Lunes 13 de julio de 2015
Las cumbres del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) y de la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái, que integra a China, Rusia, Kazajistán, Kirguizistán, Uzbekistán y Tajikistán) celebrada la semana pasada en la ciudad rusa de Ufá, si bien han mostrado la potencia de los países emergentes como polos ineludibles del sistema económico-financiero internacional, no han sucumbido al canto de sirenas lanzado por Vladimir Putin para convertirse en un “bloque alternativo” al sistema capitalista liderado por Estados Unidos y la Unión Europea y a su “rama militar”, la OTAN.
La mayoría de los países miembros del BRICS y de la OCS -algunos de ellos presentes en las dos alianzas, como Rusia y China-, quieren limitar el alcance de la cooperación a los terrenos económico, comercial y financiero, y dejar al margen la geopolítica.
Los principales acuerdos alcanzados en las dos cumbres tienen que ver con la financiación de grandes proyectos de infraestructuras, como el tren de alta velocidad Moscú-Kazan, los apoyos mutuos en defensa del mercado mundial de materias primas y de hidrocarburos, y sólo en segundo plano a la cooperación en la lucha contra el terrorismo yihadista que amenaza con extenderse a la región de Asia central, a Rusia y a China.
La potencia que constituyen los BRICS y la OCS es ya un factor irreversible del sistema mundial. Reúnen entre ambos más del 25% del PIB mundial, casi la mitad de la población del planeta, y en la última década han contribuido al crecimiento mundial con más del 50% del mismo. El volumen global de su economía asciende a 32 billones de dólares.
El nuevo Banco de Desarrollo (BD) creado hace un año por los países BRICS con un fondo inicial de 100.000 millones de dólares para proyectos de infraestructuras, está previsto inicie su andadura en abril de 2016 y de momento funcionará dentro del actual sistema financiero, si bien no descarta impulsar una nueva moneda alternativa al dólar y al euro.
Divergencias de fondo Moscú-Pekín
En la cumbre de Ufa, como en la de Pekín el año anterior, han chocado las estrategias de China y de Rusia sobre los alcances que deben tener las alianzas contraídas. Pekín sigue ateniéndose a los objetivos perseguidos desde un comienzo: “reforzar la integración económica” de los países miembros, dejando a un lado los aspectos políticos y minimizando al máximo los capítulos militares y de seguridad.
Al poner en primer plano la cooperación económica, China quiere mantener su supremacía en este terreno. Por lo que insiste en crear un “banco de la OCS” que ella misma presidiría, y una “zona de libre intercambio”, que favorecería su expansionismo.
En la reunión de Ufá, los miembros de la OCS han aprobado la Estrategia general de la organización para los próximos diez años. India y Pakistán serán admitidos en la OCS simultáneamente, e Irán también cuando le sean levantadas las sanciones internacionales que pesan sobre el régimen de Teherán por su programa nuclear; Bielorrusia pasará a ser país observador, y Azerbaiyán, Armenia, Camboya y Nepal elevarán su estatuto al de “socios para el diálogo”, como el que tenía hasta ahora Bielorrusia.
Putin trata de romper el cerco
A diferencia de su socio chino, Rusia ha intentado sacar adelante en la doble cumbre la idea de que los BRICS y la OCS forman un “bloque” con el fin de intentar romper el cerco económico y político al que se ve sometida por Estados Unidos y sus aliados europeos por el conflicto de Ucrania.
Putin tiene necesidad de verse respaldado por los países emergentes para reforzar así la seguridad de Rusia que, según el Kremlin, se ve amenazada por las políticas agresivas de la OTAN. China, sin embargo, considera que la mejor garantía de la paz y la seguridad es la que proporciona el desarrollo socio-económico y el crecimiento.
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