Una vez que choca contra la misma siente sus dolores, lame sus heridas y trata de analizar las consecuencias de sus recientes experiencias, y, si puede, luego actúa con ánimo de corregir. Pocas veces lo consigue.
Ha tendido a pensar que era libre y absoluto en su sentimiento espontáneo –como un niño-, más tarde algún brujo o Chamán les convenció que había un espíritu invisible que motivaba y dirigía su sentimiento y su acción. En todo caso todo ello fue de forma inconsciente, instintiva, infantil, con caprichos permanentes y sin sometimiento a regla alguna, o a la más mínima planificación previa.
En base a esa creatividad, a veces estrictamente literaria, otras basada en costumbres no exentas de conocimientos de esa realidad biológica, dichos brujos y chamanes han ido tejiendo toda una teorización que se trasmitía de forma oral y consuetudinaria de padres a hijos y de maestros a alumnos. Ella regía la incipiente conciencia colectiva y generaba ciertas reglas de orden comunal.
Con la aparición de las grandes religiones monoteístas, y de las religiones sapienciales de oriente, hemos alcanzado la mayor y mejor depuración de ese conjunto de idearios míticos, que regían todos y cada uno de los aspectos de la vida individual y colectiva de los seres humanos.
Hoy, con los estudios de la antropología ya dominamos cómo funcionaban esos grupos nómadas, y algo de los sedentarios. Lévi-strauss, con sus, Tristes trópicos, ya nos demostró muchas cosas. James Fracier con su, Rama dorada, ya nos deja claro que tipos de mitos de explicación del mundo –Él recogió hasta 500- eran los que figuraban en la mente colectiva de esos grupos sociales.
¿Cuándo podemos decir que surge una incipiente aplicación de métodos racionales e inteligentes de forma consciente, a la vez que se va creando un acervo de conocimientos sobre la naturaleza? Yo creo que se está más o menos de acuerdo que este hecho surge con los llamados filósofos griegos del siglo VI AC. En las distintas ciudades –polis- más o menos autónomas que constituían el mundo Heleno.
Es desde ese momento, y gracias a su exclusiva aportación, cuando aparece una forma de trabajar que consiste en desprenderse de los dioses –a Sócrates le costó la vida, y Aristóteles huyo a otra ciudad para que no le costase al suya un año antes de su muerte- y comenzar a aprender directamente del entorno, elaborar teorías y luego extraer y agrupar conocimientos por disciplinas. Esto es lo que ha llegado a nosotros ya muy perfeccionado por el Renacimiento, el Racionalismo y la utilización del Método Científico desde el S. XVII hasta nuestros días. De esa forma exclusiva trabajan hoy los Médicos y los Ingenieros y Arquitectos, y sobre todo, los científicos.
Lo que denuncio es que aún no se ha comenzado en profundidad a trabajar con ese método en el estudio, análisis, extracción y anotación de conocimientos en el campo de la conducta individual –aunque en esta se trabaja muy intensamente- pero sobre todo en la colectiva. Y menos aún en la estructura, comportamiento y por ello, planificación científica y técnica de los grupos sociales organizados. Se sigue el viejo método inconsciente de los Mitos, creencias, ideologías, cuando no directamente de los dogmas religiosos. Estudiados, manejados, enseñados e impuestos solo desde la vieja visión de la…Fe.
Algunos me dirán que esto en Occidente ya está superado, lo que no quieren aceptar es que con la Ilustración surgieron nuevos Mitos, ya descritos como la Libertad, La Igualdad, y otros, que son los que se usan hoy en día para crear movimientos políticos. Surgen constantemente grupos ideológicos que manejan estas ideas míticas y motivan emocionalmente a ciertas masas y lo hacen con total inconsciencia, los empujan hacia delante y muchas veces terminan en el abismo. Recordemos la Primera y la Segunda guerra mundial. Aún se hace política y motivación social con estos Mitos de explicación Inconsciente de la realidad.
Ya va siendo hora que estudiemos a la especie Humana como animal de grupo que es. Que sepamos científicamente, sin valoración espiritual alguna, como funciona, qué le motiva, a qué estímulos responde, etc. Para lo cual nos falta muchísima investigación que realizar. Exactamente igual que estudiamos una infección bacteriana o vírica, o calculamos la estructura de peso y resistencia de materiales de un puente a un edificio.
Si así lo hacemos comenzaremos a tomar decisiones conscientes, con el mayor viso de racionalidad posible, y mucho más importante, sabremos con qué grado de error nos equivocaremos, y por ello… Iremos rectificando.
Sobre el autor
Carlos González-Teijón es escritor, sus libros publicados son Luz de Vela, El club del conocimiento, La Guerra de los Dioses, y de reciente aparición El Sistema, de editorial Elisa.