OPINIÓN

Ere, era, eran, pero no éramos

(Foto: PSOE).
Jorge Molina Sanz | Domingo 24 de noviembre de 2019
La sentencia de los ERE ha vuelto a poner encima de la mesa un estilo, una forma de gobernar con uso partidista del poder.

Esta mañana teníamos la resaca de la sentencia de los ERE en Andalucía, sabíamos que nuestro marino seguro que tenía algún comentario al respecto, pero fue la joven profesora la que lanzó sus primeras observaciones:

—La sentencia de los eres era lo esperado, pero lo interesante ha sido el enfoque que han dado cada una de las formaciones políticas sobre el tema. Unos destacando que es el mayor caso de corrupción de la democracia española, y nos queda un reguero de juicios pendientes. Otros que hasta ahora clamaban contra la corrupción, de repente, ante sus perspectivas de entrar en el gobierno están silbando y mirando para otro lado. Y los interesados intentando «relatar» que el tema no va con ellos, que ya está políticamente amortizado y que es una «burda utilización de las derechas», asimismo que los enjuiciados, ya sentenciados, no son el PSOE. Además, defienden la honorabilidad de los condenados porque no ha habido un enriquecimiento personal.

Nuestro marino no se hizo esperar:

—Hasta ahí todo normal, pero esa es la diatriba propia de todos los partidos, y que ya ha sido recogida profusamente por la prensa, tertulias y magazines televisivos por lo que me gustaría hacer algunas otras consideraciones. Una de ellas sería dar mis felicitaciones a todo el espectro de partidos de la izquierda por su capacidad de manejar propagandísticamente cualquier tema, por escabroso que sea; las derechas tendrían que aprender de la «superioridad moral». El ser los «buenos» les permite hacer cualquier tropelía sin que tenga mayor trascendencia que cuatro titulares de prensa, que se ven ahogados por el siguiente suceso y deja obsoleta la noticia anterior y su trascendencia.

Después de darles mis felicitaciones—siguió el marino—, sería darle un tirón de orejas a todos aquellos votantes cándidos que a estas alturas se siguen tragando cualquier mentira y siguen pensando en salvadores, aunque a estos también hay que felicitarlos porque en su ingenuidad siguen creyendo que el Estado es ese maná que les va a resolver todos los problemas y debo reconocer que lo están consiguiendo, mientras miran para otro lado ante la corrupción sistémica alegando que «todos son iguales».

Intervino la joven profesora:

—Querido marino, no acabo de entenderte y me pregunto que tiene que ver esa deriva de tus palabras.

Entre risas el marino replicó:

—Claro que tiene que ver. La ventaja de mi edad es que me ha permitido vivir en primera persona la muerte del dictador, la transición y estos años de democracia, por eso tengo presente que la etapa de la transición con la UCD en el gobierno no se destapó ningún caso de corrupción —tampoco el momento era muy proclive a eso—, pero la llegada del PSOE al gobierno en los diferentes estamentos del estado, los casos de corrupción empezaron a crecer como setas. Quizás el primer caso destacable fue en el ayuntamiento de Madrid, denunciado por el socialista Alonso Puertas, que como recompensa lo defenestraron sus propios compañeros. A partir de ahí se abrió la veda y se produjo un cambio de estilos de gobernanza en la que todos los partidos, repito todos, cuando han llegado al poder y siempre como telón de fondo —y excusa— la financiación del partido, algunos de esos «recaudadores» han aprovechado para su enriquecimiento personal.

Volvió la profesora:

—Pero precisamente el argumento del PSOE en el tema andaluz es que no ha habido enriquecimiento personal.

Volvió a reírse el marino y con un poco de amargura contestó:

—Para mi eso ya es secundario, no voy a entrar en como esos tratos de favor a empresas y personas amigas han contribuido a mejorar el «bienestar» del partido y de muchos de sus integrantes. Para mi esta sentencia, una vez más, viene a condenar una forma de hacer las cosas que nos ha llevado al descrédito y desconfianza de los políticos, a la corrupción sistémica, y a una cierta pérdida de credibilidad del país ante otras naciones. El favorecer el clientelismo es una forma vergonzosa de gobernar, es más propias de las dictaduras que se sostienen gracias a las dádivas de los afines. La falta de integridad, el retorcer y adaptar las leyes para conseguir objetivos que se alejan de la igualdad de oportunidades y de la meritocracia para crear círculos de poder, negocios de amiguetes y clientelismo, es como un misil lanzado a la línea de flotación del buque, puede que su impacto no lo hunda, pero, por lo menos, lastra su navegación, y a la larga contribuir al atraso de un territorio o país sobre otros.

La profesora asentía con la cabeza y añadió:

—Esa culpabilidad moral de la que estás hablando los hace doblemente delincuentes, porque fueron autores y cómplices de delitos, porque hicieron dejación de su obligación in vigilando que se le exige a cualquier directivo de institución pública o privada. También lo son porque han contribuido a la degradación y descrédito moral que estamos viviendo y en la que han convertido una función honorable como debería ser la política, en algo vejatorio.

Nuestro viejo marino remató:

—Qué podemos esperar, cuando nuestro presidente en funciones, que hace una semana la quitaba el sueño gobernar con comunistas ahora se da el abrazo del oso con ellos o que, de forma vergonzosa, olvida la historia delincuencial de su partido mirando para otro lado o acusando a los demás.

Apuramos el café, nos levantamos entre las brumas del día lluvioso y pensando que todo eso nos pasa por vivir en la aldea y no entender los vericuetos de la política.

jorgemolina.tesismo@gmail.com

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