OPINIÓN

Consumimos mucho, creamos poco

Jorge Molina Sanz | Viernes 25 de octubre de 2019
Tomemos una pequeña distancia con los temas candentes políticos de la actualidad y una pequeña reflexión sobre nuestra posición ante los mercados.

Esta mañana nuestro viejo marino quería alejarse de elecciones y de independentismo, por lo que nos soltó:

—Me sorprendo cuando hago la compra en el supermercado que cada vez veo más productos elaborados, listos para calentar y comer. Nos hemos acostumbrado a llegar a la estantería, comprar una tortilla de patatas, cocinada, envasada al vacío y supuestamente con el mejor de los sabores preparada para calentar y comer, en lugar de hacérnosla nosotros mismos. ¡Cómo han cambiado los hábitos alimenticios!

Nos sonreímos, nuestro viejo marino añorando los guisos caseros, aunque nuestra joven profesora le comentó:

—Evidentemente este es un signo de nuestro tiempo, en el que las prisas, los horarios laborales, y los hábitos de vida contribuyen a que cada día se acuda más a precocinados y a comprar en sitios de comida elaborada para llevar. Estamos dando paso a una tendencia de consumir más, pero de elaborar menos. Esa costumbre que la importamos de USA, cada vez se impone más en Europa. Aunque a diferencia de los europeos, en Estados Unidos, que son grandes consumidores de tecnología, no dejan de producirla, mientras que nosotros, los europeos, cada vez consumimos más, pero somos escasos productores tecnológicos.

Nuestro viejo marino exclamó:

—Querida amiga, contigo es imposible, yo solo quería sencillamente hablar de comida precocinada versus comida casera. Contigo me tengo que rendir, no desaprovechas la oportunidad para tocar un tema que merece una reflexión. Tienes razón, la vieja, próspera y civilizada Europa parece que está adormecida y en algunos países parece que se le ha escapado el tren en muchos desarrollos e innovaciones tecnológicos. Podemos acabar consumiendo muchos productos tecnológicos, pero fabricados en cualquier parte del mundo, menos en Europa. Ser solo grandes compradores, pero poco productores.

Siguió nuestra joven profesora:

—Este es el gran reto, y como siempre, también en esto, hay diferencias entre el norte y el sur. Mientras que los países del sur europeo parecen que están haciendo pocos o nulos esfuerzos en ese sentido, vemos como en algunos países del norte ya saltaron las alarmas y existe una gran preocupación sobre estos temas.

En estos momentos los cambios son constantes y se suceden de forma muy rápida. En la industria estamos asistiendo a una revolución protagonizada por Industrial Internet of Things, el Big Data y la Intelligent Automation, la denominada industria 4.0. Mientras ya se está hablando de la industria 5.0 en la que la transformación se producirá, además del IoT (internet de las cosas) por la computación cognitiva, desarrollando los llamados «cobot», (robots colaborativos) y la creación de productos más adaptados a las necesidades individuales.

Nuestro marino intervino:

—Es un hecho que los equipos y las fábricas actuales son cada vez más «inteligentes» y conectadas; si a eso le sumamos los nuevos modelos de negocio que pretenden ser más disruptivos e innovadores, se pueden observar grandes cambios, pero mucho me temo que, eso no es suficiente si no se avanza de forma rápida para evitar que nuestra industria se quede obsoleta y se desplacen hacia otras latitudes.

—Este es el gran peligro y ese es nuestro reto —comentó nuestra profesora— para los próximos años a nivel comunitario, pero como país se supone que tenemos que hacer unos cuantos deberes adicionales para ser más competitivos y eficientes. El objetivo 20/2020 —llegar en año 2020 al 20% del PIB industrial—, parece abandonado, estamos en el 16,4 y desacelerando. Aunque en sí mismo ese ratio no es concluyente, parece como si nos hubiéramos rendido y resignado a ser un país enfocado a los sectores de servicios, agrícolas y derivados; lo que no es desdeñable, pero sería interesante no desaprovechar muchas de las oportunidades que nos ofrecen para ayudar al desarrollo del sector industrial y tecnológico. Favorecer la creación de empresas y su dinamismo reduciendo trabas, trámites y con ayudas reales, económicas y fiscales, para iniciar proyectos innovadores. En caso contrario vamos a seguir consumiendo tecnología, pero cediendo a otros países su producción.

Concluyó nuestro marino:

—Claro que de todo esto no hablan nuestros políticos. Seguramente porque esto no tiene público ni da votos. Menos mal que hoy en casa me esperan unas lentejas, hechas con mimo, contundentes y sabrosas. Mientras pueda, además de consumidor, voy a seguir siendo productor.

Sentimos envidia comparando con la ensalada de bolsa y ese plato precocinado que teníamos para comer y pensamos que, aquí en la aldea, a veces no somos tan diferentes.

jorgemolina.tesismo@gmail.com

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