Las dos organizaciones desmanteladas llevaron a cabo un total de 36 robos en polígonos industriales de Madrid, Toledo, Ciudad Real, Córdoba, Guadalajara, Salamanca y Burgos.
La operación Tractonault se inició hace un año tras el robo de un camión lleno de aceite en Santa Cruz de Mudela (Ciudad Real). Los investigadores constataron que todos los miembros de la organización tenían antecedentes por los mismos hechos investigados.
Además, descubrieron cómo estaba estructurado este grupo de forma jerárquica. El jefe de la organización planificaba las salidas. El segundo escalón se dedicaba a fijar los objetivos (camiones o naves susceptibles de ser robados). Otro grupo manipulaba los sistemas de alarma y localización GPS, y daba seguridad mientras perpetraban los robos.
Finalmente, los receptadores compraban la mercancía robada para posteriormente comercializarla generalmente a ciudadanos chinos que vendían en distintas tiendas y supermercados.
Tras investigar al conductor que movía los camiones robados, la Guardia Civil descubre cómo éste trabajaba para una segunda organización. Por su alta cualificación y destreza, este conductor había sido fichado por la segunda organización desarticulada. Este conductor compartido era el único de los detenidos que poseía todos los permisos de conducir vehículos pesados.
Ambas organizaciones actuaban los viernes y fines de semana, aprovechando que era el momento en el que los remolques se quedaban cargados de efectos para la siguiente semana.
Las dos organizaciones robaban vehículos potentes de alta gama, doblando las placas de matrícula de otros de la misma marca y modelo. Los detenidos usaban estos coches para desplazarse a los lugares donde iban a robar algún camión o nave industrial.
Como medida de seguridad, empleaban inhibidores de frecuencia que anulaban los sistemas de alarma y detectores GPS para localizar los que llevaban los camiones e inutilizarlos.
Una vez que sustraían un camión, se lo llevaban a algún polígono de la provincia de Madrid o Toledo. Pasados unos días, les cambiaban las matrículas por otras robadas o falsificadas y lo llevaban a alguna de las naves de ocultación donde descargaban la mercancía.
Muchos de los productos han sido entregados a sus legítimos propietarios y otros se han entregado a diferentes bancos de alimentos de Madrid. La valoración económica de los efectos sustraídos y recuperados asciende a los dos millones de euros.