CLAVES

Idaho propone penalizar la difusión de información falsa, generando preocupaciones sobre la libertad de expresión

Idaho legislación

OpenAI | Viernes 07 de marzo de 2025

Idaho House Speaker Mike Moyle has proposed a controversial bill that would make knowingly spreading false information about individuals a felony, punishable by up to five years in prison and hefty fines. This legislation has raised significant concerns regarding free speech and potential government overreach. Critics argue that the bill could criminalize legitimate criticism of public officials and blur the lines between free expression and defamation. The proposal shifts defamation from civil to criminal law, risking abuse of power and overwhelming the legal system. Advocates for free speech warn that such measures threaten democratic principles by enabling the government to control narratives and suppress dissent.



En un movimiento que ha generado una amplia alarma entre los defensores de la libertad de expresión, el presidente de la Cámara de Representantes de Idaho, Mike Moyle, ha presentado un proyecto de ley que criminalizaría la difusión intencionada de información falsa sobre otra persona. Esta propuesta legislativa clasificaría tales acciones como un delito grave, con penas que podrían alcanzar hasta cinco años de prisión, multas de hasta $100,000 o ambas. La iniciativa ha reavivado el debate sobre los límites de la libertad de expresión y los peligros del abuso gubernamental.

El objetivo central del proyecto es abordar lo que se denomina "mala fe real", es decir, declaraciones emitidas con conocimiento de su falsedad o con desprecio temerario hacia la verdad. Sin embargo, aunque la intención puede ser frenar la desinformación dañina, las implicaciones de esta ley son profundas y preocupantes.

Interpretaciones erróneas del derecho a la libre expresión

Moyle, miembro del partido republicano, ha defendido su propuesta al invocar una interpretación restrictiva de la Primera Enmienda. “Soy un firme creyente en nuestro derecho a la Primera Enmienda, pero también creo que nuestros padres fundadores no incluyeron en ella el derecho a mentir sobre alguien”, declaró Moyle.

Esta afirmación refleja una fundamental falta de comprensión tanto de la historia como del derecho constitucional. Los padres fundadores, lejos de intentar regular las falsedades, eran ellos mismos familiarizados con acusaciones hiperbólicas y frecuentemente falsas. Por ejemplo, durante las elecciones presidenciales de 1800, Thomas Jefferson y John Adams intercambiaron acusaciones extremas; mientras el campamento de Jefferson advertía que Adams deseaba coronarse rey, los partidarios de Adams afirmaban que Jefferson traería consigo una distopía atea. A pesar del intercambio virulento, ninguno enfrentó cargos criminales.

Moyle también recurrió a la famosa analogía del “fuego en un teatro lleno”, referencia al caso Schenck v. Estados Unidos (1919). Sin embargo, esta analogía ha sido en gran medida desacreditada en la jurisprudencia moderna; el propio caso fue anulado en 1969. El uso continuo de este argumento pone de manifiesto una preocupante indiferencia hacia la evolución en las protecciones a la libertad de expresión.

La politización de la verdad

Uno de los aspectos más alarmantes del proyecto es su potencial para armar el concepto de “verdad”. Según lo propuesto, el fiscal general del estado y los fiscales locales tendrían autoridad para presentar cargos si una declaración falsa se refiere a un funcionario público o empleado en relación con sus funciones. Esta disposición plantea serias inquietudes sobre la politicización de la verdad y el efecto paralizante que podría tener sobre las voces disidentes.

Imaginemos un escenario donde un periodista o comentarista político critica a un funcionario gubernamental y enfrenta cargos por delitos graves porque dicho funcionario afirma que la crítica es falsa. De repente, se difumina la línea entre crítica legítima y difamación criminal, otorgando al gobierno un poder sin precedentes para silenciar a sus críticos.

Aun dentro del Comité Estatal de Asuntos Públicos de Idaho hubo señales de inquietud. El representante Bruce Skaug expresó su escepticismo al afirmar: “Mi preocupación es que si conviertes a cada mentiroso en un delincuente grave, entonces vamos a tener muchos problemas; no habrá suficiente espacio en nuestras cárceles”. Su comentario, aunque ligero, subraya un punto crítico: el amplio alcance del proyecto podría resultar en una avalancha de juicios que abrumen al sistema legal y vulneren las libertades individuales.

Un riesgo para los principios democráticos

Idaho ya cuenta con leyes civiles contra la difamación que permiten a los individuos buscar reparación por daños sin enfrentar amenazas penitenciarias. Según las leyes actuales, quien sea hallado culpable por difamación enfrenta multas que pueden alcanzar hasta $5,000 o seis meses en prisión. Aunque estas sanciones no son insignificantes, son mínimas comparadas con las drásticas medidas propuestas por el proyecto legislativo.

Al trasladar la difamación del ámbito civil al penal, el proyecto otorgaría al gobierno el poder para procesar casos en lugar del individuo afectado. Esto representa una peligrosa desviación respecto a los principios del debido proceso y la libre expresión que sustentan nuestro sistema legal.

Además, el requisito del proyecto para restituir costos añade otra capa compleja. Una persona condenada por “difamación criminal” sería responsable por compensar al víctima por costos específicos derivados de la declaración falsa. Aunque esto puede parecer razonable teóricamente, podría resultar en sanciones financieras exorbitantes que desincentiven aún más el discurso abierto.

Una amenaza latente para la democracia

En esencia, este proyecto representa una profunda incomprensión sobre el papel fundamental que juega la libertad de expresión en una sociedad democrática. La capacidad para criticar a funcionarios públicos—ya sea dura o inexactamente—es uno de los pilares esenciales del sistema democrático. Si bien las declaraciones falsas pueden causar daño indudablemente, la solución no radica en criminalizar el discurso sino en fomentar una cultura basada en rendición de cuentas y debate público robusto.

La historia nos ha demostrado reiteradamente que cuando se otorga al gobierno el poder para determinar qué es verdadero y qué es falso, ese poder inevitablemente se abusa. Ya sea mediante censura, intimidación o supresión abierta de disidencias, las consecuencias tales abusos son graves.

Como acertadamente señaló el representante Skaug: “Si conviertes a cada mentiroso en un delincuente grave, entonces tendremos muchos problemas”. Pero esos problemas no solo incluirán cárceles abarrotadas; serán también la erosión misma de las libertades fundamentales que hacen a América un faro de libertad. El proyecto propuesto por Idaho no solo representa una amenaza para la libertad de expresión; constituye una amenaza directa para la democracia misma.

La noticia en cifras

Cifra Descripción
5 años Máxima pena de prisión por difundir información falsa.
$100,000 Multa máxima por difundir información falsa.
$5,000 Multa máxima actual por difamación civil.
6 meses Máxima pena de prisión actual por difamación civil.

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