El presidente venezolano Nicolás Maduro ha demostrado tener las manos atadas por el sector más duro del chavismo, y rechazó in extremis la oferta de Felipe González para abrir un
diálogo con la oposición acerca de la normalización democrática en el país.
El ex presidente español había dejado claro al mandatario venezolano cuáles son las bases mínimas para avanzar en la transición democrática en el país: aceptar el papel de una oposición política pacífica, y garantizar los derechos de los presos a un juicio público justo.
Los sectores más duros del chavismo, dentro de las fuerzas de seguridad, en la administración del Estado y en el aparato político, tuvieron miedo de que la luz verde dada por Maduro para que González entrase en Venezuela significase el inicio de un cambio de actitud del presidente venezolano.
Por ello se echaron a las calles, inundaron las redes sociales y la prensa del régimen con ataques abiertos al ex presidente español. Su objetivo no era González, sino lanzar una advertencia a Maduro.
La indecisión de Maduro, que ya mostró en su viaje casi a escondidas a La Habana para presidir con Raúl Castro el desfile popular del 1º de Mayo, le ha hecho perder una oportunidad de oro para normalizar las relaciones con la oposición democrática. Precisamente el sector más conservador del chavismo ya ha dejado claro que no aprueba el restablecimiento de relaciones entre Cuba y EEUU, y quiere torpedear cualquier intento de Maduro para emular al veterano dirigente cubano.
Al hacer naufragar el intento mediador de Felipe González, el líder venezolano ha quemado su último cartucho y enviado un mensaje inequívoco a Washington, que confiaba en la capacidad negociadora del político español. Las descalificaciones y exabruptos de Maduro contra González son el obligado peaje para contentar a los sectores más duros del chavismo.