Cada vez son más los medios europeos, por no decir los expertos en cooperación y análisis internacional, que miran con recelo a España y al Gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Se preguntan: ¿De dónde van a sacar el dinero de todos los pagos que van prometiendo? ¿Pueden de verdad con la enorme falta de liquidez que tiene y hacer frente a un Ingreso Mínimo Vital que se prevé infinito en el tiempo? ¿No se harta la clase trabajadora en España de que haya más personas cobrando ayudas y subvenciones que en activo?
Hace poco más de una semana que el director general adjunto de Competencia de la CE pedía abiertamente la dimisión del presidente español, Pedro Sánchez, a través del diario ABC. Un ejemplo más de la falta de confianza en el Gobierno de España por parte de las principales instituciones y organismos internacionales, preocupados por la deriva del Ejecutivo conformado por socialistas y comunistas.
Pese a que la Comisión Europea se adelantó a desvincularse de las declaraciones de uno de sus altos cargos, bien es sabido que la situación es, cuando menos, inquietante. Sí que va calando el mensaje de alerta que el Partido Popular español ha lanzado en el seno de la política europea, estando al tanto de todos los movimientos del Gobierno español.
La estrategia a seguir por parte de Pablo y Pedro no es otra que: o estás conmigo, o todo lo que digas es un bulo. La era de las fake news y de la desinformación se ha convertido en tal amenaza en España que ya da hasta miedo poseer una cuenta de Twitter o de cualquier red social, convertidas en verdaderas junglas de amenazas, calumnias y despropósitos varios que, cómo no, la izquierda española maneja a su antojo ante la falta de ritmo, constancia y falta de valor por parte de la derecha.
Sin embargo, España se ha convertido en una bisagra aparente del bipartidismo, siendo Vox la próxima víctima del PP y del PSOE. Sí. Ya recordarán estas palabras cuando en pocos días vean los resultados de las primeras elecciones tras este tiempo de confinamiento.
Vox y Ciudadanos quedarán relegados en País Vasco y Galicia a la nada, aunque la formación naranja ocupará algún puesto de castigo dentro de la candidatura de los populares en Euskadi
Acudiremos a un fenómeno del que pocos se han dado cuenta: la alianza histórica estratégica del PP y del PSOE para cargarse, uno a uno, a los partidos emergentes para después manejarlos a su antojo. Pasó con Podemos, que incluso estuvo a punto del sorpasso en las horas más bajas de los socialistas. De ahí a la práctica irrelevancia política han pasado pocos años, como le sucedió a Ciudadanos, también a punto de arrebatarle a los populares el liderazgo de la derecha, cayendo en picado solo meses después gracias a una campaña de acoso y derribo de los medios de comunicación que acabaron con la consagración del único partido de centro y liberal que podría de verdad aplacar la radicalización de la izquierda y la derecha predominante.
Lo mismo pasará con Vox, y el País Vasco y Galicia serán buen ejemplo de ello. Al PSOE le convenía un enemigo así, fácil de atacar: "fascistas", "herederos de Franco", "xenófobos", "homófobos", "machistas"... Y sí. Muchos de sus seguidores lo son, pese a que sus propios dirigentes se muestran mucho más moderados que el discurso fanático de la amplia mayoría de sus votantes.
Santiago Abascal emergió de la práctica nada hasta la tercera posición de los últimos comicios. En pocas semanas se augura un nefasto resultado que le dejará sin representación en País Vasco y Galicia. Todas las encuestas vaticinan la caída de Vox, hasta las que en su día le insuflaron votos por castigo. El PP habrá conseguido su cometido, y es que hay que pisar moqueta para ver la realidad de cada formación, y la formación hace honor a su color más representativo y aún está un poco 'verde' pese a los duros discursos que ofrece en la Cámara Baja. Los mensajes de la izquierda se han terminado por convertir en realidad y ya pocas personas hay que no piensen en la extrema derecha acordándose de Vox, algo que no han conseguido ni sabido frenar.
Europa, atenta a estos movimientos, ve un problema grave la falta de liquidez en España, las promesas cuasi electorales de cada decreto ley e incluso asiste con extrema preocupación a las notables posibilidades de Nadia Calviño para hacerse cargo del Eurogrupo. Recordemos que ya Josep Borrell ocupa un gran puesto en Europa al frente de la diplomacia comunitaria, por lo que Sánchez está haciendo todo lo posible e incluso venderá su alma al diablo para que la rubia de oro, respetada incluso por la derecha, le saque de pobre en última instancia a través del enorme poder que adquirirá en su nuevo puesto. Ojalá sea verdad el movimiento que existe dentro del partido socialista para que, o la crítica Margarita Robles o la propia Calviño, arrebaten por fin la hegemonía del partido en manos del encarnizado grupo de feministas del entorno de Sánchez que ha degradado los valores primitivos de la formación y que tanto reclaman gran parte de sus votantes.
Ahora, más que nunca, resuenan las palabras de la líder de Ciudadanos, Inés Arrimadas, en su última comparecencia en el Congreso de los Diputados antes de ser madre. Un discurso emotivo, coherente, y al borde del llanto, en el que aseguraba que su formación, ya sin nada que perder porque ya lo han perdido todo, votarían y seguirían los dictámenes de la sociedad española y lo que más le convenga a la gente de a pie. Y así ha sido.
Que el bipartidismo vuelva a su ser sólo hará que caigamos en la desgracia de la corrupción y de los tejemanejes que hemos sufrido durante décadas. Es mucho más difícil que esto suceda si el arco parlamentario reparte escaños en base a los votos, donde ahora es inconcebible que Esquerra Republicana de Catalunya tenga menos de la mitad de votos que Ciudadanos y le supere en escaños. Esto solucionaría el gran problema de los nacionalismos, que pasaría a tener nula representatividad, y auparía a las fuerzas democráticas que sí tienen algo que decir ante los vapuleos que les llegan a derecha e izquierda.