OPINIÓN

¿Vuelve el peronismo a la Argentina?

Alejandro A. Tagliavini | Viernes 01 de noviembre de 2019
Argentina era rica, su ingreso per cápita -en dólares de 1992- era de US$ 3.797 en 1913, encima de Francia (3.452) y Alemania (3.134). Hoy es pobre. Aunque empezó antes, la caída se profundizó con Perón. Ahora, nadie es más peronista que los “antiperonistas” que le atribuyen al líder el ser omnipotente, al punto que él solo causó esta debacle.

El peronismo, que ha dominado la política local durante 70 años, volvería al poder tras ganar las elecciones presidenciales Alberto Fernández apoyado por Cristina Kirchner. ¿Pero, realmente vuelve… o nunca se fue? “No es que nosotros seamos tan buenos”, decía Perón, “sino que el resto son peores”.

Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa y Mauricio Macri son los únicos presidentes “no peronistas” desde la reinstauración de la democracia en 1983. Alfonsín, acosado por la hiperinflación, el caos y el estado de sitio, renunció en 1989. Lo sustituyó Carlos Menem. En 1999 fue elegido Fernando de la Rúa que, en 2001, también renunció en medio de otra fuerte crisis.

Macri terminaría su mandato el 10 de diciembre. ¿Cómo perdió las elecciones? Lo votaron peronistas -su candidato a vicepresidente fue un peronista histórico- y a Fernández lo votaron no peronistas. Macri perdió por dejar un país destrozado, con menos libertad individual, jactándose de aumentar el gasto en asistencialismo y con más empleados y empresas estatales. O sea que la vuelta del peronismo “oficial” es solo la continuidad, con otros matices.

Macri, hijo de un empresario -rico a partir de “privilegios” estatales- con su engañoso discurso “promercado” -cuando había mostrado ser lo contrario- enamoró a empresarios, presidentes y burócratas estatales como los del FMI que le prestaron US$ 57.000 millones -48% de todo lo prestado hoy por el organismo- para seguir agrandando el Estado.

Para más confusión, lo apoyó la derecha conservadora auto denominada “liberal”, pero con poco apego real a la libertad, que insiste en la misma cantinela -igual que el FMI- de un “ajuste” impotable: bajar el gasto estatal recortando sueldos, empleados y jubilaciones, lo que sería una bomba porque, dada la actual situación, crecería la desocupación y la marginalidad.

Antes debe desregularse fuertemente de modo que se expanda la economía, sobre todo el sistema laboral para que el mercado pueda absorber desocupados, deben venderse propiedades estatales lo que permitiría obtener recursos, ahorrar gastos y transferir empleados y así solucionar el déficit fiscal. Pero, primero debe desregularse el sistema sindical fascista de otro modo estos sindicatos -fuertemente politizados- impedirán cualquier movimiento, cosa que Macri y estos “liberales” nunca propusieron.

El anterior gobierno, de Kirchner, subió el gasto del 25 al 48 % del PBI, pero tuvo suerte y dejó un país creciendo al 2,7% anual. Macri aumentó ese gasto en términos relativos logrando una fuerte recesión al punto que el PBI caerá este año -3,1%, subió la presión fiscal, la deuda llevando los intereses al 70%, y la inflación hasta el 57,3% anual -superada solo por Venezuela y Zimbabue- del 27% que había encontrado. Deja en la pobreza a más del 35% de la población y en desempleo al 10% -desde el 9,2% que encontró- con un 50% de trabajadores en el mercado informal y de los restantes, formales, el 15% estatales y solo el 35% son del sector privado cuyos impuestos sostienen un Estado que, entre otras cosas, financia asistencialismo para 21,6 millones de personas.

*Miembro del Consejo Asesor del Center on Global Prosperity, de Oakland, California

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