OPINIÓN

¿Una sociedad a la altura? ¿Y sus políticos?

José Luis Úriz Iglesias | Miércoles 29 de abril de 2020

Esta terrible pandemia que nos está tocando sufrir a la humanidad, ha sacado lo mejor pero también lo peor del ser humano, además de dejar claro nuestro papel destructivo ante la naturaleza.



Empecemos por esta última constatación. En apenas dos meses de nuestra retirada a nuestros “cuarteles de invierno” esa naturaleza, que llevamos castigando demasiado tiempo, ha ido recuperándose de nuestra devastadora acción.

Los animales han vuelto a su hábitat natural, incluso se han podido reproducir con más facilidad hasta aquellos que estaban en riesgo de extinción. Los índices de contaminación del medio ambiente, aire, aguas de ríos o mares, han bajado hasta límites no conocidos en los últimos años.

Ver de nuevo delfines en las costas del Cantábrico, focas en la playa de La Concha de Donosti, peces por las limpias aguas de los canales de Venecia, corzos por la calles de grandes ciudades, incluso osos a punto de desparecer reproduciéndose nos ha puesto frente al espejo de nuestro papel destructivo.

Ya se pueden ver las estrellas en las noches de Madrid o Barcelona, el aire ahora resulta respirable y el silencio reconforta el espíritu y supone una fuente de salud.

Todo ello en apenas dos meses.

Por eso una de las lecciones que deberíamos sacar de esta terrible situación es que cuando se vuelva a la normalidad, tenemos que repensar nuestro papel ante la naturaleza y procurar limitar nuestras agresiones a la misma.

Si no cuidamos nuestro entorno, éste se acabará volviendo contra nosotros. Quizás esa sea una explicación de lo ocurrido con el coronavirus. Si no somos capaces de conseguirlo probablemente después vendrá otro y otro hasta acabar con una especie humana causante de tantos males.

También se ha puesto a examen el comportamiento de la sociedad y de sus políticos. Esta crisis está siendo capaz de sacar lo mejor pero también lo peor que llevamos dentro.

Lo mejor del esfuerzo inmenso de un personal sanitario, al que no le hemos dotado de medios suficientes para poder cuidar con eficacia a los demás y lo que es más grave, para poder cuidarse a ellos mismos.

La falta de UCI, respiradores, o material de protección, ha sido como para darnos un suspenso fulminante. Lo mismo se puede decir del culebrón de las mascarillas, de la falta de test fiables, o de un programa solvente para poder saber qué parte de la sociedad ya es inmune y por lo tanto no peligrosa para el resto.

Este coronavirus ha demostrado también las deficiencias del sistema sanitario público, especialmente en algunas autonomías como Madrid y Catalunya. “Casualmente” las que anteriormente se habían dedicado a debilitarlo para fomentar el privado.

Análisis aparte merece lo ocurrido en las Residencias de Mayores. El lugar donde el virus ha producido un mayor destrozo debido igualmente a la privatización salvaje de este servicio esencial.

Resulta vergonzoso que se hayan producido por encima de 14.000 fallecimientos en ellas.

Que de la red existente sólo el 25 % sean públicas y el 75 % privadas, en donde se prima no la atención a esas personas mayores sino la búsqueda de beneficios, es como para hacérnoslo mirar.

El futuro debe caminar justo en dirección contraria, o sea en un fortalecimiento absoluto de la sanidad y las Residencias de Mayores públicas.

Justo lo que siempre había defendido la izquierda y que lamentablemente ha ido abandonando por el camino.

¿Todo lo señalado es culpa del gobierno actual? Evidentemente no, pero sí es responsabilidad de un sistema erróneo que conviene rectificar, cambiar.

¿Lo ha hecho todo mal? Tampoco, porque debemos reconocer que nos ha pillado desprevenidos, pero sí que algunas decisiones deberían haber sido más agiles y eficaces.

¿Y la oposición? Pues tampoco. En un momento de emergencia nacional, al igual que otros países de nuestro entorno, debería haber remado a favor y no justo en contra. Debería colaborar no sé si en unos Pactos de la Moncloa II, pero sí en cerrar filas para salir de esta crisis juntos y fortalecidos.

No han sido capaces de hacerlo porque de nuevo ha prevalecido el bien partidista por encima del común.

Tampoco pues la oposición ha estado a la altura de las circunstancias.

La política en su conjunto sale con un suspenso absoluto que le obliga, aquí sí, a repetir curso, rectificando los errores del presente.

¿Y la sociedad ha estado a la altura?

Sí, la minoría que ha luchado en primera línea, personal sanitario, bomberos, F.C.S.E., trabajadores de la alimentación, taxistas, grupos solidarios, etc., pero no el resto.

También esa sociedad ha sacado lo peor y mejor en esta crisis. Lo sucedido ayer con el primer día de des confinamiento de los niños es un indicativo de la falta de madurez y responsabilidad de sectores importantes de padres y madres. Las 700.000 infracciones en 44 días, también.

Lo de las juergas de algunos en ventanas y balcones en un momento en el que el sufrimiento es enorme, con 23.000 muertos, miles de infectados, ingresados y en las UCI, o sin poder despedir a nuestros familiares, es un nuevo punto negro. Porque este país no está para fiestas, sino para el respeto y reconocimiento a las víctimas.

Como resumen podríamos decir que en primer lugar lo mejor que le podría pasar a nuestro planeta es que el ser humano quedara confinado eternamente y en segundo lugar que durante esta crisis ni la clase política ha estado a la altura de lo que se le exigía, ni la sociedad tampoco.

¿Qué va a pasar en el futuro? Es difícil pronosticarlo aunque a la vista de los últimos acontecimientos conviene ser pesimista.

Dicho esto con el riesgo de que te acusen de “viejo gruñón”.

Veremos…

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