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La dura vida de los emigrantes en Alemania durante el coronavirus
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La dura vida de los emigrantes en Alemania durante el coronavirus

Por Jose Mateos Mariscal
viernes 06 de noviembre de 2020, 12:44h

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Despedidos, confinados y sin poder regresar a casa. Decenas de miles de emigrantes asiáticos, africanos, polacos, portugueses o españoles han quedado atrapados en Alemania por la suspensión de vuelos a causa de la pandemia.
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Sin trabajo, sin ingresos y sin vuelos para regresar a sus lugares de origen, son apenas la punta del iceberg del problema que afrontan los emigrantes en Alemania a causa de la Covid-19. Los más afectados por las consecuencias económicas. Millones de ellos se han encontrado de un día para otro despedidos, confinados y varados lejos de sus hogares, algunos sin siquiera asistencia médica.

La pandemia ha supuesto la pérdida de muchos trabajos, pero aún es difícil estimar su alcance. En Alemania, las medidas de ayuda a la población no se extienden a los emigrantes que no tengan cotizado al menos un año, que son el grueso de la fuerza laboral en los sectores más afectados.

Los emigrantes levantamos sus modernas fábricas gracias a un ejército de obreros baratos procedentes de medio mundo, pero sobre todo asiáticos y africanos, portugueses, españoles, polacos y turcos. Al menos un tercio de quienes vivimos en Alemania somos trabajadores extranjeros.

Estamos bajo una gran presión porque no podemos enviar dinero a nuestras familias y algunos apenas tenemos para comer, ya que la mayoría trabajamos en sectores que han paralizado su actividad.

Alemania decretó una amnistía para quienes han excedido su estancia legal y ha ofrecido vuelos gratuitos de repatriación. Ha extendido hasta fin de año los permisos de residencia, pedido a las empresas que no echen de sus alojamientos a los empleados que despidan y eliminado la autorización para cambiar de trabajo. Aun así, son decenas de miles los que en estas circunstancias prefieren volver a sus lugares de origen, pero se han encontrado con las puertas cerradas.

Y muchos simplemente tenemos miedo. Las actividades esenciales recaen sobre nuestras espaldas. Somos extranjeros la mayoría de los empleados en hospitales (en todos los niveles), servicios de limpieza y desinfección, supermercados, empresas de entregas a domicilio, basureros o en las obras que no han parado tenemos trabajos de máximo riesgo que los propios alemanes no quieren realizar.

Mi amigo Gül, de origen turco, me cuenta:

"Nos toman la temperatura a diario, pero somos ocho en la habitación y si uno se contagia caeremos todos enfermos. Veo en las noticias que se muere mucha gente y preferiría estar con mi familia, pero mientras tenga trabajo…".

Con pequeñas diferencias, en todos ellos el permiso de residencia está vinculado al de trabajo y a la conclusión de este, el trabajador debe abandonar el país alemán; no hacerlo se penaliza con multas. No existen seguros de desempleo y, en ausencia de sindicatos, no es infrecuente que los despedidos tengan dificultades para cobrar las magras indemnizaciones previstas, e incluso los últimos sueldos: "Somos el eslabón más débil ante el parón económico".

El intento de deportar en masa a los despedidos e indocumentados pone de relieve que los gobernantes ven como desechables a los hombres y mujeres que sustentamos la economía alemana.

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