Crease o no, existe el poder “blando”, que influencia a las personas sin ser coactivo, en oposición al “duro”, como en los Estados modernos, que impone sus “leyes” policialmente.
Ahora, según la ciencia, la violencia solo destruye, de modo que la autoridad forzada -no natural- está destinada a desaparecer. En su libro Bound to Lead, y el que publicó en 2004 (“Soft Power”) Joseph Nye definía el poder blando que incluía la “influencia cultural”. Son los Steve Jobs, Hollywood, el rock, las tecnologías, Facebook o Silicon Valley lo que da a EE.UU., por caso, poder real.
Los monarcas modernos -constitucionales, parlamentarios- son un típico caso de poder blando, no así los gobiernos que están bajo su reinado. Como el Papado, una de las monarquías -no hereditaria, hoy plebeya- que, al no ser parlamentaria, podría calificarse de absolutista pero no posee un poder de policía para imponerse. Solo puede guiar, influenciar, a los mil trescientos millones de fieles.
Así, el Papa Francisco es el quinto personaje más poderoso, según Frobes, detrás de Putin, Trump, Merkel y Xi Junping. Y comparte lo que dijo Nye, que “el poder con otros puede ser más efectivo que el poder sobre otros”. El 13 de marzo de 2013, 115 cardenales -príncipes- de la Iglesia elegían Papa al arzobispo de Buenos Aires que, desde entonces, tuvo gestos desmitificadores de la hierática figura papal, como la comunicación directa con la gente.
Y aunque la organización sigue siendo piramidal, el Papa no cesa en su afán, algo quijotesco, de reformar la Curia dando más participación a los fieles. Se le critican sus condenas al “mercado”, pero ha tenido grandes posturas en favor de la libertad como su condena a la xenófoba discriminación de los inmigrantes y ahora su apertura a China.
En 1951, Mao rompió relaciones con el Vaticano. Desde entonces los 12 millones de católicos se dividen entre quienes pertenecen a la Asociación Patriótica Católica, controlada por el Gobierno, y quienes reconocen la autoridad del Papa, la Iglesia clandestina. Para el experto Francesco Sisci, el acuerdo que se está negociando "marcará una época" porque por primera vez "China admite el papel de una entidad extranjera en el nombramiento de un poder".
Pero hablando de China, mientras el Papa intenta liberalizar su monarquía absolutista surgen otras dos, además, coactivas. La reciente enmienda constitucional que le permite a Xi Jinping gobernar indefinidamente lo asemeja a Mao y es llamado "presidente de todo" por su capacidad para acumular cargos. En su “discurso inaugural” dijo que China está "lista para luchar sangrientas batallas".
Por su parte, según Felipe Sahagún en un artículo titulado “La coronación de Putin IV”, desde la guerra con Georgia en 2008 hasta la intervención en Siria desde 2015, pasando por la anexión de Crimea en 2014 y cuatro años de guerra en Ucrania, con unos 10.000 muertos, Putin ha modulado el uso de la fuerza y la injerencia externa y la represión interna para consolidar su poder.
En fin, estos dos monarcas plebeyos están buscando una “revolución francesa”. En su Guía de París publicada en 1867 el autor de Los Miserables, Victor Hugo, ya distinguía entre un poder duro y otro suave y escribió que en “París, la monarquía pasó su tiempo construyendo murallas y la filosofía destruyéndolas… A través de la irradiación de las ideas… El resplandor es más fuerte que una muralla”.