OPINIÓN

¿Helenos o judíos? (V): ¿Qué opondremos?

Carlos González | Sábado 04 de julio de 2020

En este conflicto a muerte que ya está servido, y puede que mucho más diseñado de lo que nosotros nos podemos imaginar –ya sabemos que el último que se entera casi siempre es el cornudo- lo que si debemos hacer los europeos de occidente, y todo aquel que quiera luchar de nuestro lado, es definir muy claramente nuestras líneas de actuación. Antes de comenzar la acción también sabemos que es imprescindible que definamos cuales son los fundamentos absolutos de nuestras creencias, saberes, costumbres y deseos. Debemos fijar muy claro qué pensamos y por qué.



Porque ese acervo de ideas y conocimientos, así como sueños e ilusiones de futuro, no solo será lo que nos estructure, identifique y defina, sino también –y puede que sea lo más importante- compondrá lo que opondremos a todos nuestros enemigos. Será no solo el escudo con el que los paremos, sino la lanza con la que los ensartemos. Y las flechas -de la opinión pública y los conceptos de razonamiento general- con los que los derribaremos en la distancia.

Ya ha quedado claro que nos ha construido dos liderazgos diferentes y a veces en total contraposición, el Judeo-Cristiano y el Greco-Romano. También se ha expuesto que el segundo ha triunfado en la práctica sobre el otro. Pero no debemos olvidar, que precisamente por ser más utópico, inexplicable, dogmático y críptico, el primero genera más fanatismo de defensa que el segundo. Ya lo dijo el propio Cristo, “La fe mueve montañas”. Por ello, cuando han surgido conflictos en el pasado a vida o muerte civilizatoria, siempre se ha fundamentado la defensa en los dogmas Cristianos. Es verdad que se usaron los conocimientos Helenos y con ellos hemos adquirido preponderancia técnica y militar. Pero el valor y la unión ideológica se obtenía mejor con las creencias religiosas. El propio presidente, Bush hijo, alegó lo del cristianismo para invadir Irak.

Ahora nos veremos tentados de buscar cohesión con las ideas que nos engloben, de ahí la pregunta: ¿Opondremos a nuestros enemigos los dogmas Judeo-Cristianos, o los conocimientos de Grecia y Roma?

Si oponemos la vieja religión puede que resulte inicialmente más fácil. Todo el mundo entenderá las consignas porque todos nos sentimos en el fondo cristianos. En muchas partes de América, tanto del sur como del norte, puede que no entiendan ni sigan otro lenguaje. La tentación es grande. Pero el problema es que fortaleceremos a todos nuestros enemigos, porque dirán: “Si ellos defienden su vieja religión nosotros estamos legitimados para defender la nuestra”, o más aún, pensarán: “Nunca nos someteremos a sus dogmas y creencias, ¡No se impondrán!”. Será muy fácil para sus autoridades, sobre todo religiosas, unirlos y cohesionarlos contra nosotros.

Por el contrario, si decidimos oponer a ellos nuestros conocimientos de la naturaleza y de nosotros mismos, tal como nuestro primer gran líder nos enseñó, Aristóteles de Estagira, es decir, si lo que les oponemos con el ánimo de derrotarlos por completo es el Método Científico de extraer las verdades de nuestro entorno, creado por la Europa Racionalista en exclusiva, es posible que al principio se nos presenten más dificultades para convencer por completo a todos los habitantes de Occidente. O que resulte más difícil motivarlos para luchar hasta la muerte por esa estructura de pensamiento. Puede que los líderes culturales dispongan de menos capacidad de motivación para aguantar hasta la muerte al enemigo, porque es necesario una mayor formación de todos los habitantes que las simples ideas icónicas de las religiones o ideologías dominantes. Lo que sucede es que de enfrentar al enemigo estas verdades científicas, los resultados serán enormemente diferentes. Con resultados muy abrumadores a nuestro favor.

Primero.- Porque no opondremos nuestra religión para legitimarlos para que ellos opongan la suya, no, al defender verdades del método científico seremos muy superiores en el plano de los convencimientos psicológicos imprescindibles para cualquier soldado que debe esforzarse: Los nuestros si sabrán que luchan por algo cierto, real, tangible, medible y contable. Los suyos ante los dolores de la guerra dudarán. Sabrán que están luchando por viejos Mitos que ya nadie se cree. Estarán persiguiendo viejos fantasmas y ante el dolor de ver morir a sus seres más queridos irremediablemente se preguntarán: “¿Debemos seguir muriendo por un Dios que no sabemos dónde está y menos aún, si existe?. ¿Deben sufrir nuestros descendientes por estas ideas fanáticas de hace dos mil años?

Segundo.- Y quizá mucho más importante. Cuando cese la contienda, y salgan nuestras verdades triunfantes tras el conflicto, será muy fácil con ellas organizar la vida para toda la Especie Humana en el planeta Tierra. No cabe duda alguna que los ejércitos que triunfen al final –ojalá sean los nuestros- se verán obligados a defender en exclusiva la forma de entender la vida que nos enseñó La Hélade y Roma. Ya solo quedará la Ciencia creada y desarrollada en Europa, y expandida a todo el globo desde la misma al resto de culturas desde finales del S.XVIII. En ese momento se entenderá que la única forma de entendernos y organizarnos ya no será que cada uno defienda sus viejas religiones o creencias varias, sino que todos nos rijamos por la auténtica verdad: Los conocimientos que la naturaleza nos impone a todos.

Es por eso que aunque alguno nos tienten a organizarnos y defendernos desde el viejo Judeo-Cristianismo, lo que debemos oponer a nuestros enemigos no cabe duda que es: La forma de estudiar y comprender la vida que nos rodea tal como nos enseñaron los grandes pensadores Helenos y los políticos y juristas Romanos. Es decir, La Ciencia.

Bienvenido sea el nuevo Líder que nos guiará a todos… El Conocimiento.

Sobre el autor

Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición “El Sistema”, de editorial Elisa.

TEMAS RELACIONADOS: