"Nuestra tierra continua quemándose", explica la coordinadora de la Articulación de los Pueblos Indígenas de Brasil, en referencia a la Tierra Indígena Arariboia de donde ella es originaria, en el estado brasileño de Maranhão. "No hemos recibido hasta ahora ningún apoyo de las Fuerzas Armadas ni de las brigadas contra incendios nacionales, las brigadas locales y los miembros de la comunidad no tenemos condiciones suficientes para enfrentar el fuego. Estamos comenzando a desesperarnos porque hace ya diez días que esto está ardiendo y no conseguimos controlarlo".
Tal y como apunta RT, los análisis del Instituto Socioambiental (ISA) han reconocido 3.553 focos en un total de 148 Tierras Indígenas de la Amazonia brasileña en el periodo del último mes. Figuran, por tanto, entre las que poseen los mayores índices de invasión y deforestación ilegal.
Pese a la urgencia de la situación, las medidas tomadas por el actual gobierno de Brasil se resumen en el envío de 44.000 miembros de las Fuerzas Armadas para ayudar a las brigadas locales a luchar contra el fuego, un contingente que no consigue llegar a todos los lugares de la selva donde las llamas continúan avanzando.
Cabe destacar el recorte de recursos otorgados en primer lugar desde el Ministerio de Medio Ambiente y, por otra parte, a partir del Fondo Amazonia, que es el mayor recurso de financiación de actividades de protección de este tipo.
"Los incendios aparecieron en las tierras indígenas de forma brutal e inesperada", añade Guajajara, que explica que uno de los mayores peligros reside en las consecuencias para los pueblos ancestrales aislados, que viven sin ningún tipo de contacto con otros grupos sociales y que serían los más vulnerables al avance del fuego y podrían incluso extinguirse. "El pueblo de los Awá, que se mantienen aislados, se está aproximando a otras aldeas porque se está quedando sin agua. Esta desesperación es, sin lugar a dudas, la menos propicia para que un grupo indígena haga sus primeros contactos con otros núcleos sociales".
Guajajara señala que el aumento de los problemas respiratorios es el síntoma más visible: "Las personas desarrollan asma y bronquitis, por ejemplo, después de tantos días respirando ese humareda", y subraya que estas enfermedades fueron espectacularmente visibles tras otros incendios que se registraron en la Tierra Indígena Arariboia en 2015 y 2016.
"Ver el rastro de destrucción dejado por las cenizas es una sensación de extrema tristeza", continúa. "El impacto es desastroso para los pueblos que viven de los recursos naturales, de lo que la Madre Tierra nos ofrece, porque perdemos el alimento y, además, altera nuestra cultura".
"El discurso de odio de autorizar la destrucción ha permitido diversos ataques en los territorios indígenas, el avance de la deforestación y, consecuentemente, la propagación de incendios provocados"
En un comunicado de APIB del pasado 26 de agosto, firmado por otras 27 organizaciones sociales, se relaciona directamente el aumento de los incendios con el de la deforestación y argumenta que esto ha venido aparejado a un aumento de actos de violencia contra los pueblos indígenas, comunidades tradicionales y movimientos sociales: "Violencia que permanece impune, en la gran mayoría de los casos", expone la misiva. "Entre los factores de intensificación de la crisis ambiental amazónica producida por el Gobierno central está el rechazo a demarcar tierras indígenas y embates para abrirlas a la explotación de las mineras, las hidroeléctricas y el agronegocio, en oposición a la Constitución Federal", añade la declaración conjunta del tercer sector.