En una reciente experiencia vacacional, una madre y su hija vivieron una pesadilla en el hotel en el que se hospedaban. Resulta que el Grand Hotel había cometido el error de permitir que se alojaran en el mismo edificio inmigrantes ilegales.
Lynn y su hija revelaron que no les informaron que el hotel estaba albergando a migrantes cuando hicieron la reserva. Y como era de esperar, lo que sucedió a continuación fue una noche llena de ruidos, golpes, gritos y personas corriendo por los pasillos. Intentaron quejarse, pero el personal del hotel estaba completamente ausente.
La situación se repitió la segunda noche, con más ruidos y caos en los pasillos. Según la hija de Lynn, los ocupantes eran todos hombres jóvenes y estaban absolutamente aterrorizadas, incluso llegaron a considerar llamar a la policía. Lo describieron como "el hotel del infierno".
Parece que tiene problemas que ni siquiera Gordon Ramsay podría solucionar, es un desastre. Pero lo sorprendente es que la narrativa de los medios de comunicación nos hace creer que muchos de estos migrantes son mujeres y niños. Sin embargo, las imágenes obtendidas demuestran lo contrario, como el caso de los migrantes que recientemente llegaron a España, donde se ve a una gran cantidad de hombres jóvenes.
Es difícil de creer. El final feliz de esta historia es que el hotel decidió reembolsar un cinco por ciento del costo de la estadía a Lynn y su hija. Pero las críticas recientes en TripAdvisor indican que el hotel es aún peor de lo que se imaginaban.
Los comentarios hablan de habitaciones sucias, falta de personal, ruido insoportable de otros ocupantes y un fuerte olor a drogas. Es el peor lugar en el que alguien haya pasado la noche. Pero la situación no se limita a este hotel en particular. Es todo un país.
El Reino Unido está gastando seis millones de libras al día del dinero de los contribuyentes en alojar a migrantes indocumentados que llegan en botes por todo el país. Además del alojamiento gratuito, reciben atención médica gratuita y tarjetas de débito prepagadas.
Y nuestro gobierno se pregunta por qué siguen llegando en masa. Pero lo peor de todo es que, una vez que reciben todas estas cosas gratis, ni siquiera están agradecidos. El mes pasado, por ejemplo, 20 solicitantes de asilo se alojaron en el Comfort Inn en Pimlico, en el centro de Londres, y de inmediato se quejaron de las literas y de tener que compartir habitación entre cuatro personas.
Después de una protesta organizada por los migrantes, el hotel cedió y les dio lo que querían. Otros se han quejado de la calidad del Wi-Fi y de la comida gratuita que se les ofrece. Parece irónico que, si realmente fueran refugiados genuinos huyendo de la guerra y la opresión, y no migrantes económicos, su principal preocupación sería la velocidad de conexión a Internet.