“No estoy hablando de la autarquía ni del aislamiento. Creo que estamos hablando de sentido común. Creo que lo que estamos defendiendo significa únicamente no ser los últimos. Significa defender en primer lugar lo nuestro.
Fijémonos en lo que ya han empezado a hacer algunos países de nuestro entorno, defendamos y protejamos nuestras empresas, como hacen en los Estados Unidos, como hacen en el Reino Unido, como hacen, muy especialmente en Francia, sean grandes, sean medianas o sean pequeñas.
Defendamos y protejamos nuestros sectores punteros, como es en España el del automóvil. Como no tienen miedo a ser algunos de nuestros socios europeos que ya han dado marcha atrás con el coche eléctrico y han dado marcha atrás también en otras cosas como la persecución de la energía nuclear.
Defendamos también nuestros productos como hacen las economías emergentes con los suyos. Defendamos nuestras clases medias y populares y nuestras empresas de lo que significa la inmigración ilegal que satura servicios, que lleva inseguridad a los entornos de vida de los españoles más humildes y que capta la asistencia social que no llega a muchos españoles.
Defendamos la libertad de empresa frente a las regulaciones, muchas veces absolutamente antieconómicas que se imponen siguiendo criterios exclusivamente económicos: feminismo, género, climatismo. Nada que ver con la economía exclusivamente, todo condicionado por la nueva religión.
Defendamos nuestros recursos y potenciemos, como decía hace un momento, toda nuestra energía sin importarla. Acabemos con la hipocresía de la energía nuclear por la que apuestan en otros países y a la que nuestros políticos renuncian en un momento en el que la Comisión Europea la declara como energía verde, además.
Defendamos la capacidad que tiene España o aprovechémosla. Convenzamos a nuestros compatriotas. Un país que tiene sol, que tiene viento, que tiene agua, que tiene desniveles para mover el agua y generar energía. Un país que, si apostase por explorar sus recursos naturales podría ser un país autosuficiente. Un país que sabe lo que es crear prosperidad con un poquito de agua, en Almería y en Murcia. Un país que debería apostar por las grandes infraestructuras hidráulicas, por un Plan Hidrológico Nacional, por la extensión del regadío, que sabemos lo que significa, para ser de verdad no solo nuestra huerta, que no lo somos, sino la huerta de Europa o del mundo.
Apostemos de verdad, a largo plazo, dando la espalda a las ideologías que nos arruinan y dejemos de sabotear nuestro desarrollo con un gasto empleado en destruir. Porque hay gasto que es puramente despilfarro. Y hay otro que directamente consiste en destruir. Hay gasto público empleado en dinamita para volar presas. Hay gasto público empleado en dinamita para cerrar centrales térmicas cuando hay sequías, cuando hay dificultades para pagar las facturas energéticas en las casas.
Dejemos, por supuesto, de gravar con impuestos abusivos a las clases medias y populares y a las empresas que son las que crean empleo. Dejemos un sistema fiscal que ha convertido a España en un auténtico infierno fiscal. Lo habrán visto, supongo, en vídeos que circulan por internet a alguna persona que sale diciendo, si trabajas el impuesto de la renta de personas físicas; si ahorras impuesto de patrimonio; si consumes impuesto del valor añadido; si inviertes el impuesto de transmisiones patrimoniales o de actos jurídicos documentados; si lo regalas el impuesto de donaciones y si te mueres, el impuesto de sucesiones, impuestos, impuestos, impuestos y no llega. Y tenemos deuda pública.
Reflexionemos de cómo era posible, hace no muchas décadas, con muchos menos impuestos, sostener un país y que existiera crecimiento.
Rebelémonos frente a ese expolio fiscal que arruina la España viva, a la España que trabaja. Como dijimos en nuestro programa, en las distintas elecciones, programa que no ha cambiado en ningún momento y que es urgente llevar a cabo, poniendo en marcha la mayor rebaja fiscal de la historia, con una gran simplificación de normativas, de trámites y de procedimientos. De unificación legislativas, terminando de verdad con esa desigualdad que producen las autonomías. Con una simplificación progresiva y continuada del impuesto de la renta de las personas físicas a un tipo único reducido al 15%, como tienen las naciones que prosperan para bases imponibles inferiores a 70.000 €. Y un tipo ordinario del 25% para las superiores, para mantener la progresividad fiscal que exige nuestra Constitución, y quedando exentas las rentas menores de 22.000 €. Y, por supuesto, con una bajada radical del impuesto del valor añadido a los productos de primera necesidad.
Esto se puede hacer, esto es urgente hacerlo. Cómo se puede hacer con muchas dificultades, con muchos ajustes, pero va a empezar, hay que rebajar el gasto político improductivo, hay que terminar con el gasto ideológico, hay que terminar con las subvenciones a todo lo que no es productivo y es de carácter ideológico. Y hay que terminar con ese gasto destructivo en el que se emplea una parte de los recursos de los españoles y que denunciaba antes.
Pero desde luego, el asunto de los impuestos es un asunto absolutamente central en la medida que constituyen un robo y un expolio y son percibidos de esa forma cada vez por más españoles, fundamentalmente por el destino de esos fondos públicos. Porque muchas veces vemos que no van de verdad la asistencia social de los que lo necesitan, ni a unos mejores servicios públicos, sino que acaban en las obsesiones ideológicas de unos pocos.
Si tuviera que definir nuestro programa económico en pocas palabras, creo que lo podría decir con claridad, conservar, o más bien en este momento, recuperar lo que durante 30 años permitió a las naciones occidentales un gran desarrollo, altos grados de libertad económica y política y un amplio bienestar material”.