La Cumbre Iberoamericana celebrada en Santo Domingo, cargada como siempre de declaraciones de futuro, ha tenido un claro vencedor, el presidente norteamericano
Joe Biden, y un claro perdedor, el ex presidente español
José Luis Rodríguez Zapatero como máximo impulsor del "
Grupo de Puebla". Es una "derrota en diferido", un disparo de larga distancia desde Washington a Madrid que hizo blanco en el Mar Caribe y cuyos efectos ya se han hecho sentir en Moscú y Pekín.
La no asistencia del mexicano López Obrador, que se limitó a enviar a un subsecretario, y del brasileño Lula da Silva, que envió a su canciller de Exteriores, tienen una explicación simple y directa: en enero, Biden viajó a México y convenció a López Obrador de que era mucho mejor pertenecer al trío de la América del Norte (Canadá, EE. UU. y México) que al dispar conglomerado de Centroamérica y América del Sur. En el caso de Lula da Silva, fue el mandatario brasileño el que acudió a Washington un mes más tarde. Los problemas con Jair Bolsonaro, "refugiado" en Estados Unidos tras su derrota en las urnas desaparecieron.
Tranquilidad política, ayudas para luchar contra el narcotráfico y, sobre todo, traslado de las empresas norteamericanas que están fabricando en China a la frontera entre los dos países. Adiós al palo y bienvenida a la zanahoria del gran vecino de Río Grande. El izquierdista Andrés Manuel no lo pensó dos veces y se sentó a cerrar acuerdos con Biden y Justin Trudeau. El caso de Lula es aún más sangrante, sobre todo cuando pudimos ver al ex presidente Zapatero celebrando el triunfo y el regreso al poder del dirigente brasileño. Tenía una invitación para viajar a China, para entrevistarse con el presidente Xi Jinping este próximo fin de semana, pero una inoportuna neumonía lo ha impedido y el encuentro se ha quedado sin fecha. En Pekín iba a coincidir con Pedro Sánchez para hablar de la guerra de Ucrania y los posibles caminos hacia la paz. Tendrá que esperar.
Las ausencias del venezolano Nicolás Maduro, del panameño Laureano Cortizo, del nicaragüense Daniel Ortega o de la peruana Dina Boluarte pierden importancia dentro de la estrategia que había diseñado para influir en Iberoamérica. el ex presidente español Rodríguez Zapatero tenía en el "Grupo de Puebla" su gran baza para establecer contactos con todos los presidentes que habían salido ganadores de sus respectivas elecciones, desde Alberto Fernández en Argentina hasta Gabriel Boric en Chile, Gustavo Petro en Colombia o Luis Lacalle en Uruguay. Sin México y Brasil, los dos países más importantes y con mayores capacidades de crecimiento del Cono Sur, todo el andamiaje creado por el político español se resiente mucho.
El "Grupo de Puebla" va a seguir adelante, pero un poco a la "pata coja". Desde Estados Unidos no iban a permitir que les saliera un "grano en el culo" (perdón por la expresión que me traslada una persona muy cercana al Departamento de Estado USA) y con la cada vez mayor penetración de China en la zona, decidieron "cortar por lo sano". Llamaron al orden y ofrecieron ventajas comerciales e industriales para dos países que las necesitan de forma urgente. El otro lado de la moneda era mantener y aumentar una crisis permanente. En Washington eran y son conscientes de que no podían sumar a los problemas europeos de la guerra en Ucrania y el aterrizaje de China en África, en busca de las nuevas e imprescindibles materias primas para el desarrollo tecnológico, la desaparición de su famosa "Doctrina Monroe" que tan buenos réditos les ha dado en los últimos cien años.