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El pronóstico del futuro que nos espera

Alfonso Durán Pich.- alfdurancorner.com

Lunes 27 de abril de 2020
Algunos amigos y colegas llevan tiempo insistiendo en que haga un pronóstico más detallado del futuro que nos espera. No soy partidario de este tipo de ejercicio, a pesar de que dediqué unos cuantos años de mi vida profesional a la dirección estratégica en el medio y largo plazo de una importante corporación química. Eran años en que el tiempo discurría monótonamente, donde casi todo era previsible, donde previsión y planificación (que son dos conceptos técnicamente muy distintos) operaban dentro del mismo universo.

No es que no se hubieran producido rupturas de los modelos económico-políticos dominantes, pero el sistema los había absorbido gradualmente. Solo como referencia, pensemos en algunos: 1971 (final del patrón oro), 1973 (primera crisis del petróleo), 1974 (los petrodólares), 1979 (segunda crisis del petróleo), 1980 (neoliberalismo económico), 1989 (fragmentación y liquidación del imperio soviético), 1995 (despegue de Internet), 2001 (explosión burbuja punto.com), 2001 (torres gemelas), 2008 (crisis económico-financiera).

Cuando uno hace memoria, no puede menos que preguntarse cómo el “sistema” ha sido capaz de soportar tantos envites. Lo que nos lleva a la confirmación de su probada fortaleza.

No es “el fin de la historia” que declaraba enfáticamente Fukuyama, pero lo cierto es que el capitalismo de mercado, con un sesgo hacia los “takers” frente a los “makers”, es el chico de la película, y está solo ante el peligro.

Y ahí está el problema. Ha dejado muchos cadáveres por el camino, ha apostado por un mal interpretado concepto de la competitividad (un mantra del que todo el mundo habla sin saber qué significa de verdad), ha desechado cualquier esfuerzo cooperativo, ha ahondado en la precariedad social (mucho más importante que la desigualdad), se ha cargado la clase media que le servía de colchón, se ha centrado en el corto plazo (cuando una empresa genuina es siempre un proyecto a largo), ha confundido el “negocio” con la “empresa”, se ha volcado en la especulación, ha rechazado la teoría de los “stakeholders”, ha destrozado los valores calvinistas de la disciplina, la constancia y el trabajo bien hecho. Y así ha dejado un panorama desolador. Es lógico que ahora no sepa qué hacer.

Vamos a presentar secuencialmente los aspectos más relevantes de este arranque de año que muchos preferirían olvidar.

Primer capítulo: etapa pre-Covid19

Aunque comentaristas, tertulianos, portavoces gubernamentales, instituciones paraoficiales, altos funcionarios y otras especies similares nos hayan contado que “todo iba bien”, hemos de asumir que no era cierto. No es que mintieran necesariamente (algunos sí), es que no sabían más. La mediocridad tradicionalmente ocupa los rangos más altos de la escala social.

Llevamos muchos años en caída libre. Este siglo empezó mal (de burbuja en burbuja, y tiro porque me toca), hasta que estalló la más gruesa en el 2008, que supuso una crisis económico-financiera de gran calado, crisis que se tapó con dinero público (dinero del contribuyente). Luego vinieron años complicados en plena recesión, con ciclos cortos que generaban falsas esperanzas. Nos aseguraron que habíamos superado el bache, pero los hechos mostraban lo contrario. Lo dije y lo repito: la recesión se fue, pero la crisis se ha quedado. Veamos algunos indicadores:

Estados Unidos ya no es el país hegemónico. Tiene que aceptar un liderazgo compartido con China. A su gobierno le resulta difícil asumirlo.

China propone un modelo distinto: capitalismo en lo económico, comunismo en lo político. Otros países de su círculo próximo copian el modelo.

China y países de su entorno son la fábrica del mundo. Cinco millones de empresas ajenas a su territorio dependen de ellos.

El nacionalismo ruso ha vuelto para quedarse. Putin es consciente de que posee el mayor almacén de materias primas estratégicas del mundo.

La política proteccionista del gobierno Trump y sobre todo su forma de instrumentarla han generado problemas añadidos al comercio mundial.

Los conflictos bélicos de Siria, Irak y Libia (por citar algunos) se han cronificado.

Estados Unidos ha subcontratado su política en Oriente Medio a Israel y Arabia Saudita.

La caída del precio del petróleo se debe a que la oferta (la producción) supera la demanda. Los grandes productores no se ponen de acuerdo en las cuotas de producción y la bajada del precio deja fuera al sector del fracking (fracturación hidráulica) que es fundamentalmente norteamericano. Estados Unidos es el gran perdedor.

El volumen de refugiados aparcados en territorio turco, que el gobierno Erdogan permite cobrando un alquiler a la Unión Europea, es de dimensión desconocida (se estima en cuatro millones de personas).

La Unión Europea, como institución, es un fracaso político, económico y social.

El Bréxit es la punta del iceberg de una quiebra económico-política sin salida posible.

El déficit fiscal norteamericano está fuera de control.

Estado Unidos destina 700.000 millones de dólares anuales a su presupuesto de Defensa.

La Deuda global (pública más privada) alcanzó en el 2018 el 230% del PIB mundial.

Algunas bolsas están sobrecalentadas (los valores que se cotizan son muy superiores al valor intrínseco de los activos) y otras subvaloradas (lo contrario).

Las tasas de interés básico son muy bajas o negativas. Castiga a los ahorradores.

La política monetaria de los bancos centrales (comprando deuda pública y privada e insuflando dinero en los mercados) ha resultado un fiasco. En lugar de servir para estimular la economía productiva, se ha orientado hacia la financiera, incluidas acciones, bonos, derivados, arbitraje, etc., siempre con propósitos especulativos.

El Baltic Dry Index, un índice de fletes marítimos de carga a granel seca, que se calcula diariamente y que se considera un buen termómetro de la economía global, pasó de 2600 puntos en septiembre del 2019 a 700 puntos en enero.

En definitiva, el año 2020 empezó mal. Había desequilibrios por todas partes.

Adam Posen, presidente del Instituto Peterson para la Economía Internacional, lo resumía en cuatro apartados: estancamiento, desigualdad, dependencia del dólar y nacionalismo económico.

Segundo capítulo: la llegada de un nuevo coronavirus

El Covid-19 no pilló a todo el mundo por sorpresa. Parece que los orígenes están muy claros, sin entrar en juegos conspiratorios. En Wuhan hay uno de los principales laboratorios donde se experimenta con este tipo de virus. En ese laboratorio, como ha recordado el virólogo Luc Montagnier, premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del virus de inmunodeficiencia humana, el virus probablemente surgió de forma natural, no por ningún tipo de manipulación. También ha señalado que este tipo de laboratorio cuenta con financiación internacional, incluida la de Estados Unidos.

En las revistas y foros especializados, como indica el biólogo y escritor Martí Domínguez, se habían publicado artículos que expresaban los riesgos de esas experimentaciones. El problema, dice Martí, es que estos artículos solo los leen los científicos interesados. Incluso Bill Gates, que ha donado millones de dólares para acabar con la malaria, vaticinó hace seis años que “si algo va a matar a más de diez millones de personas en las próximas décadas será un virus muy infeccioso, mucho más que una guerra”.

No sabemos porque las autoridades locales chinas de esa zona no prestaron suficiente atención al tema en sus inicios, a pesar de que algunos virólogos habían alertado. No sabemos por qué no se cerraron inmediatamente las fronteras, los puertos, los aeropuertos en todo el mundo. No sabemos por qué se permitió el tránsito de personas, cuando pronto se vio que eran las principales transmisoras del virus. La maquinaria política china reaccionó y aplicó luego medidas restrictivas muy duras que al final han funcionado. Las maquinarias políticas de los países próximos a China (Taiwán, Singapur, Corea del Sur, Vietnam) siguieron sus pasos y acertaron. Los países occidentales fracasaron en general por su desidia, su inoperancia, su amateurismo, su superficialidad. Hubo dignas excepciones (Noruega, Finlandia, Austria). Algunos corrigieron los errores iniciales (Alemania, Holanda, Francia), otros (Italia, España) persistieron en el error. El caso de España es dramático, ya que centralizó la respuesta en un ministerio de Sanidad sin competencias, ya que este capítulo llevaba muchos años traspasado a las Comunidades Autónomas, que sí contaban con medios y experiencia. Unos funcionarios nombrados a dedo tomaron decisiones sobre temas que ignoraban. El simple hecho de crear un comité “bélico” (con tres militares entre los cinco miembros) para informar diariamente sobre la marcha de la “contraofensiva”, marcó el punto diferencial respecto al resto de países. No se podrán sacar nunca de encima las huellas de la Contrarreforma.

No es el virus más letal, pero sí uno de los más contagiosos. A pesar de ello, las grandes multinacionales hicieron caso omiso de todo ello. Un par de ejemplos: la patronal italiana (la Confindustria) lanzó a finales de febrero una campaña con el lema “Bergamo non si ferma”, hasta que un mes más tarde, cuando el virus se había extendido, la presión de los trabajadores obligó a cerrar algunas plantas. En cuanto al gobernador demócrata del Estado de Nueva York (heredero de la dinastía Cuomo), con veinte millones de habitantes, esperó a tener 7000 personas contagiadas para imponer la cuarentena. Los lobbies financieros de Wall Street se oponían.

Patricia Lee Wynne, directora de la agencia de noticias Sputnik, hace mención estos días al libro “El fin de las epidemias: la amenaza que pende sobre la humanidad y cómo detenerla”, del epidemiólogo Jonathan D.Quick, profesor de medicina de Harvard y jefe del Consejo Mundial de la Salud. En el libro, publicado en el 2017, Quick escribe: “La pandemia podría ser una variación de la gripe española de 1918 o algo completamente nuevo como el virus SARS de 2003 que surgió en China. Una vez transmitido a un humano, un virus transportado por el aire podría pasar de un individuo infectado a 25.000 más en una semana, y a más de 700.000 en el primer mes. Esto no es ciencia ficción alarmista ni amarillismo”.

Poco a poco, a través de un proceso de prueba y error, vamos avanzando. Los científicos del Instituto alemán de Virología de la universidad de Bonn han concluido que la transmisión más común entre personas se presenta “durante contactos largos y estrechos de multitudes, mientras que el riesgo de contagio mediante el contacto con objetos no es alto, dado que el coronavirus es muy susceptible a la desecación, por lo que no se puede transmitir por el aire”. Lo que parece suficientemente probado es que el confinamiento es la medida más acertada y debe dejarse en las manos de quienes conocen mejor su territorio. Por eso el gobernador de California no hace lo mismo que el de Ohio, ni el ministro-presidente del Estado-libre de Baviera lo que hace el alcalde de la ciudad-Estado de Berlín. Elemental señor Sánchez.

Tercer capítulo: el impacto sociológico del Covid-19.

Buena parte de la población mundial actual tiene dolorosas experiencias sufridas en conflictos bélicos. África y Oriente Medio son ejemplos vivos de algo que no parece tener fin. Occidente lo tiene más lejos. Los que tenían diez años al final de la II Guerra Mundial, tienen ahora setenta y cinco. Sus recuerdos son muy frágiles.

Lo comento porque el actual confinamiento es un caso de ingeniería social que no tiene parangón. Para ahondar en ello conviene analizar el perfil demográfico de los hogares europeos:

En el Estado español hay 4.800.000 hogares en los que vive una sola persona, lo que representa un 26% del total. La mitad aproximadamente tienen más de 65 años.

Y éste 26% no es singular, ya que en el conjunto de la Unión Europea la cifra de hogares unifamiliares es el 33%.

En el extremo tenemos a Suecia con un 52%, seguida de Finlandia, Lituania, Dinamarca y Alemania, que superan el 40%.

En los casos de confinamiento duro (como el del Estado español) cerca de cinco millones de personas están en un tipo de prisión preventiva (metafóricamente hablando). O, para hacerlo más suave, en arresto domiciliario. Y esta situación (cuyo horizonte temporal cambia cada día) ha venido provocada por actuar reactivamente y no preventivamente, por improvisar, por no dar prioridad frente al virus a los profesionales del sistema sanitario (pertrecha bien a tus equipos antes de ponerlos a trabajar), por asignar mal los recursos y organizarlos peor. No es solo que una Catalunya independiente lo hubiera hecho mejor (como lo han hecho Eslovenia, Islandia o Croacia, por el sabio principio de que “lo pequeño es hermoso”), sino que en el caso español, es imposible hacerlo peor.

Dicen que la empatía es ponerse en el lugar del otro para comprenderlo mejor. Una cosa es estar solo y otra sentirse solo. Y este último sentimiento puede llevar a la depresión y al quebranto de nuestro sistema inmunológico. El confinamiento tardío pero prolongado es un sinsentido. Esto no lo resuelve el Prozac.

La calle es la vida. Somos animales sociales.

Cuarto capítulo: la economía.

No diré que este capítulo esté hundido, pero si tocado y muy tocado, como en los juegos de barcos. Lo que diga el Banco de España, los servicios de estudios de distintas instituciones o la OCDE sirve de poco.

Cuando comparamos esta ruptura con la de la crisis del 2007 (que se consolidó en el 2008 y 2009), vemos que en aquella ocasión el proceso duró inicialmente tres años, en tanto que esta vez ha durado tres semanas.

Hay que tener en cuenta que la variable independiente es la gestión sanitaria del virus y esta gestión, a su vez, depende de la propia vida del Covid-19 y de sus probables mutaciones. Es por eso que, como ya hemos señalado, la prioridad la tienen los profesionales de la salud.

A partir de aquí, podemos elaborar nuestras hipótesis, que nunca serán muy distintas de las de otros analistas. Luego bajaremos a planta para concretar. Nos ceñiremos al Estado español para hacerlo más comprensible.

Empezaremos por la peor de las hipótesis (A), pues metodológicamente es lo que la ciencia recomienda. Don’t panic! El confinamiento se prolongaría hasta finales de año. Si aceptamos la teoría de Jordi Galí (cada mes de confinamiento supone una caída del 4% del PIB), el bajón sería espectacular (entre el 30 y el 35%). La mayor contracción económica de la que se tengan registros. Seguiría el teletrabajo, se mantendrían las limitaciones (protección, distancia social, etc.). El Banco de España cifra la peor hipótesis en la mitad, porque acorta el período del confinamiento. Todo pivota alrededor de la variable independiente. En este supuesto, el 2021 saldría limpio e iniciaría la recuperación, pero no sería hasta el 2023 o 2024 que volveríamos a las cifras macro anteriores a la crisis. Para los técnicos este tipo de recuperación tendría una forma de L.

Como contraste, nuestra segunda hipótesis (B) es la más favorable y también la menos probable. Dice que en el Estado español, como en el resto de países europeos, la curva de infectados se aplanaría y esto ocurriría a finales de mayo. También considera que con la llegada del calor el virus perdería fuerza y capacidad de contagio, y que en invierno no rebrotaría. Se habría extendido la inmunidad y los instrumentos de control. En este caso la contracción sería mínima (alrededor de un 5%) y ya en el último trimestre del 2020 se producirían indicios de mejora. Desaparecería el confinamiento, aunque se mantendría la distancia social y se limitarían las concentraciones de personas. Sería la típica recuperación cíclica en forma de V.

La tercera (C) matiza la anterior, en el sentido de que todo toma más tiempo. El retorno a la normalidad sería gradual. Los espacios de ocio empezarían a abrirse, pero se impondrían limitaciones en el número de personas y en su grado de interacción. Continuaría la restricción de vuelos. El PIB caería un 8%. La vacuna estaría disponible a mediados del 2021. En este caso la recuperación tendría forma de U.

La cuarta hipótesis (D) toma elementos de las otras con un componente diferencial: después de una mejora pasajera, el virus rebrotaría en el último trimestre del año. En cualquier caso el sistema sanitario estaría más preparado. La inmunidad no se habría extendido suficientemente, por lo que se repetirían las medidas de confinamiento, aunque esta vez de forma selectiva. La contracción estaría próxima al 10%. Recuperación en forma de W.

Yo personalmente creo que en términos probabilísticos el escenario previsible estará entre C y D, lo que supone una caída del 9% o 9,5 % del PIB, superior a la de la crisis económico-financiera del 2008 que fue del 3,8% (2008/2009).

Ahora, como ya he dicho anteriormente, bajemos a planta y olvidémonos de los modelos. Empezaremos por los empleados activos y pasivos. Y esto es lo que nos encontramos:

Una gran parte de la población vive de sus ingresos mensuales. Tanto entra, tanto sale. Vive “al día”.

En este momento y si trabaja en el sector privado no oligopolista, tiene muchas probabilidades de estar dentro de un ERTO.

Lo anterior significa que sus ingresos corrientes son inferiores a los habituales.

Si no llega a final de mes, hace más uso de la tarjeta de crédito, lo que le permite demorar el pago.

Su saldo bancario, si lo tiene, es exiguo.

Si trabaja, su principal coste fijo es el pago de la hipoteca.

Si está jubilado, la pensión media asciende a 1.158 euros brutos.

Hay diez millones de pensionistas, de los que 6.100.000 lo son por jubilación, 2.400.000 por viudedad, 950.000 por incapacidad permanente y el resto por orfandad.

La pensión media del conjunto son 1.008 euros brutos.

Hay dos millones de parados inscritos en el SEPE, que cobran un subsidio medio mensual de 926 euros brutos.

Vayamos ahora a las empresas privadas, que son las que dan empleo (al margen del aparato estatal). La radiografía es ésta:

▪ Empresas grandes: 29.996.

▪ Medianas: 24.765.

▪ Pequeñas: 74.975.

▪ Micro: 3.417.739.

▪ Según el criterio clasificatorio de la Unión Europea (que se aplica en todos los Estados miembros) sólo el 0,83% del total del tejido empresarial español son “grandes empresas”.

▪ Las “grandes empresas” son aquellas que tienen más de 250 trabajadores, facturan más de 50 millones de euros y tienen un balance ajustado a estos patrones.

▪ Los ERTO (Expediente de regulación temporal de ocupación) han afectado sobre todo a las pequeñas, medianas y micro empresas.

Si cruzamos ambas series de datos, podemos colegir que buena parte del aparato productivo está parado, con lo que las empresas no tienen ingresos y no pueden pagar a sus empleados, proveedores, etc. A su vez, los empleados han visto reducidos sus ingresos y viven de la subvención del Estado. Esta subvención, como mucho, sirve para pagar algunos de los costes fijos (no todos), por lo que su pasivo no deja de aumentar.

Y es que en planta (o en la calle, si se quiere), las cosas se ven de otra manera. Aquí no valen los modelos de recuperación, sean en L, en V o en cualquier otro signo.

¿Y qué puede/debe hacer el poder ejecutivo (gobierno Sánchez), el representante de la sociedad, para paliar los peores efectos de una economía en declive?

En primer lugar, hacer autocrítica por los errores cometidos en política económica durante los últimos cuarenta años. Errores graves en la asignación de recursos, como el proyecto megalómano de un AVE radial del que se enorgullecía la ministra Magdalena Álvarez (afectada luego por los fraudes públicos del gobierno andaluz), cuando proclamaba que “el AVE cosía con cables de acero todo el país”. Menuda vergüenza. Precisamente esos cables han servido para distribuir el Coronavirus urbi et orbe. ¿Cómo pretenden que sus socios de la Unión Europea acepten unos eurobonos solidarios cuando se han dado cuenta, aunque tardíamente, de que el dinero cedido iba a proyectos no viables y superfluos (añadamos aeropuertos, polideportivos y obras públicas de autobombo) o a subvencionar, mediante prácticas corruptas (ERE’s, PER’s y otras menudencias), a una población alienada y fiel al duopolio político.

En segundo lugar, asumir que el Estado se halla técnicamente en quiebra, pues no solo no ha sido capaz de reducir el peso de la Deuda Pública con relación al PIB, sino que año tras año el Déficit Público sea ido repitiendo, por la mala asignación y peor gestión de los recursos económicos. Hay que añadir que el pasivo real del Estado es superior al que se indica oficialmente, pues parte de la Deuda Privada cuenta con la garantía pública.

En tercer lugar, cabría una reasignación de los recursos; es decir, reducir unas partidas del presupuesto y aumentar otras. El Estado ha de cubrir dos funciones básicas que aseguren el bienestar de la población: la sanidad y la educación. Buena parte del resto es discrecional. Ha de reducir drásticamente o suprimir muchas partidas de Defensa. La Defensa, en un mundo globalizado, solo sirve para defender los intereses del poder. No es defensa, sino represión interna. Ha de suprimir todo aquello que no genere valor añadido a la sociedad (instituciones, cuerpos de funcionarios, pseudo empresas, organismos, etc.). Ha de dinamitar el entramado político de las comunidades autónomas, que tratan de ocultar la pluralidad nacional del Estado, donde sólo Catalunya, Euskadi, Castilla y, en menor medida Galicia, tienen una trayectoria propia como naciones, lo que justifica y determina una organización política independiente.

Hoy día los simuladores permiten visualizar los flujos de todo ello. Comprobarán rápidamente que, tras la reestructuración, el saldo es muy positivo. Así dispondrán de un monto considerable que permitiría una renta básica de urgencia para el precariado. Y hay que hacerlo como recomendaba Milton Friedman con la metáfora del helicóptero del dinero: poniendo dinero líquido en el bolsillo de los ciudadanos más necesitados. Tendríamos a corto plazo un estímulo sobre la demanda y un mensaje ilusionado. Hasta Robert Chote, el duro guardián del presupuesto público británico, ha apuntado en esta dirección.

En paralelo hay que proteger la oferta, para que las empresas generadoras de empleo (que no son las grandes) se sientan reforzadas. Ayudas sin concesiones, vigilando las garantías adicionales que piden los bancos. Aplazamiento de impuestos. Aligeramiento de los costes laborales que no van a la cartera del empleado.

Todo ello supondría un incremento de la Deuda Pública, como va a ocurrir en el resto de países. Pero este incremento podría defenderse en los foros internacionales porque sería un ejemplo de buena gestión y de un cambio de rumbo en la esfera pública. Hay que sacarse de encima la cultura del funcionariado y operar como una sociedad libre y responsable.

Probablemente no van a hacer nada de todo esto. Puedo comprenderlos, pero no los respeto. Saben que se autodestruirían, y aunque se llenan la boca con la palabra “patria”, les importa muy poco la realidad social que hay detrás de ese manoseado vocablo.

El Estado español acabará siendo rescatado oficialmente (el Estado, no los ciudadanos), lo que implicará mayores recortes en las prestaciones sociales, más impuestos, menos libertades.

Quinto capítulo: el previsible comportamiento de compra / consumo

Hace ya algunos años que la corriente dominante en economía, la que interpretaba que la conducta humana operaba en términos racionales, ha perdido credibilidad.

Muchos estudiosos, a caballo entre la economía, la psicología y la sociología, han desarrollado una escuela de pensamiento que se denomina economía conductual (Behavioral Economics). Está demostrado que muchos de nuestros comportamientos no se ajustan a la racionalidad.

Sin embargo, en el entorno actual descrito se presiente un retorno a la racionalidad. Esto significa dar prioridad a lo necesario y modificar la asignación de la renta disponible después de pagar los costes fijos. No todo el mundo tiene la misma capacidad para asumir riesgos. Ahora veremos mayor retracción de la habitual. Las compras compulsivas llenarán el baúl de los recuerdos.

Entre los sectores económicos favorecidos destacarían la alimentación, los servicios de salud, el farmacéutico, la automatización, la digitalización, el comercio online y las tecnologías de la información.

En el lado de los perjudicados estaría en primer lugar y por encima de todo el turismo y sus derivados (hostelería, restauración, compañías aéreas), la fabricación de bienes de consumo duradero, el comercio al detalle, la construcción y los servicios inmobiliarios, los servicios financieros y el conjunto de mini renglones asociados al ocio.

Y si tenemos en cuenta que el turismo representa en el Estado español el 14% del PIB y que da empleo a casi tres millones de personas, podemos colegir que el problema de carácter inmediato tiene una dimensión no gestionable. Desde mi punto de vista, el Covid-19 le dará un golpe mortal al turismo de masas. Incluso los viajes de empresa, muchos de ellos innecesarios, serán sustituidos por videoconferencias. Habrá que reajustar todo ello.

La sociedad está atemorizada y se recluirá en lo conocido, en lo próximo, en lo probado. Recordemos que el pánico tiene un efecto multiplicador negativo. Es un cambio epistemológico que, como todo cambio, presentará amenazas y ofrecerá oportunidades. Y con esto abrimos una dimensión desconocida que puede romper todos los pronósticos económicos.

Es el paso, como decía Marx, de lo cuantitativo a lo cualitativo.

Sexto capítulo: la política.

El Covid-19 ha desnudado a los representantes de la alta política, que ante un problema que no estaba descrito en su manual operativo (troubleshooting) han fracasado como solucionadores de problemas.

La falta de liderazgo es una constante y es por ello que muchos conflictos sociales, políticos y económicos quedan aparcados sine die.

La crisis está dando protagonismo a los gobernadores de los bancos centrales, pero ni la política monetaria vale por sí sola, ni los gobernadores tienen visión de conjunto.

En las sociedades en las que la democracia autoritaria permea todas las instituciones, el pueblo se somete, se enfría la capacidad crítica, se espera que llegue “el mesías”. Y el mesías nunca llega.

En estas sociedades (como la española) la partitocracia controla todas las redes del poder. Incluso las renovaciones ideológicas resultan falsas. Es un mundo de funcionarios que viven de los Presupuestos Generales del Estado y que actúan como agencias de colocación. Las palabras liberal, conservador, izquierda, popular, socialista no significan nada. Están vacías de contenido.

En este sentido, el confinamiento ya les va bien, porque anula el debate y alimenta la tertulia de los telepredicadores de siempre. Para que el sistema de comunicación esté bien lubricado, el gobierno del Estado español ha concedido subvenciones por un importe de quince millones de euros a los grupos privados Mediaset y Atresmedia, que en el pasado ejercicio habían obtenido beneficios de 212 y 118 millones de euros respectivamente. Dinero a fondo perdido que podría haberse destinado a temas urgentes. Un auténtico disparate.

El descrito como “estado de alarma” es una forma encubierta del “estado de excepción”, que pone las bases de un autoritarismo desacomplejado.

Una reflexión provisional

Nadie sabe a ciencia cierta que va a ocurrir en los próximos meses. En estas circunstancias es cuando se ve claramente la diferencia entre la previsión y la planificación. La primera trabaja con variables exógenas y trata de objetivar la realidad. La segunda incorpora la voluntad propia y trata de construir una realidad distinta. El mundo globalizado y sus principales representantes no han sido capaces de planificar el futuro, en parte por sus carencias y en parte por no compartir un objetivo común, Y es por ello que los escenarios previsibles han ocupado el espacio. Y en esta coyuntura, la multiplicidad de fenómenos cruzados ha hecho más difícil describir el que sería el escenario ideal.

Veremos qué pasa. Lo único que sí puedo asegurar es que el nivel de incertidumbre y vulnerabilidad aumentan. Y mi feeling personal (quizás me equivoque) es que ya casi nada será como antes.

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