si está dispuesto a llegar hasta el referéndum y éste se lo garantiza, ofreciéndose incluso para cofirmar con él todas las órdenes y resoluciones ilegales que podrían llevarles a la cárcel.
Sin embargo, una vez pasan los momentos de euforia del referéndum del 1-O y la declaración de independencia puesta en suspenso de común acuerdo entre ambos líderes en la búsqueda de una posibilidad de diálogo con el Gobierno español, éste apercibe claramente al catalán de que aplicará el artículo 155 de la Constitución si no deja claro que el 10 de octubre el Parlamento no aprobó realmente la DUI.
El jueves 26, Puigdemont tiene que decidir entre convocar elecciones o someterse al artículo 155 y, cuando anuncia a su Gobierno de coalición que hará lo primero, ERC se le echa encima. Las acusaciones de traidor empiezan a llenar las calles y las redes sociales, y triunfa el tuit del diputado en el Congreso Gabriel Rufián comparándole con Judas Iscariote: “155 monedas de plata”.
“El tuit de Rufián me ha dolido mucho. Muchísimo. Y la deslealtad de ERC anunciando que abandona el govern e incitando a los manifestantes a que me llaman traidor, aún más”, habría dicho Puigdemont. “ERC lo quiere todo. Quiere elecciones y no quiere decir que las quiere. Saben que, si yo convoco elecciones y ellos mantienen públicamente que quieren la DUI, yo y mi partido estamos acabados y que en las próximas elecciones arrasarán”, revela.
Ya en Bélgica, las últimas páginas del libro se refieren a las elecciones catalanas convocadas por Rajoy. Relatan la negativa de ERC a repetir una lista conjunta con JuntsxCat, pues confiaba en la rotunda victoria que le auguraban las encuestas; la crítica de Puigdemont a los republicanos por presentarse como voto útil frente a Ciudadanos, y, finalmente, su supuesta decepción porque nadie de ERC haya ido a Bruselas a celebrar el resultado con Toni Comín y Meritxell Serret, los dos exconsejeros que se fueron allí tras el 155.
“Los han dejado solos, y a mí me parece que eso solo puede interpretarse de una manera: ERC ha roto con el exilio”, concluye el texto, planteando una polaridad a la que JuntsxCat, a punto de celebrar su asamblea fundacional, probablemente recurrirá en la campaña electoral para distinguirse de su rival republicano, que vuelve a estar por delante en las encuestas.