Pedro_Canales | Jueves 09 de julio de 2015
Al cumplirse un año de su nacimiento, el autodenominado Estado Islámico -organización terrorista del yihadismo suní- se ha convertido en referente mundial del radicalismo islámico y del totalitarismo intelectual, desplazando a Al Qaeda.
Localizado geográficamente entre Siria e Iraq, el Estado Islámico o Daesh ha extendido su influencia y su sistema organizativo a Libia, Malí, Nigeria o el Cáucaso, y se muestra capaz de reclutar fieles seguidores en el ciberespacio, de interceptar comunicaciones vía satélite, de modificar armamento y de fabricar todo tipo de ingenios explosivos.
Analistas de los servicios de inteligencia, psicólogos y especialistas del comportamiento social ;están absortos ante el poder de atracción que emana del movimiento yihadista suní. Su capacidad de arrastrar a decenas de miles de individuos procedentes de todos los estamentos sociales, edades, credos filosóficos y culturas diversas, sigue siendo un misterio.
Un poder de atracción directamente relacionado con su capacidad de infundir terror con sobrecogedoras matanzas difundidas a través de las redes sociales. Si en el pasado las organizaciones yihadistas como Al Qaeda tuvieron que recurrir a macro atentados -Nueva York 11S, Madrid 11M o Londres 7J-, para crear pánico social y ansiedad en toda Europa, hoy les basta a los seguidores del Califato de Al Bagdadi con reivindicar un degollamiento en Lyon, o un tiroteo a la puerta de un café en Dinamarca.
Reclutamiento en todo el mundo
El mecanismo que ha puesto en marcha este frenético estado de locura, se inició hace tan solo un año cuando un extraño personaje que se hace llamar Abubeker el Bagdadi proclamó la constitución del Califato y lanzó un grito guerrero a toda la población musulmana de confesión suní: “Este es vuestro Estado, venid a construirlo y, si no, haced todo lo que podáis, estéis donde estéis, para apoyarlo”. Desde entonces el número de adeptos crece de forma exponencial.
Se cuentan por miles los yihadistas, una gran parte de los mismos son mujeres, que viajan desde todos los rincones del mundo para unirse a sus filas: tunecinos, saudíes, kuwaitíes, marroquíes, chechenos, yemeníes, somalíes, mauritanos, uzbekos, franceses, españoles, norteamericanos.
No hay un país en el que los servicios de inteligencia no sospechen de la existencia de “células durmientes” esperando actuar, o “células de reclutamiento” encargadas de enviar nuevos combatientes a la Yihad.
Instrucción y disciplina
El ejército del Estado Islámico está entrenado; sus combatientes reciben una instrucción especializada y se les exige una disciplina comparable a la de los Ejércitos mejor preparados del mundo. La cúpula que dirige las unidades militares del Califato está compuesta de generales y coroneles del antiguo Ejército de Saddam Hussein y de sus servicios secretos, los “Mujabarat” del exdictador mesopotámico, muchos de ellos formados en academias militares occidentales o de otros países árabes.
El Estado Islámico está por delante de los países a los que combate en la capacidad para manejar los resortes psicológicos, sociales y tribales de una población guiada por el instinto de supervivencia. Los bombardeos de la coalición internacional, las detenciones de combatientes y la desarticulación de numerosas células en todo el mundo no parecen frenar, de momento, la barbarie yihadista.
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