Durante dos mil quinientos años ambas han pugnado por alcanzar la supremacía sobre la contraria. Alternándose en el poder una o la otra. Si una subía la otra debía ocultarse. La represión ejercida sobre los defensores de la oponente ha sido despiadada, sobre todo de los que no permiten otra forma de pensar. Una se implantó como un paquete cerrado y completo de dogmas únicos, invariables, inmodificables, inamovibles. La otra surgió del suelo, pequeñita, como una hiedra, y ha ido creciendo y engordando hasta que ha derrotado a la que ostentó la supremacía única, y después a cualquiera que ha osado desafiarla. Ahora ya no dispone de rival alguno, su éxito ha sido aplastante.
Hasta el siglo V de nuestra era prevaleció la Helena, o al menos la que los mismos romanos adoptaron como suya adquirida de aquellos. A partir de la implantación en el poder del movimiento cristiano y sus autoridades, principios del VI, D.C. prevaleció la judaica, la cual se fue imponiendo de forma atroz, a sangre y fuego, con su fanatismo ideológico. Nunca, en la historia de la especie humana hasta ese momento se había invadido tan violentamente la mente de persona o pueblo alguno. Es cierto que de forma física se habían cometido atrocidades mayores, pero se entendía que cada pueblo podía, en el fondo, pensar a su manera siempre y cuando obedeciese al poder político de turno. Eso sí, con sumisión absoluta en el plano terrenal. El movimiento cristiano y sus autoridades no se conformaron con eso, sencillamente, como no se había visto en el pasado, exigieron la misma sumisión absoluta en el plano espiritual. Claramente, quien no creyese y pensase, exactamente igual que ellos predicaban, era quemado inmediatamente en la plaza pública. Decían que de esa forma purificaban su podrida Alma. Desde ese momento ya nadie podía pensar de forma distinta a como se le exigía. La invasión de las mentes fue hasta el tuétano de los huesos.
Durante el siglo XIV comenzó a propagarse por ciertas repúblicas italianas, quizá por eso, en lucha a vida o muerte con las autoridades militares de los estados pontificios, la vuelta a las ideas de Grecia y Roma. Se le llamó Renacimiento.
Era el renacer de aquellas verdades, de aquellos conocimientos. Era la vuelta, por demostrarse inmensamente más ajustadas a la vida y, sobre todo, al conocimiento de la naturaleza, a la sabiduría enseñada por los filósofos Helenos.
Perfeccionada por otros muchos aportadores, e introducida en Europa por los pensadores Islámicos implantados en España. Era la vuelta a la lectura de Aristóteles de Estagíra, a su Lógica, su Política e incluso… A su Poética.
Desde ese momento comenzó a expandirse por toda Europa esos conocimientos. Las autoridades eclesiásticas trataron por todos los medios de parar su ascenso. Procesaron a Galileo Galilei, quemaron a Miguel Servet y ridiculizaron a Charles Darwin. No les sirvió de nada. La columna de la cultura Helena y Romana volvió a levantarse más fuerte y sólida que nunca. Ya nadie pudo eclipsarla. Ello conllevó a que la otra columna, la nacida en Ur de Caldea, desarrollada en Jerusalén y traída a Roma por una de las múltiples sectas Judaicas, llamados a sí mismos Cristianos, comenzó a ensombrecerse y perder su gran esplendor.
Con el gran movimiento de la Ilustración, la búsqueda, acopio, enseñanza y puesta en práctica de los múltiples, profundos y formidables conocimientos de la naturaleza de la que formamos parte, y de nosotros mismos como producto inteligente único y exclusivo de ella, ha sido sensacional. En los grandes pensadores ya solo se habló de las verdades de la Filosofía Griega y Romana, por mucho que otros quisieran retrasar ese movimiento de aprendizaje, o se quisieran refugiar en los antiguos dogmas.
No obstante, aún muchos seres humanos siguen creyendo en sus antiguos libros. Y una parte importante de la cultura de occidente sigue impregnada de ideas, creencias, prácticas o costumbres más propias de la vieja cultura Judaica que de la Helena, pero esta última, junto con los grandes conocimientos tanto jurídicos, como de organización política legados por Roma, son los que se manejan, únicamente, en las mejores universidades de todo el planeta.
La cultura Helena y Romana ha terminado preponderando no solo en occidente frente a su gran rival, la Cristiana nacida como secta Judaica, sino que se han impuesto en el planeta entero. El Estado de Siria, país musulmán por excelencia, su nombre es, precisamente, Estado (Nombre Romano) de la República (Nombre Estrictamente nacido en Roma) de Siria. China, en estos momentos, pese a su nacimiento como reino de oriente, muy anterior a Roma, y haber pasado por el Marxismo (Término estricto de la filosofía y política occidental nacido de la aportación helena) hoy se denomina República (Aportación totalmente Romana) Popular (Latín puro) de China. Podíamos seguir así media hora. Los órganos de gobierno de todo el planeta se denominan o Senado o Asamblea, términos nacidos y desarrollados en Roma y Grecia. En fin, para qué seguir.
Sí, así se debe enseñar, nuestra cultura está basada en dos columnas, aunque parece que una de ellas ya nos sustenta en solitario.
Sobre el autor
Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.