La última encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y los cambios que han anunciado que han anunciado nos han sonado a una más de las fake news tan de moda.
Es cierto que nos desayunamos con encuestas que hacen unas predicciones que parecen hechas, más a medida de quien las ha encargado que a las verdaderas opiniones de los encuestados, porque posteriormente los resultados electorales en las urnas distan bastante de aquellas predicciones.
Vaticinar el futuro es complejo, los acontecimientos pueden cambiar en pocas horas o pocos días, y con ello, los criterios de los encuestados. La sociedad cambia de gustos, de opinión y de estilos de vida por lo que los estudios sociológicos se deben de adaptar a cada momento.
Es probable que dentro de ese sector existan dudas y replanteamientos de como se deben realizar esas encuestas y como se deben interpretar los resultados, pero siempre deben existir criterios técnicos y profesionales, nunca el vaivén de políticos o personas que nos quieran manipular.
Seguramente Tezanos sea un gran profesional, y esté al frente del CIS con todo merecimiento, pero la última «cocina» que ha hecho parece que se le ha ido la mano con la sal y el plato no solo es poco digerible, sino que es peligroso para los hipertensos.
Un CIS, que se supone que es un centro profesional y técnico, que tiene una plantilla de unas cien personas entre funcionarios y contratados laborales, que cuenta con un carácter de Organismo autónomo desde 1990 y dependiente del Ministerio de Presidencia, pero que debería ser independiente y no sometido al «balanceo» del poder.
Tenemos la urgente necesidad de recuperar que cualquier organismo o institución de carácter profesional y técnico esté alejado de la politización y la manipulación. El objetivo es crear estabilidad al margen de quien gobierne.
Debemos instaurar el prestigio de las instituciones, acercarnos a otros modelos como el francés en el que, los cambios de gobiernos no repercuten en grandes cambios en la Administración, si nosotros queremos contar con un Estado de derecho y así recuperar la democracia que hemos perdido.
Lo del CIS no dejaría de ser una anécdota sino viniese precedido del deterioro de credibilidad y fiabilidad que están alcanzado algunas instituciones. Se deben hacer cambios para que las instituciones nos sean fiables y creíbles.
Necesitamos organismos estables, gestionados por técnicos y profesionales; y como ocurre en el sector privado cuya carrera no esté sometida a las afinidades políticas, sino a su preparación, cualidades y conocimientos. Con autonomía para gestionar, pero también sometidos —igual que ocurre en la empresa— a la ley y con las responsabilidades económicas y penales de sus actos.
Todo eso cambiaría muchas cosas, pero al final con nuestro carácter meridional, acabaremos haciendo una chanza, sacando un chiste en las redes sociales. Pensaremos que todo esto es ruido y fuegos de artificio; mientras que nuestras ocupaciones y preocupaciones van por otro derrotero.
Exclamaremos divertidos:
—¡Juego de políticos! ¡Son como niños jugando a ser mayores, serios y circunspectos!
Pero detrás se esconde un juego perverso. Los niños somos nosotros que hemos aceptado la autoridad de personas mediocres, con escasos méritos personales y profesionales, que nos distraen con pamemas y argumentos huecos, sin valor e importancia, pero nos han sometido a su discurso.
Mi marino concluyó:
―De todo esto saco una conclusión: La «cocina» del CIS me recuerda aquello de que, si tú tienes un pollo y yo no tengo ninguno, estadísticamente tocamos a medio pollo por persona, pero lo cierto es, que yo estoy muerto de hambre, sin comer y no veo mi medio pollo por ningún sitio.
Y enfatizó:
― ¿Quiero saber quién se ha comido mi medio pollo?
Mi carcajada la acompañé del comentario de que vivimos manipulados con juegos espurios, una actitud autosuficiente y bastarda en la que nos toman por tontos. Ya hasta cometemos la cursilada de llamar fake a las mentiras. Concluí:
- Si, nos toman el pelo como niños.
Claro que mi marino, en tono burlón prosiguió
― Tenemos dos alternativas, irnos al cuartelillo de la Guardia Civil y denunciar el robo de mi medio pollo o acercarnos al chiringuito y pedirnos unas gambas.
Estas son las cosas de mi aldea.