Para los que se indignan rápido, posiblemente por su cortedad en la disciplina de la comprensión lectora, aclararé que, cuando me refiero a que, en mi opinión, el actual rector de la Complutense me parece un lameculos, no quiero significar, en manera alguna, faltaría más, y creo que el contexto está lo suficientemente claro, que pueda tener la más mínima relación con el tema de la degustación anal, porque a pesar de su aparente íntima relación académica con Gómez, Begoña, hija de Gómez, Sabiniano, el de las saunas (que en paz descanse), el lameculismo rectoral de Goyache es más del tipo clásico, lo que viene siendo, en modo figurado, lamer las esencias del poder cuando éste se ejerce en modo cesarista, como es el caso del marido de Gómez, Begoña. Es decir, y por dejarlo claro, no sea que el rector se me ofenda por decirle lameculos, el lameculismo al que me refiero es al que, con tan buen criterio, especifica la RAE en su diccionario: Lameculos. Persona aduladora y servil.
Por si no ha quedado suficientemente claro, insisto en que yo opino que el rector de la Complutense se ha comportado como un lameculos del poder y que el palabro no tiene nada que ver con vericuetos anales, y ello a pesar de que, aunque etimológicamente rector no tenga relación con recto, sí que podríamos encontrar ciertas similitudes entre ambas palabras, porque del rector se espera un camino recto para eliminar aspectos disfuncionales que desprestigien el buen nombre de la universidad, exactamente igual que en nuestro cuerpo, que después de muchos metros de intríngulis y vericuetos, lo que no procede para el bien del cuerpo es expulsado por el recto camino que enfila el ano.
Por otra parte, como tengo la teoría de que todo es circular, volviendo de nuevo al origen etimológico de la palabra rector, encontramos que a un cura párroco también se le denomina rector, y por tanto rectoría a la casa donde vive, de ahí que esto nos lleve también a la parte sexcatológica del palabro lameculos, porque la beneficiada (en lo académico lucrativo) por el rector Goyache, Gómez, Begoña, sea que al final se demuestre delito penal o delito moral, o ambos, era irremediablemente hija de un señor que tenía negocios de saunas donde el mundo homo se daba cita.
¿Y qué tiene que ver esto con la etimología de rector en el campo sacerdotal o por qué habría de ser circular? Pues muy sencillo, Gómez, Sabiniano, padre de la catedrática lameculizada académicamente por el rector Goyache, posiblemente ahora no pueda disfrutar de un espacio en el Cielo a la derecha de San Pedro (ojo, no confundir con el yerno Pedro terrenal) y tenga que sufrir eternamente el oscurantismo infernal por sus negocios de sudor perverso junto a los rectores sacerdotales, muchos de ellos obispos y cardenales, incluso puede que algún papa que, como pederastas desaprensivos, hicieron de su fe un nicho de perversión anal llevando al extremo aquellas palabras de Jesucristo de “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
Esto de no poder estar a la derecha del San Pedro celestial, de ser así, deberá ser un duro castigo para Gómez, Sabiniano, porque él era un hombre de derechas, como Dios manda, amigo de jueces, fiscales, inspectores de Hacienda, políticos y, lamentablemente, también de policías y espías asiduos a sus negocios. Y digo que lamentablemente también era amigo de policías y espías porque estos, por costumbre y tradición, nunca pagaban, ni por los sudores de las saunas ni por los chaperos a los que se beneficiaban, la mayoría marroquíes, y habría que suponer que mayores de edad, ¿no?
Quiero suponer que, ya que las saunas Gómez eran lugar habitual de lenocinio para gente de tan alto rango, estos últimos, los espías, no forzarían a la propiedad de los lupanares encubiertos homosexuales a instalar cámaras con las que luego poder forzar a unos y otros a dictar resoluciones injustas haciéndolas parecer justas. Hay que suponer también, y de esto estoy convencido, que el propietario de las saunas, en vida suegro de Pedro Sánchez, no era conocedor de lo que pasaba en el interior de sus negocios, porque él donde tendría que estar sería a lo suyo, a cobrar la entrada. Por cierto, qué casualidad que quien fuera un muy buen amigo de Gómez, Sabiniano, hasta el extremo de ayudarle a que las licencias de apertura de sus locales se dieran por vía expres, fuera MIguel Bernard, secretario general del sindicato Manos Limpias, que ahora lidera las actuaciones judiciales contra su hija, la catedrática.
Como, insisto, todo es circular, ahora el Pedro terrenal también está metido, como el rector Goyache, en el lameculismo, pero no en el universitario, para eso ya está el rector de la Complutense, quien en un alarde de bajada de pantalones rectorales acudía a otorgar una cátedra a domicilio al palacio de la Moncloa a una no licenciada, lo del Pedro terrenal es diferente, su lameculismo es más de reyes marroquíes, ya que es el rey de Marruecos quien lo tiene cogido por el recto traseril desde que al monarca le dio por permitir que sus servicios secretos jugasen con programas de caballos alados, de ahí que dejar tirados a los que luchan por la independencia del Sahara le traiga sin cuidado siempre que a él no le afecte.
¿Alguien duda que esto sea así? Preguntemos entonces a Jorge Dezcallar, el que fuera director del CNI cuando los atentados en España del11M. Él, si quisiera, y dado que por edad se le va acercando la hora de rendir cuentas en el más allá, nos podría ilustrar qué pasó entonces y cómo los servicios secretos marroquíes, rindiendo pleitesía a su monarca, orquestaron el más grande atentado en la historia moderna europea de la mano de los que entonces eran sus señoritos, los mismos que ahora ridiculizan a los cristianos en la inauguración de los juegos olímpicos y que, por justicia divina, y por culpa del mismo caballo alado, también deben practicar el lameculismo al monarca del país de la maría. Y los servicios secretos españoles... Sin duda irán al mismo infierno que merecen, aunque para infierno el que ellos permitieron por dejación en las estaciones de tren españolas.
El lameculismo no es algo que debamos dejar pasar como si no tuviera importancia, más bien todo lo contrario, cualquier día puede llamar a nuestra puerta y jodernos la vida, y si no que se lo pregunten a Nacho Cano, el hombre que honró a Isabel Díaz Ayuso con la propia honra con la que ella le acababa de honrar, es decir, estando Isabel de cuerpo presente para otorgar al legendario compositor la Medalla de la Orden del Dos de Mayo, éste pensó que si alguien merecía ese honor era ella, y sin pensarlo dos veces inventó lo que vendría siendo la recondecoración, esto es, condecorar a quien te condecora con la misma condecoración.
Gestos así son bonitos, sobre todo si, como dijo el propio Cano, la distinción la merecía la presidenta Ayuso “por ser valiente y abrir teatros”, pero también hay que tener en cuenta que estos gestos los carga el diablo, porque luego pueden ir en contra del recondecorador sin comerlo ni beberlo.
Al parecer, Nacho Cano, cometió el error de traer inmigrantes de las américas para trabajar como becarios en una de sus obras, y digo que esto fue un error porque, de haberlo pensado, los tendría que haber traído de Marruecos, así el Pedro terrenal a lo mejor le había perdonado lo de la recondecoración a Isabel y hasta le habría dado una subvención, porque tener contento a su rey marroquí no tiene precio.
Y de nuevo podríamos preguntarnos qué tiene que ver el lameculismo con esto, pero la respuesta es fácil, resulta que, así, de repente, como aparecido de las tinieblas del mal, parecidas a las de las saunas, llega un nuevo lameculos a por su dosis de protagonismo. Sin embargo este lameculos no es de la misma cepa de la que emana el de los rectores de universidades, con el de la Complutense a la cabeza, sino que se trata de un lameculismo altamente peligroso, de esos que lo mismo te joden que te matan, un lameculismo ambidiestro, manipulador, disponible a izquierdas y derechas y con un servilismo exquisito capaz de cualquier cosa cuando con quien hay que ejercer el lameculismo es personaje importante, tanto como para ostentar el honorable título de Compi-Yogui otorgado por la mismísima reina Letizia.
El fulano en cuestión, el lameculos del momento, el que hizo méritos a favor de la corona y ahora los pretende en favor del cesarismo sanchista, es el comisario Alberto Carba, quien ha hecho de la causa contra Nacho Cano y su asunto de los becarios inmigrantes una suerte de causa general contra el amigo de la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Sobre él escribía esto en El Mundo el pasado 30 de marzo el periodista Fernando Lázaro, gran conocedor de las cloacas del Estado: Hace más de dos lustros, en una céntrica comisaría de Madrid se abrió la caja de los truenos. Se depositó una denuncia que no solo sacudió a uno de los empresarios de moda del momento y a uno de los comisarios más oscuros y representativos de la Policía. El caso dejó en evidencia lagunas importantes del sistema, tanto policial como judicial y creó situaciones muy incómodas incluso en la Casa Real. Desde diciembre de 2013.
A la comisaría de Chamartín, en Madrid, acudió una de las más prestigiosas dermatólogas de España, Elisa Pinto -por cuya consulta pasan figuras de primer nivel del mundo político, judicial y artístico-, y presentó una denuncia porque estaba recibiendo amenazas, tanto ella como sus hijos. Los policías recibieron sus papeles como una denuncia más. No sospechaban que esta mujer iba a ser apuñalada en dos ocasiones, una de ellas en presencia de uno de sus hijos de 9 años; que su denuncia iba a involucrar al empresario Javier López Madrid, casado con una hija del ex ministro y empresario Juan Miguel Villar Mir; que su denuncia destaparía las tripas de la manera de funcionar de los fontaneros del Estado; que su denuncia iba a sentar en el banquillo al comisario que desde el siglo pasado manejaba -siempre con arropo político- las actuaciones más mediáticas de la seguridad del Estado; que su denuncia iba a desvelar la amistad entre los Reyes de España y este empresario.
Estas son algunas de las lindezas que El Mundo transcribió ese día en relación a la campaña de acoso contra la doctora Elisa Pinto: «Vamos a pinchar a tus hijos», «te vamos a matar», «eres una puta... Lo vas a a pagar caro por hacerte la lista», «sabes que el final de todo esto será que te matemos, esto solo puede acabar acabando contigo», «eres una puta loca que te has creído que te vas a salir con la tuya», «¿tus hijos están seguros?», «te vamos a matar, has hablado demasiado, como no sabes callarte solita te callaremos nosotros», «vas a morir, zorra, tus hijos van a morir, puta loca suicida, baja a misa para que te veamos».
El periodista Fernando Lázaro añade en su crónica que la Justicia constató al respecto que «Villarejo le presentó a López Madrid al comisario Enrique García Castaño, al que en la Comisaría General del Información conocen como el Gordo, mano derecha de José Manuel Villarejo. Y habla de un inspector jefe -ya comisario-, Alberto Carba, instructor de la denuncia contra Elisa Pinto interpuesta por Javier López Madrid. «López Madrid tuvo una estrecha relación con Alberto Carba. Este agente envió varios correos electrónicos a Javier López Madrid comunicándole el estado de la investigación y recibiendo instrucciones».
Como explican los magistrados, el empresario fichó al comisario (Villarejo) para que «hostigara» a la doctora. Y el comisario utilizó todos los soportes que tenía a su alcance en el ámbito policial, judicial y mediático para realizar «sus» labores.
De entre todos los lameculismos posibles hay uno que destaca por su carga de sadismo, me refiero al lameculismo hijoputístico, ese que se regodea con el dolor ajeno a partir de un omnímodo poder prevaricador. El comisario Carba escribía mensajes al compi-yogui de Letizia en relación al caso de la pobre doctora Pinto “No te preocupes, este partido lo vamos a ganar”. A esto me refiero con ser un lameculos hijoputístico, no se puede llevar una placa policial con rango de comisario, no se puede dirigir una de las comisarías más importantes de Madrid y, al mismo tiempo, ser un lameculos del poder hasta el punto de olvidar el honor que se le supone a quien ha jurado defender a los demás. No me explico que el comisario Alberto Carba siga siendo policía, ni tampoco los jueces que han absuelto a la doctora Pinto de la falsa denuncia que el amo monárquico de turno, al que Carba lamió el culo en modo servil, interpuso contra ella con su inestimable ayuda, se explican que nadie le investigue, a él y a toda la trama corrupta de gentuza que conforma las malditas cloacas del Estado.
Para aligerar la carga de ambiente denso y fétido que significa tener que escribir de este tipo de personajes, recomiendo un libro escrito por el notario Rodrigo Tena. Se titula Huida de la responsabilidad, publicado por Ediciones Deusto. El subtítulo no es menos sugerente: Qué ocurre cuando delegamos en el sistema tanto las responsabilidades colectivas como las individuales.
El libro del notario Tena empieza así: Hay un fenómeno que, para mal, es el más importante en la vida pública de la hora presente. Su dimensión tiene, sin duda, un alcance mundial. Este fenómeno es el de la huida de la responsabilidad.
Posiblemente el notario se podría haber ahorrado el resto del libro, con estas 36 palabras está todo dicho. Hasta para el lameculismo debiera haber algún tipo de ética.