El partido de Pedro Sánchez afronta una campaña electoral complicada, marcada por sus pactos con la izquierda abertzale y el nerviosismo ante el auge de la derecha. Cada vez que pretende que nos olvidemos de sus acuerdos con EH Bildu, llega alguno de sus propias filas para recordarlo, como es el caso del delegado del Gobierno en Madrid, Francisco Martín, alabando desde la desinformación su "patriotismo", porque además, esa alabanza la hace usando información falsa, ya que EH Bildu no apoyó los estados de alarma por el covid-19 declarados por Sánchez, y por cierto, declarados inconstitucionales después, porque se abstuvo mientras el PP sí los apoyó en varias ocasiones.
Ese nerviosismo llega hasta el extremo inaudito, parafraseando a Francisco Igea, de denunciar ante la Junta Electoral a varios medios de comunicación por el modo en que publican encuestas. Eso sí, la del CIS que falla más que una escopetilla de feria, pero la pagamos entre todos y cuya intencionalidad de moldear la opinión pública es atronadoramente evidente, sobre esa, el PSOE no tiene nada que denunciar.
El PSOE lleva un lustro de pactos con Bildu que le explotan en el arranque de la campaña. Desde la moción de censura contra Mariano Rajoy hasta la aprobación de la Ley de Vivienda, el partido de Arnaldo Otegi ha sido un aliado prioritario para los socialistas, que han tenido que hacer equilibrios para justificar su aproximación al partido comandado por un condenado por pertenencia a ETA. El debate sobre la relación entre el PSOE y Bildu aparece y desaparece de forma habitual desde hace años, pero ahora puede estallarle a los socialistas en el momento más delicado de la legislatura: en su fase final y al borde de la campaña para las generales del 23 de julio, con la derecha al alza y varios territorios y alcaldías estratégicas para el PSOE en juego.
Uno de los puntos más polémicos del pacto entre el PSOE y Bildu es el de investigar los crímenes del franquismo hasta 1983, incluyendo los primeros años de actuación de los GAL. El PSOE ha aceptó una enmienda de Bildu para extender la aplicación de la Ley de Memoria Democrática hasta finales de 1983 para reconocer y reparar a las víctimas de las violaciones de Derechos Humanos cometidas en España desde la dictadura franquista hasta cinco años después de la aprobación de la Constitución. La extensión de este periodo implicará cubrir a las víctimas de torturas policiales y los primeros años de actuación de los GAL. El crimen más representativo de la "guerra sucia" contra ETA fue el secuestro, tortura y asesinato de Lasa y Zabala en 1983. Esto es tanto como la aceptación por parte del PSOE de Sánchez, de investigar los gobiernos de Felipe González, bajo cuya presidencia se llevó a cabo el terrorismo de Estado, y que por cierto, acabó con un ministro almeriense en prisión, José Barrionuevo, también con un secretario de Estado, con un gobernador civil y con varios policías, por lo que poco más hay que rascar.
El líder de Bildu, Arnaldo Otegi, ha alabado al delegado del Gobierno en Madrid por decir "algunas cosas que son ciertas", aunque "escandalicen a la derecha". Otegi ha defendido que las palabras de Francisco Martín atacando a Vox y al PP y elevando a Bildu son ciertas aunque "escandalicen a la derecha".
El PSOE se enfrenta así a una campaña electoral en la que tendrá que lidiar con sus pactos con Bildu y con el desgaste que supone gobernar en tiempos difíciles. Lo previsible sería entender que la derecha no dejará pasar la oportunidad de recordarle a los votantes los acuerdos con un partido que tiene entre sus candidatos a 44 personas condenadas por su relación con ETA, pero es que resulta ser el propio PSOE quien se encarga de ponerlo sobre la mesa obscenamente.
El PSOE tendrá que explicar por qué pacta con los que considera "enemigos de España" y por qué denuncia a los medios que publican encuestas que no le gustan. El PSOE tendrá que decidir si quiere seguir entre la espada de Bildu y la pared de las urnas.