Con el periódico encima de la mesa y señalando un titular nos esperaba nuestro viejo marino. Sin apenas esperar a tomar el primer sorbo del café empezó con su retahíla, se notaba que le tenía ganas a ese tema:
—El tema de las subvenciones públicas siempre es un tema controvertido, se presta a muchas interpretaciones; siempre existe un halo de sospecha sobre su buen uso y siempre nos preguntamos cómo se administra ese dinero. Solo nos faltaba que ahora venga la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal (AIReF) a decirnos que los organismos públicos han gastado más de 14.000 millones de euros en los que no existe una «vinculación entre las subvenciones y los objetivos»; lo que viene a querer decir que nadie sabe con qué criterio se han otorgado, sin poder asegurar que no haya duplicidades entre el gobierno central y autonómicos, ni cómo se han concedido —al menos, con mis cortas luces, eso es lo que entiendo—, y si eso no fuera suficiente, el organismo fiscalizador añade que hay una falta de transparencia y de rendición de cuentas ¡Un escenario maravilloso!
Nuestra joven profesora condescendiente y conciliadora intenta calmarle los ánimos:
—Es cierto que corre mucha tinta sobre las subvenciones, y son muy denostadas por algunos…
—Y muy apreciadas por otros —interrumpió nuestro marino—,
—Pero las subvenciones —prosiguió la profesora— que, en nuestro país, representan unos 30.000 millones de euros anuales, que, si bien son una cifra importante, hay que saber que se incluyen muchos tipos de subvenciones. Ahí hay las becas para estudios, las ayudas que se conceden al I+D+i o para medicamentos, por lo que no habría que ver el tema tan sesgadamente, considero que es un asunto para verlo de una forma holística.
—Buen palabro «holístico» —comentó entre risas nuestro socarrón marino—, todo lo holístico que quieras, pero habrá que revisar los procedimientos y la planificación de todas estas ayudas, actuar con un grado de transparencia mayor, tanto en los procesos de adjudicación, como en su seguimiento y hacer la adecuada evaluación de los hitos y el nivel de objetivos alcanzados, al margen de tener certeza de que existe una transversalidad entre administraciones, sin entrar en otras valoraciones.
El informe que se ha presentado tiene sus antecedentes. En 2016, siguiendo una recomendación de la Comisión de la UE, el gobierno recogió el compromiso de introducir una serie de procesos para la revisión del gasto conocidos entre los comunitarios como los Speding Reviews.
Esta Revisión del Gasto o Revisión Integral de Gastos es un proceso que se viene realizando desde hace ya algunos años en determinados países comunitarios.
Desde el compromiso de 2016, la AIReF presentó un Plan de Acción aprobado en Consejo de Ministros en enero de 2018; han pasado dos años, tiempo que puede ser el correcto, pero para algunos puede ser larguísimo, máxime cuando ya se implantó en otros estados.
Nuestro marino prosiguió:
—Querida amiga, puede que esa sea la lectura correcta del tema, pero no voy a dejar de pensar que, desde los gobiernos habrá que modificar radicalmente algunos criterios actuales en relación con algunas subvenciones. Ya no vale ese sonsonete de algunos sectores «seudoprogres» por el que si abandonamos ciertas subvenciones sería algo regresivo en materia social. Hay que perder miedos, porque esa, supuesta, acción social es falaz y solo sirve para mantener el clientelismo. Ese tipo de subvenciones no se deben de reducir ¡Se deben de eliminar!
—El informe no pone nada de eso en cuestión —replicó, cortésmente, nuestra joven profesora—, lo que cuestiona es una metodología y que la ausencia de ciertas herramientas pueda conllevar dudas sobre la fiabilidad del sistema.
Mientras la miraba y se sonreía, el viejo marino prosiguió:
—Lo que se necesita es un cambio de paradigma en algunos temas. Y todo revela una actitud displicente de los gobiernos, que usan y abusan del margen de autonomía que tienen. Alargan la toma de decisiones, no se encaran con los temas que molestos, que puedan conllevar enfrentamientos entre gobiernos autonómicos y el central o que obliguen a producir cambios profundos en su metodología de trabajo. Y, muchas veces nosotros, pobres mortales, ni nos enteramos, son cuestiones muy técnicas o administrativas que no llegan a los titulares de los periódicos, pero que revelan una forma perniciosa de entender la gestión de lo público.
Asentía nuestra profesora, aunque matizó:
—En este sentido, sin ser tan extremista, puedo compartir que una sociedad que mira las subvenciones como una panacea corre el riesgo de crear una sociedad subvencionada, lo que desemboca en una sociedad paralizada. Una sociedad que se adormece, que se sitúa en su zona de confort, corre el peligro de no darse cuenta de que hay otros que avanzan. Corremos el riesgo de perder algunos trenes que pasan por nuestro lado y nos los vemos, porque nuestro esfuerzo está enfocado en conseguir esas subvenciones.
Nuestro viejo seguía mirando el periódico y miraba de soslayo a la joven profesora, mientras la estaba escuchando, hasta que zanjó:
—El problema de saber tanto es que acabas entendiéndolo todo. Me niego a entender. Prefiero seguir siendo ignorante, pero que me den una subvención. Necesito una subvención, quiero que estos desayunos y el aperitivo del mediodía estén subvencionados. Seguro que será un dinero mejor gastado que en otras muchas frivolidades ¡Además yo ya formo parte del Patrimonio Nacional!
Nuestra carcajada fue estruendosa, pero en la aldea todo es posible y abogamos porque se le conceda esa subvención.
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