El anuncio en apenas cuatro días por dos de los grandes bancos españoles, Santander y BBVA, del cierre de miles de oficinas y el despido de miles de empleados, representa el acta de defunción de la Banca tradicional y la consolidación de un nuevo modelo de negocio que se extiende a escala global. Los ciudadanos prefieren cada vez más los dispositivos móviles para sus operaciones cotidianas antes que ir a las oficinas del barrio o al cajero. Es la revolución on-line liderada por gigantes tecnológicos como Google que obliga a reinventarse a las entidades financieras.
Primero desaparecieron las cajas de ahorro, después se produjeron las primeras fusiones entre los bancos pequeños, que conllevaron el cierre de un tercio de las sucursales bancarias, y ahora los grandes anuncian que la red de oficinas quedará reducirá en poco tiempo a la mínima expresión. Todo ello para preparar el camino a que las seis grandes entidades financieras españolas se fusionen en tres megabancos para sobrevivir a la revolución on-line.
Una revolución que ha transformado un negocio que responde, básicamente, a dos conceptos: cobrar una cantidad por mover el dinero ajeno, y recibir más dinero del prestado. Un modelo que ha saltado por los aires debido a tres motivos: El hartazgo de millones y millones de ciudadanos en todo el mundo por el cobro de las comisiones, la capacidad de realizar nuestras operaciones cotidianas desde los dispositivos móviles y la irrupción de los gigantes tecnológicos y las startups en el negocio bancario.
La “guerra de la comisiones” se desató a medida que se ha ido imponiendo la banca por internet. Todo cambió desde la implantación en España de un conocido banco holandés que, sin el coste de la red de sucursales, hizo famosa la frase “sin comisiones” en todas las operaciones con sus clientes. Los bancos más retardatarios quisieron poner puertas al campo y desencadenaron una feroz campaña contra quienes osaban acabar con el gran negocio de cobrar por cualquier movimiento en la cuenta corriente.
Ha sido en vano. Como todo, cuando se trata de frenar el progreso de la Humanidad. El barco de vapor sustituyó al de vela, los coches a los caballos, la luz eléctrica a la vela, el motor eléctrico al de combustión, en pocos años los trenes por levitación electromagnética a la alta velocidad, la fibra óptica al cable de cobre… las comisiones bancarias ya son historia.
El segundo motivo que ha transformado el negocio de la Banca a nivel global ha sido la masificación de los smartphones y la creación de aplicaciones para gestionar las cuentas corrientes desde nuestros propios móviles. Esta semana el consejero delegado del BBVA reconocía que los clientes preferían cada vez más hacer las operaciones desde sus teléfonos móviles antes que acudir a la oficina del barrio. Desplazarse a la sucursal y hacer cola ante un mostrador ya es el pasado. En breve nuestras huellas biométricas (mano, iris del ojo, voz o reconocimiento facial) permitirán identificarnos desde nuestros dispositivos móviles con “empleados virtuales” para abrir una hipoteca, contratar un fondo de pensiones o cualquier otra gestión. Los servicios financieros “on line” se han impuesto y en una decena de años las sucursales serán un recuerdo del pasado. Probablemente queden algunas estratégicamente repartidas en las ciudades para mantener la presencia física de la marca.
La tercera cuestión, y la que más preocupa en estos momentos a la gran Banca, es la irrupción de gigantes tecnológicos como Google, Apple, Facebook… en un monopolio que las entidades financieras intentan monopolizar a cal y canto. El mayor buscador mundial de internet, Google, se dio cuenta de que ingresaba miles de millones diarios y que las relaciones con decenas de millones de ciudadanos de todo el mundo podían ir más allá de recopilar billones de datos. Google Bank prestará dinero, ni siquiera mediante una tarjeta de plástico. Bastará el IP de la línea de datos de nuestro móvil, asociado a nuestro nombre, como identificador para cualquier transacción económica.
Los gigantes tecnológicos están llamados a ser los bancos globales del nuevo orden económico mundial que se está gestando, con el apoyo de las llamadas startups, empresas emergentes que se dedican a desarrollar soluciones tecnológicas para que los procesos más complicados sean fáciles de realizar. Este nuevo escenario ha enterrado el tradicional modelo de negocio bancario que, como tantos otros en esta época de profundos cambios, ha quedado obsoleto.
Pero no olvidemos que la última palabra la tienen los ciudadanos, a quienes corresponde la decisión de a quién confiar el dinero obtenido por nuestro trabajo.