Javier Arias | Domingo 03 de mayo de 2020
La revista Forbes lo sitúa como la 60ª persona más rica del mundo, con una fortuna directa de 8.300 millones de dólares. Es un especulador, cuyo único interés real es ganar más dinero y con pocos escrúpulos que le impidan hacerlo.
György Schwartz nació en Budapest (Hungría) el 12 de agosto de 1930. Su padre era un abogado, escritor y editor de origen judío que cambió su nombre por Soros para ocultar su identidad lo que les permitió sobrevivir a la II Guerra Mundial. En 1946 la familia huiría de la ocupación soviética a través de Suiza, para llegar a Londres donde George se graduó en Filosofía.
Al parecer, durante el Holocausto, al joven Soros se le asignó la tarea de saquear las propiedades de los judíos bajo el régimen del teniente general Kurt Becher, jefe de la sección de las Waffen SS eufemísticamente conocida como el Departamento de Economía del Comando de la SS. Alexis Scherbatoff, ex miembro del Cuerpo de Contrainteligencia del Ejército estadounidense aseguraba que Soros obtuvo su primera pequeña fortuna vendiendo su parte del botín incautado a los judíos. Informaba que su primer cómplice fue otro judío húngaro que vendía rubís y otros despojos nazis en Bélgica tras la Segunda Guerra Mundial.
El propio Soros reconocía, en 1998, en el programa televisivo "60 minutos (CBS), que no se sentía culpable por haber colaborado con los nazis para confiscar propiedades de los judíos, durante la Segunda Guerra Mundial.
Soros es la cara más visible de ese grupo de magnates que buscan destruir las democracias occidentales, las naciones que las albergan y las raíces que las hacen reconocibles. No porque sean malvados sino porque eso les permitirá el control de sociedades pequeñas, desestructurada y débiles, reduciendo sus problemas e incrementando sus beneficios. Mucha gente no puede creer que alguien haga esos planes, pero para entenderlo, cabe un pequeño ejemplo. Los traficantes de drogas, o de armas, no son intrínsecamente malvados, ni destruyen vidas por el placer de hacerlo. Solo les interesa su propio beneficio y no dudan en arruinar, o eliminar vidas, para conseguirlo.
Estos magnates, influyen en la opinión pública para aumentar su poder político e incrementar beneficios. Y lo hacen a través de la financiación de organizaciones, medios de comunicación y universidades, en unas proporciones que cuesta imaginar.
En el caso de Soros, ese entramado (que veremos más adelante), tiene como centro la Open Society Foundation (Fundación Sociedad Abierta), con un presupuesto (público) que para este año 2020 alcanza la cifra de 1.200 millones de dólares, repartido en programas (ver imagen) y áreas geográficas.
Los objetivos son los ya conocidos: liquidación y fraccionamiento de las naciones-estado democráticas; destrucción de las sociedades y las familias imponiendo la ideología de género y el fomento LGTB y constriñendo la libertad ideológica bajo un pensamiento obligatorio que anule y castigue la disidencia.
Hay un libro magnífico, de dos investigadores españoles, “Soros: rompiendo España” que documentan el apoyo del especulador al separatismo catalán. En realidad, esa independencia les importa una higa, pero sí quieren fraccionar la nación más antigua de Europa para debilitarla (y con ella al resto de países europeos) para que se pliegue, más fácilmente a sus intereses.
Estamos ante un disimulado golpe de estado desde arriba, desde el poder económico y la manipulación de la opinión pública, que quiere imponer su agenda.
No es casual que, tras ganar la moción de censura, Pedro Sánchez recibiera a su primera visita como inquilino del Palacio de la Moncloa: George Soros. La cita era clandestina, pero alguien la filtró para advertencia de los españoles.
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