Ya debemos más de billón y medio de euros como país. Y nos vendría muy bien que dentro de un mes la vicepresidenta del nuevo Gobierno consiguiera el puesto de jefa del BCI, el banco europeo que se encarga de repartir y establecer las condiciones de los Fondos que llegan a Estado. La presencia de Nadia Calviño en ese privilegiado puesto,es toda una operación de estado por encima de los partidos y las ideologías.
Los datos no se dan con suficiente firmeza y claridad en los medios de comunicación y representan la situación real de España. La cruda realidad es que debemos algo menos que Italia, que primero, eligió a Mario Draghi para salir del agujero y ha terminado en manos de Giorgia Meloni a quien la realidad de los números le ha hecho dar marcha atrás en algunas de sus propuestas. Lo mismo que le va a pasar a Javier Milei en Argentina.
Cada español debería aportar 30.000 euros para “ayudar” al Estado. Es lo que puso en marcha el Gobierno a través de las subidas de impuestos y productos básicos y que va a seguir haciendo mientras incrementa el,gasto estructural y libera de cargas fiscales y deudas a las autonomías empezando por la catalana. Eso sí, siempre podemos mirar a USA y ver que el presidente Biden ya puso en marcha un plan de recuperación de tres trillones de dólares. Póngalos en cifras y no se asusten, que para eso existen las guerras.
Los estados modernos y democráticos - todos los estados, al margen de la ideología de los sucesivos gobiernos - viven en permanente endeudamiento. Y necesitan, al igual que les ocurre a las empresas y las familia, ir "pagando" las amortizaciones de su deuda principal y renovando los vencímientos que se producen al tipo de interés que fijan lo que llamamos mercado.
En España, la deuda publica está por encima del billón y medio de euros, con unos intereses anuales que superan los 40.000 millones. Si sumamos la deuda privada, la cifra es tan escandalosa que me voy a permitir ponerla en números y en pesetas ( ahora que crecen los expertos que abogan por una salida de España del euro ) para que nos entre a todos por los ojos: 415.000.000.000.000. Si la ponemos a un interés medio real del 4 por ciento tras la tregua del Covid y el añadido de las guerras en Ucrania y Gaza, que es lo que se paga a nivel de empresas y personas, lo que deberíamos pagar cada año en las antiguas pesetas sería otra cantidad astronómica: 23.750.000.000.000. O lo que es lo mismo: 60.850.000.000 pesetas tenemos que pagar los españoles cada día por los intereses de nuestra deuda. Una monstruosidad inimaginable hace tan solo quince años.
En este año 2024 que ya nos amenaza, uno de cada tres euros que gaste el estado y que salga de nuestros bolsillos irá destinado a pagar la deuda, eso si no caen mas los ingresos y el porcentaje se amplia tras las concesiones políticas y el menor crecimiento industrial . Una razón suficiente para negociar de forma solapada un rescate real a través de los Fondos de Reestructuración, esos que puede llegar a controlar Nadia Calviño con permiso de otras tres mujeres, la francesa Christine Lagarde. La búlgara Georgieva, y la alemana Von der Layen, de la misma forma que les obligaron a hacer a Grecia y también Irlanda hace doce años. Dado que vamos a vivir endeudados de forma permanente, busquemos la mejor forma posible de ir pagando lo que debemos al mismo tiempo que intentamos mantener la mayor cantidad de " estado del bienestar" posible. Es una ecuación difícil ya que se trata de frenar por un lado y de acelerar por otro, de reducir el enorme gasto de todos y mantener los servicios sociales, la educación, la sanidad, el nivel mínimo de las pensiones...
Los principales acreedores del estado son, el Banco Central Europeo para seguir con los bancos, que a su vez le piden dinero para cubrir sus propias necesidades, los españoles a la cabeza, seguidos de los alemanes y los franceses. A nuestras entidades financieras mas grandes se les ha "obligado" a acudir a las subastas del Tesoro, mientras que galos y tedescos llevan años intentando bajar su nivel de crédito a España ( 300.000 mil millones ) . Esta es una de esas poderosas razones por las que el crédito a las empresas y las familias no termina de llegar. Se pierde en un bucle perverso, en una pescadilla que se muerde la cola: el Banco Central Europeo da dinero a los bancos españoles, éstos compran deuda del estado, y el estado respalda los créditos del BCE. La sociedad, los ciudadanos permanecen fuera del círculo.
No se trata de pagar todo lo que se debe. Se busca mantener el crédito vivo a base de ir pagando hasta el infinito y mas allá. Lo hacemos nosotros y lo hace el resto de paises, tampoco hace falta que nos flagelemos mas de lo necesario. Y para lograrlo no se puede deprimir la economía, ni aumentar el paro, ni aumentar los impuestos, ni perder el tren de futuro que está en la educación, ni condenar a la parte más débil de la sociedad a volver a vivir en los años cincuenta. Esa es la tarea de los gobernantes cuando son elegidos con un programa que plantea precisamente esas metas. Y es lagartea responsable de la oposición si de verdad piensa en los ciudadanos y no en el interés partidista de sus siglas y sus cúpulas dirigentes.
La cruel y triste realidad es que no se está haciendo nada de esto y de lo que los políticos se empecinan en hablar y plantear es el soberanismo de algunas regiones, la necesidad o no de referéndum populares, la lucha interna en los partidos por ocupar los sillones de mando, las mentiras a plazo fijo con negaciones que terminan en nuevas subidas de todo tipo de impuestos. La última amenaza, la del IBI, que " ayudará" a los Ayuntamientos en sus finanzas y compensará la rebaja en los Presupuestos del Estado, pero que dejará más vacíos los bolsillos de los ciudadanos.
España necesita crecer por encima del cinco por ciento para crear empleo, una cifra que no parece que pueda alcanzarse antes de 2022 o 2023 de forma estable y continuada. El gobierno asegura que el año próximo estaremos por encima de esas cifras, pero todas las instituciones internacionales, desde el FMI a la Comisión europea hablan de que para lograrlo hay que realizar, si o si, una serie de reformas estructurales en nuestro tejido económico y social. En ambos casos, de alcanzarse esos crecimientos, el que lleguen a todos los niveles sociales de bienestar parece una quimera inalcanzable. Eso significa que nos moveremos en el 20 por ciento de paro real, camuflado entre ERES y ERTES en todos los sectores, con todo lo que conlleva de mas penuria, mas conflicto social y mas tensiones políticas. Mientras tanto, eso sí, la clase política seguirá discutiendo de indultos y referéndums que a la inmensa mayoría le importan muy poco.