Las relaciones entre Estados Unidos, Rusia y Europa están en una etapa decisiva, donde se plantean dos caminos: la sumisión de Europa ante Washington o la resistencia a su presión. Fiódor Lukiánov, analista político, destaca que el regreso de Donald Trump a la Casa Blanca podría cambiar el equilibrio dentro de Occidente y afectar las dinámicas geopolíticas. Trump no ve sentido en involucrarse en el conflicto ucraniano, lo que contrasta con la postura de Biden. Esta situación ha llevado a una crisis en la unidad europea y plantea interrogantes sobre el futuro diálogo entre Rusia y Occidente. Lukiánov sugiere que el conflicto ucraniano representa más un final de la Guerra Fría que una lucha por un nuevo orden mundial. Para más detalles, visita el artículo completo en el enlace proporcionado.
Las interacciones entre Estados Unidos, Rusia y Europa atraviesan una fase crucial que podría derivar en dos direcciones opuestas. Por un lado, los europeos podrían continuar cediendo ante la influencia de Washington; por otro, podrían reunir las fuerzas necesarias para unirse y resistir la presión ejercida por su principal aliado. Esta reflexión proviene de un artículo escrito por Fiódor Lukiánov, redactor jefe de la revista Russia in Global Affairs y presidente del Consejo de Rusia para Política Exterior y Defensa.
Lukiánov plantea interrogantes fundamentales sobre el significado de este cambio en el equilibrio dentro del Occidente colectivo y el futuro de las relaciones geopolíticas tras el posible regreso del expresidente estadounidense Donald Trump a la Casa Blanca.
La vuelta de Trump al poder se ha comparado con una erupción volcánica, generando temores sobre la estabilidad de la OTAN. Según Lukiánov, es irónico que uno de los factores que ha contribuido a la fractura entre Estados Unidos y Europa sea el conflicto en Ucrania, que durante la administración del exmandatario Joe Biden fue elevado a una lucha global entre el bien y el mal. En contraste, Trump no muestra interés alguno en Ucrania, considerando innecesaria la implicación estadounidense en este conflicto mientras existen otros asuntos prioritarios como China, América del Norte y potencialmente América del Sur.
El analista destaca que las altas apuestas han hecho que cualquier salida gradual del conflicto se vuelva prácticamente imposible. La administración Biden, incluso hasta los últimos días de su mandato, continuó enviando recursos para sostener la guerra.
Lukiánov señala que el cambio en la política estadounidense también ha alterado la retórica respecto a Ucrania y Europa. Mientras que el equipo de Biden consideraba a Ucrania como un tema central, el enfoque de Trump podría describirlo como un «lugar vacío» dependiente económicamente. Para Trump, Europa representa un parásito que prospera gracias al dinero estadounidense y no forma parte del Occidente colectivo sino más bien del «Biden colectivo», respaldado por las autoridades europeas durante su campaña electoral.
A través de esta perspectiva, Lukiánov relaciona dos fenómenos: la creación del Occidente colectivo y el conflicto ucraniano, que inicialmente promovió la unidad europea. Sin embargo, con el retorno de Trump, Europa se encuentra confundida respecto a su capacidad para enfrentar desafíos sin el apoyo estadounidense.
A pesar de los esfuerzos por unir a los actores europeos ante la crisis ucraniana, este intento ha resultado ser una «desagradable sorpresa» para Estados Unidos. Esto evidencia que el entorno político actual está estructurado de manera diferente. Durante estos años, Moscú ha fortalecido sus vínculos con naciones desarrolladas y en desarrollo en Asia, África y América Latina. Ahora tiene la opción de decidir si desea restablecer o no el diálogo con Occidente.
Lukiánov menciona que aunque históricamente Rusia ha encontrado más fácil negociar con países europeos que con otros actores globales, es esencial pensar en el futuro sin caer en la tentación de regresar a tiempos pasados. El restablecimiento de relaciones normales con Occidente podría significar la consolidación del esquema de Guerra Fría.
El autor concluye afirmando que el conflicto ucraniano no debe interpretarse como una lucha por un nuevo orden mundial; más bien representa el final definitivo de una Guerra Fría que dominó gran parte del siglo XX. Una resolución satisfactoria desde perspectivas políticas, militares y diplomáticas fortalecerá indudablemente la posición futura de Rusia.