Hace unos días, ¡iluso de mí!, escribí un artículo titulado “La última de Rubiales”. Utilizaba el adjetivo con un doble sentido, uno para referirme a que era el último acto reprobable de los muchos realizados por este personaje, y otro dando a entender que sería su postrera despedida de la presidencia de la RFEF. Pues bien, he de reconocer que no acerté. De hecho, erré estrepitosamente, de ahí que el presente artículo de opinión se titule como se titula.