En menos de 10 meses los responsables de las diplomacias estadounidense y rusa, John Kerry y Serguéi Lavrov, se ha reunido 18 veces y reconocen hablar semanalmente por teléfono. En el último encuentro, celebrado en Moscú el 23 y 24 de marzo, conversaron mano a mano durante ocho horas. No hay constancia de una comunicación tan intensa en toda la historia de las tormentosas relaciones ruso-norteamericanas.
¿Cuál es la causa de este sorprendente acercamiento cuando apenas hace un año todo indicaba que Estados Unidos y Rusia estaban al borde de un enfrentamiento militar en Europa? Parece que se ha impuesto la cordura, y Washington y Moscú tratan de evitar que el mundo afronte una Tercera Guerra Mundial.
Kerry y Lavrov reconocieron al término de su reunión en Moscú que habían hablado de múltiples asuntos bilaterales y globales, que el encuentro había sido productivo, que encontraban soluciones mutuamente aceptables sobre un gran número de cuestiones, que la cooperación era cada vez mayor y que seguirían manteniendo todos los contactos que fueran necesarios.
Washington y Moscú saben que una nueva crisis económica conduciría a una guerra mundial por el control de los recursos
Kerry fue bastante explícito al afirmar que “todos sabemos que había diferencias entre Estados Unidos y Rusia en estos últimos años (…) pero conversaciones como las de hoy permiten que abordemos juntos los temas más apremiantes a los que se enfrenta el mundo (…); espero firmemente continuar nuestro trabajo en las semanas y meses venideros, en el interés de la historia y del futuro”.
Estados Unidos y Rusia se han dado cuenta de que el enfrentamiento, con una vuelta a los peores años de la Guerra Fría, conducía a la Tercera Guerra Mundial sobre la que vienen alertando las mejores organizaciones de estudios estratégicos y la mayoría de los servicios de inteligencia, tanto civiles como militares. Una guerra que -se aseguraba- tendría su origen en Oriente Medio, en pocas semanas sería global e incluiría el uso de armas nucleares.
Las tres grandes potencias -Estados Unidos, China y Rusia- con sus respectivos aliados, se enfrentan a un nuevo reparto del mundo, denominado por los sectores más conservadores estadounidenses un “nuevo orden mundial”, en un mundo que hace aguas por todas partes.
Basta enumerar los principales problemas que aquejan a la humanidad en 2016: recesión de la economía mundial ante la desaceleración económica del gigante asiático, caída del precio del petróleo y de las materias primas, desplome del transporte marítimo, comienzo del año con pérdidas millonarias de las principales Bolsas del mundo, impresión a mansalva de billetes para tapar las pérdidas para unos y bancarrota para otros del sistema bancario, deuda inasumible por los Estados, abandono progresivo del dólar por parte de China y Rusia, guerras en Oriente Medio como resultado de la expansión del autoproclamado Estado Islámico y movimientos afines, embestida del terrorista yihadista en Europa y norte de África, la mayor crisis de refugiados del viejo continente desde la Segunda Guerra Mundial, sin hablar ya de las guerras olvidadas con sus secuelas de destrucción y miseria…
Estados Unidos, China y Rusia se enfrentan a un nuevo reparto del mundo y ajustan sus áreas de influencia
Un escenario ya no preocupante, sino pavoroso. De todo ello son conscientes norteamericanos y rusos, potencias con un mayor grado de implicación, frente a una China que se mantiene expectante y trata de que su economía vuelva a la senda del crecimiento sostenido, el único antídoto para frenar un creciente malestar social que desemboque en revueltas sociales. Por su parte, la Unión Europea, que ve cómo se esfuma el espacio Schengen en medio de la división de sus miembros,asume su papel de actor secundario con escaso peso.
Los acuerdos que están alcanzando Obama y Putin, unos públicos y otros secretos, al tiempo que alejan la amenaza de guerra tratan de evitar una nueva crisis de la economía global, que sería más devastadora que la de 2008. Históricamente las crisis económicas han sido los detonantes de las guerras. De ahí que al repunte del precio del petróleo se sume la retirada parcial de las tropas rusas de Siria para facilitar el alto el fuego y las negociaciones entre Gobierno y oposición, o el perfil bajo que significativamente ha tomado la crisis de Ucrania. Signos visibles del nuevo clima que respiran Washington y Moscú.
Kerry y Lavrov han llegado a acuerdos para rebajar la tensión en los conflictos de Siria y Ucrania
Aseguran los analistas mejor informados que no es el momento aún de echar las campanas al vuelo porque hay cuestiones que todavía enconan las relaciones entre rusos y americanos. Es el caso del despliegue estadounidense del Escudo Antimisiles en Europa, que Moscú considera que amenaza el territorio de la Federación, o el reforzamiento de la OTAN en los países del Este.
El mejor termómetro para calibrar hasta qué punto nos alejamos de una confrontación mundial será seguir de cerca los encuentros Kerry-Lavrov. Mientras ambos sigan reuniéndose, respiraremos algo más tranquilos.