Enrique MONTÁNCHEZ | Viernes 10 de julio de 2015
La Moncloa maneja documentos que aconsejan retrasar la convocatoria de las elecciones generales al mes de enero con objeto de ganar tiempo para que la recuperación económica llegue a los bolsillos de los españoles, y el desgaste de Podemos y sus marcas blancas en ayuntamientos y comunidades autónomas beneficie al Partido Popular.
La Ley Orgánica del Régimen Electoral General en su artículo 42 recoge que el decreto de convocatoria a las urnas tiene lugar 25 días antes “a la expiración del mandato de las respectivas Cámaras” e incluirá la fecha de las elecciones que han de celebrarse “el día quincuagésimo cuarto (54) posterior a la convocatoria”.
Si se toma como comienzo del mandato la constitución de las Cámaras el 13 de diciembre de 2011, Mariano Rajoy puede convocar las elecciones el domingo 10 de enero de 2016. Algunos constitucionalistas señalan, incluso, que la Legislatura se inició cuando Rajoy fue investido, lo que amplía la fecha de las elecciones hasta el domingo 17 de enero.
Miembros del Gobierno hablan en privado de un plan de Moncloa, elaborado con documentos aportados por diferentes organismos del Estado, para lograr que el PP vuelva a ser el partido más votado y, con el apoyo de Ciudadanos, superar en diputados a un previsible frente PSOE-Podemos.
Ampliar el margen electoral unas cuantas semanas -de noviembre a primeros de enero- permite a los populares no solo seguir vendiendo la recuperación de la economía española, sino que los españoles acudan a las urnas en plena euforia consumista con la paga extra de Navidad.
Los expertos en psicología social advierten de que los ciudadanos bajan la guardia y aminoran sus exigencias políticas en cualquier cita electoral que coincida con mayor disponibilidad de dinero que permita satisfacer caprichos personales. Las fiestas navideñas y las rebajas de enero son, en este sentido, ejemplos de libro.
En este escenario no sería de extrañar que el ministro Montoro abonase a finales de año la parte de la paga extra que el Estado debe a dos millones y medio de funcionarios. Un tercio de tan numerosa bolsa de votos puede decantar la victoria del PP.
Los documentos de Moncloa basan en tres frentes la estrategia para remontar la severa derrota de las municipales y autonómicas, y llegar a enero con el PP fortalecido:
El primer frente se centra en lograr que el ciudadano palpe en la calle y en su bolsillo la recuperación económica. Para ello ha dispuesto una batería de medidas económicas de choque como la bajada del IRPF que producirá el efecto de engordar las nóminas enflaquecidas por los drásticos recortes salariales de los últimos años. Estas medidas culminarían con los Presupuestos Generales del Estado para 2016 volcados en atender el gasto social.
El segundo frente tiene como objetivo transmitir a la ciudadanía el mensaje de que el Partido Popular se ha regenerado, que la corrupción no tiene cabida entre sus filas y que la única salida del corrupto es la cárcel. Para dar credibilidad a la regeneración está previsto inundar las listas electorales de caras nuevas y jóvenes.
El tercer frente se volcará en sacar a la luz escándalos y errores de Podemos y las formaciones de su entorno en las alcaldías y autonomías que gobiernan. En los seis meses que quedan hasta las elecciones, Moncloa confía que la gestión “populista” de Podemos en las instituciones produzca un doble efecto.
Por un lado, recuperar al votante desafecto que optó por otras formaciones o se quedó en casa como castigo al PP por su incumplimiento del programa electoral y su política de recortes económicos. De otro lado, que Podemos vea reducidas sus expectativas electorales por una mala gestión allí donde ha tocado poder.
De cumplirse este plan en todos sus detalles, el PP volvería a ganar las elecciones y gobernaría otros cuatro años. Pero no hay constancia de que los documentos de Moncloa contemplen imponderables -según el diccionario de la RAE “circunstancia imprevisible o cuyas consecuencias no pueden estimarse”-, propios de la política y de un panorama internacional en extremo convulso, empezando por Grecia.
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