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Australia's Elderly Sedated to Death Amid COVID Crisis

Australia sedación

OpenAI | Jueves 13 de marzo de 2025

La noticia revela cómo durante la pandemia de COVID-19, Australia enfrentó una crisis en el cuidado de su población anciana, donde las políticas de salud pública llevaron a un uso excesivo de sedantes como midazolam y morfina en residencias de ancianos. Aproximadamente el 75% de las muertes atribuidas al COVID-19 ocurrieron en estas instalaciones, con un alarmante 40% concentrado en solo diez centros. Este uso de "restricciones químicas" no solo falló en proteger a los vulnerables, sino que aceleró sus muertes, planteando serias preguntas sobre la ética y legalidad de tales prácticas. La falta de atención adecuada y el aislamiento forzado resultaron en un aumento significativo de muertes por causas como demencia, evidenciando una traición a la confianza depositada en el sistema de salud. La situación destaca la necesidad urgente de revisar las políticas sanitarias para garantizar dignidad y compasión hacia los ancianos. Para más detalles, visita el enlace: https://biblioteca.cibeles.net/death-by-chemical-restraints-how-australias-elderly-and-vulnerable-were-sedated-into-early-graves-during-the-covid-scandal/.



En el año 2020, la población anciana de Australia se enfrentó a una realidad alarmante. Las autoridades de salud pública y los sistemas médicos implementaron políticas que no solo fracasaron en proteger a este grupo vulnerable, sino que, en muchos casos, aceleraron sus muertes. Aproximadamente el 75% de las muertes atribuidas al COVID-19 en Australia ocurrieron en residencias de ancianos, con un 40% concentrado en solo diez instalaciones, la mayoría de ellas ubicadas en Victoria. La inquietante verdad es que sedantes como midazolam y morfina fueron utilizados ampliamente como "restricciones químicas", no para sanar, sino para suprimir y controlar. Estos medicamentos, administrados bajo el pretexto del control de infecciones y cuidados paliativos, contribuyeron a la aceleración de las muertes de los ancianos vulnerables en Australia, lo que plantea serias interrogantes sobre la ética y legalidad de estas prácticas.

Este artículo revela cómo el sistema de salud pública australiano, bajo la justificación de la gestión pandémica, abandonó a sus ciudadanos más vulnerables. Se les privó de atención médica adecuada, se les aisló de sus seres queridos y se les sometió a restricciones químicas que suprimieron sus sistemas respiratorios y aceleraron su fallecimiento.

La falta de tratamiento adecuado para los ancianos

Durante 2020, Australia reportó 909 muertes por COVID-19, de las cuales 678 ocurrieron en residencias para ancianos. Según datos oficiales, la tasa de letalidad (CFR) entre los residentes fue del 33.45%, en comparación con solo el 0.04% entre el personal de estas instituciones. Esta disparidad resalta el impacto desproporcionado del COVID-19 en los ancianos, especialmente aquellos con comorbilidades. Sin embargo, esta elevada tasa no puede explicarse únicamente por el virus.

El uso de sedantes como midazolam y morfina desempeñó un papel crucial en esta situación. Estos medicamentos fueron recomendados para pacientes con COVID-19 y aquellos incapaces de seguir medidas de control infeccioso. A pesar de las restricciones legales sobre las restricciones químicas, se administraron ampliamente. La evidencia sugiere que su uso no solo fue generalizado sino que también contribuyó al aumento del número de muertes en residencias para ancianos.

Sedación como “solución”: un sistema fallido

En abril de 2020, la Sociedad Australiana Neozelandesa de Medicina Paliativa (ANZSPM) publicó directrices recomendando el uso de sedantes para pacientes con COVID-19, incluyendo aquellos en cuidados paliativos o “al final de la vida”. Estas directrices difuminaron la línea entre cuidados paliativos y cuidados al final de la vida, permitiendo un uso generalizado incluso cuando la recuperación era incierta.

Para septiembre del mismo año, el Grupo Nacional de Evidencia Clínica sobre COVID-19 (NCCET) amplió estas recomendaciones sugiriendo sedantes para manejar síntomas como dificultad respiratoria y agitación. Además, se aconsejó minimizar la interacción del personal con los residentes mediante el uso de medicamentos de liberación lenta, lo que resultó en una efectiva aislación y reducción del acceso a atención médica.

Las consecuencias fueron devastadoras. Los sedantes como midazolam y morfina suprimen el sistema nervioso central, exacerbando problemas respiratorios causados por COVID-19. Para los pacientes ancianos, ya vulnerables debido a su edad y comorbilidades, estos fármacos probablemente aceleraron sus muertes.

Muertes por otras causas: el costo oculto

El uso de restricciones químicas en residencias no solo afectó las muertes por COVID-19; también se observó un aumento significativo en mortalidad por otras causas durante la pandemia. En 2020, las muertes por demencia superaron aquellas registradas durante la peor temporada gripal en Australia en 2019, a pesar casi total ausencia del virus influenza.

Esto sugiere que el incremento del uso de sedantes y el aislamiento forzado contribuyeron a una disminución generalizada en la salud y bienestar. Los ancianos, ya marginados por la respuesta pandémica, fueron aún más victimizados por políticas que priorizaron el distanciamiento social y aislamiento sobre un cuidado compasivo.

El empleo de restricciones químicas durante la pandemia representa una profunda traición a la confianza depositada en las autoridades sanitarias. En lugar de proteger a los más vulnerables, se implementaron políticas que aceleraron sus muertes. La sedación se convirtió en una herramienta conveniente para gestionar problemas como la falta de personal e infecciones a expensas de la dignidad humana.

A medida que el mundo avanza hacia adelante, es fundamental recordar las lecciones aprendidas durante esta crisis sanitaria. Los ancianos merecen algo mejor que ser sedados hasta sus prematuras muertes; merecen compasión, dignidad y el derecho a vivir sus últimos días rodeados por sus seres queridos.

No se trata únicamente de un caso aislado; es una historia sobre fallos sistémicos graves y abusos a derechos humanos cuyas trágicas consecuencias reflejan una priorización del miedo sobre la humanidad.

La noticia en cifras

Cifra Descripción
75% Porcentaje de muertes por COVID-19 en Australia que ocurrieron en residencias de ancianos.
40% Porcentaje de muertes por COVID-19 en residencias de ancianos concentradas en diez instalaciones.
678 Número total de muertes por COVID-19 ocurridas en residencias de ancianos en 2020.
33.45% Tasa de letalidad (CFR) para residentes de residencias de ancianos durante la pandemia.

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